lunes, 25 de agosto de 2025


🧠 La tentación ya no se disfraza de serpiente

El diablo en el mundo moderno

En los viejos relatos bíblicos, la tentación se presenta como una serpiente en un jardín. Un susurro entre las hojas, una fruta prohibida, una voz que promete sabiduría. Todo parece arcaico, simbólico, remoto. Pero basta mirar alrededor con los ojos abiertos para entender que la tentación no ha desaparecido… solo ha cambiado de forma. Ahora se viste de éxito, de comodidad, de oportunidad, de “es lo que todos hacen”.

El abogado del diablo lo deja claro: el infierno no es un lugar de castigo sino un sistema de recompensas. Milton no grita, no amenaza, no arrastra cadenas. Él seduce. Él ofrece. Él halaga. Dice lo que uno quiere escuchar. Y en eso radica el verdadero poder de la tentación moderna: ya no se impone, te convence de que es tu propia elección.

La tentación ya no es un crimen evidente. Es un atajo. Es un ascenso. Es una excepción que parece lógica. Es una pequeña renuncia ética que se justifica en nombre del progreso personal. Kevin Lomax no cruza una sola línea roja de golpe. Las cruza de a poco, una a una, casi sin darse cuenta. Porque así opera el mal hoy: no te obliga a pecar, solo te enseña a desear lo que antes rechazabas.

La tentación moderna tiene WiFi. Te dice que puedes tenerlo todo, ahora, sin esperar, sin límites. Que mereces ese cuerpo, esa fama, ese dinero, ese reconocimiento. Que tus impulsos son naturales, y que reprimirlos es de tontos. Que la moral es anticuada. Que lo correcto es lo que funciona.

Y así, paso a paso, uno empieza a dejar de escuchar a su conciencia. Porque la conciencia habla bajo, y la tentación grita con aplausos.

Pero no nos engañemos. El mal, hoy, no vive en los crímenes espectaculares, sino en las justificaciones cotidianas:
– “No pasa nada por mentir si es por una buena causa.”
– “Me lo merezco, he trabajado mucho.”
– “Nadie se va a enterar.”
– “Todos lo hacen.”

Milton lo resume con una frase lapidaria:

> “Soy el fanático del hombre. Nunca lo juzgo. Lo quiero tal como es.”


Eso es lo más escalofriante. El diablo no te condena. Te aplaude. Te pone un reflector. Y cuando te pierdes en el personaje, ni siquiera notas que has dejado de ser tú mismo.

Entonces, ¿qué es resistir la tentación hoy? No es huir del placer, ni vivir con miedo al deseo. Es algo más sutil y valiente: mirar de frente las elecciones que uno hace, y preguntarse quién las está tomando en realidad.

Porque muchas veces, detrás de lo que llamamos libertad, está la voz de una tentación tan bien maquillada, que parece nuestra propia voz.

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