jueves, 14 de agosto de 2025

Vivimos en un mundo donde la coherencia moral parece una rareza. Las palabras de Bertrand Russell desenmascaran una realidad incómoda: la división entre el ideal que se proclama y la conducta que se asume. Esta "doble moral" no solo refleja una contradicción ética, sino que también pone en evidencia un juego de apariencias que corroe la autenticidad individual y colectiva.

Por un lado, está quien predica valores elevados —justicia, compasión, igualdad— sin aplicarlos en su vida cotidiana. Esta figura prolifera en la política, en las religiones organizadas, incluso en la vida familiar: se exige lo que no se da, se impone lo que no se vive. Aquí la moral se convierte en ornamento, en discurso útil para construir una imagen respetable o ejercer poder, pero vacía de compromiso real.

Por otro lado, existe quien actúa con rectitud sin necesidad de proclamarlo. Personas que no llenan discursos con palabras grandilocuentes pero que, en la práctica, encarnan los valores que muchos solo simulan. Estas personas son silenciosas, a veces anónimas, pero su influencia es profunda. No buscan reconocimiento porque su ética no nace del ego, sino de la convicción.

Russell no condena ni idealiza a ninguno de los dos grupos, pero sí nos invita a una reflexión más honesta: ¿cuál es la moral que realmente transforma el mundo? ¿La que se anuncia desde púlpitos y redes sociales, o la que se vive día a día en actos de justicia, solidaridad y respeto?

La frase también es un reto. Nos confronta con la posibilidad de una tercera vía: la unión de ambas morales. No basta con actuar en silencio ni con predicar sin coherencia. La ética más poderosa es aquella que armoniza la palabra con la acción, el discurso con la vida. Practicar lo que se predica y predicar lo que se practica: ese es quizás el mayor acto de valentía moral en una época saturada de simulaciones.

En un tiempo en el que el cinismo amenaza con normalizar la hipocresía, recordar esta frase de Russell es un acto de resistencia. Nos recuerda que ser íntegro no es simplemente evitar la contradicción, sino vivir con una conciencia que no necesita máscaras ni aplausos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog