Vivimos en un mundo donde la coherencia moral parece una
rareza. Las palabras de Bertrand Russell desenmascaran una realidad
incómoda: la división entre el ideal que se proclama y la conducta que
se asume. Esta "doble moral" no solo refleja una contradicción ética,
sino que también pone en evidencia un juego de apariencias que corroe la
autenticidad individual y colectiva.
Por
un lado, está quien predica valores elevados —justicia, compasión,
igualdad— sin aplicarlos en su vida cotidiana. Esta figura prolifera en
la política, en las religiones organizadas, incluso en la vida familiar:
se exige lo que no se da, se impone lo que no se vive. Aquí la moral se
convierte en ornamento, en discurso útil para construir una imagen
respetable o ejercer poder, pero vacía de compromiso real.
Por
otro lado, existe quien actúa con rectitud sin necesidad de
proclamarlo. Personas que no llenan discursos con palabras
grandilocuentes pero que, en la práctica, encarnan los valores que
muchos solo simulan. Estas personas son silenciosas, a veces anónimas,
pero su influencia es profunda. No buscan reconocimiento porque su ética
no nace del ego, sino de la convicción.
Russell
no condena ni idealiza a ninguno de los dos grupos, pero sí nos invita a
una reflexión más honesta: ¿cuál es la moral que realmente transforma
el mundo? ¿La que se anuncia desde púlpitos y redes sociales, o la que
se vive día a día en actos de justicia, solidaridad y respeto?
La
frase también es un reto. Nos confronta con la posibilidad de una
tercera vía: la unión de ambas morales. No basta con actuar en silencio
ni con predicar sin coherencia. La ética más poderosa es aquella que
armoniza la palabra con la acción, el discurso con la vida. Practicar lo
que se predica y predicar lo que se practica: ese es quizás el mayor
acto de valentía moral en una época saturada de simulaciones.
En
un tiempo en el que el cinismo amenaza con normalizar la hipocresía,
recordar esta frase de Russell es un acto de resistencia. Nos recuerda
que ser íntegro no es simplemente evitar la contradicción, sino vivir
con una conciencia que no necesita máscaras ni aplausos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario