lunes, 11 de agosto de 2025

Esa frase de Faulkner —"El pasado nunca muere, ni siquiera es pasado"— es una de esas líneas que parecen simples pero cargan todo un tratado de filosofía en pocas palabras.

Podemos reflexionarla desde varios ángulos:

1. El tiempo como persistencia
Faulkner sugiere que lo que llamamos “pasado” no está realmente detrás de nosotros. Las decisiones, traumas, amores y errores que creemos archivados siguen influyendo en nuestra manera de pensar, sentir y actuar hoy. El pasado es como una corriente subterránea: invisible a veces, pero siempre empujando el presente.

2. La memoria y su peso
Incluso cuando intentamos olvidar, el pasado se cuela en gestos, palabras, miedos y manías. Una frase de alguien, un olor o un lugar pueden abrir una puerta y traerlo de vuelta con toda su fuerza. En ese sentido, lo “muerto” revive en cuanto lo recordamos.

3. Historia colectiva
No es solo algo personal: también ocurre a nivel social. Los problemas históricos —racismo, desigualdad, guerras— no desaparecen con decretos o cambios de calendario. Siguen vivos en las estructuras, en las mentalidades y en las heridas de las comunidades.

4. Imposibilidad de “comenzar de cero”
Faulkner rompe la fantasía de que uno puede reiniciar la vida como si nada hubiera pasado. Podemos transformarnos, sí, pero siempre partimos de lo que fuimos; todo nuevo capítulo lleva las huellas de los anteriores.


Si lo resumimos, es como si Faulkner dijera:

> “No existe un presente puro. Vivimos siempre con el pasado a cuestas, respirando en lo que hacemos, aunque creamos que ya lo dejamos atrás.”

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