"Sin embargo, se tolera, se sonríe y se saluda...
porque así es la vida".
Esta frase refleja una aceptación pragmática y casi resignada de las complejidades, contradicciones y conflictos que conforman la vida cotidiana. Roberto Arlt, en El juguete rabioso, explora las tensiones internas y externas que enfrentan las personas, y aquí sugiere que, aunque existan dificultades, fricciones o injusticias, muchas veces optamos por tolerar esas circunstancias, por sonreír a pesar de la adversidad y por saludar con cortesía aunque internamente haya incomodidad o desencuentro.
Este comportamiento responde a varias razones:
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La vida es una serie de compromisos sociales: En la convivencia diaria, no todo puede resolverse con confrontaciones abiertas o rechazo. Tolerar a otros, fingir una sonrisa o mantener la cortesía son mecanismos sociales que facilitan la coexistencia, evitando conflictos mayores que podrían desgastar emocionalmente o complicar las relaciones.
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La aceptación como forma de supervivencia emocional: No siempre podemos cambiar las circunstancias o a las personas que nos rodean, por lo que aceptar y seguir adelante —aunque sea con cierta dosis de ironía o resignación— es un modo de preservar la propia paz interior. La vida, con sus imperfecciones, se asume tal cual, no porque todo esté bien, sino porque hay que seguir adelante.
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La máscara social: La sonrisa y el saludo muchas veces funcionan como una máscara para ocultar lo que realmente sentimos, ya sea tristeza, enojo o indiferencia. Esta fachada es una herramienta que permite navegar en un mundo social donde mostrar vulnerabilidad o descontento puede tener consecuencias negativas o no ser productivo.
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Una filosofía vital en la obra de Arlt: Arlt, a menudo, muestra personajes enfrentados a un mundo hostil, caótico y a veces absurdo. La frase refleja esa visión: la vida es compleja y difícil, pero aun así hay que seguir interactuando, con sus contradicciones y paradojas, porque la dinámica social es inevitable y necesaria.
Reflexión final
El "sin embargo" inicial indica que, a pesar de todo lo negativo, el malestar o la incomodidad que se pueda sentir, la reacción común es la tolerancia, la cortesía formal, y una sonrisa que no necesariamente es sincera, pero sí necesaria. Esta actitud puede verse como un acto de fortaleza o de adaptación, pero también puede ser una forma de renuncia a la confrontación directa o a la autenticidad absoluta.
En ese sentido, esta idea invita a pensar en cómo enfrentamos los desafíos sociales y emocionales, en qué momentos elegimos la armonía superficial para evitar rupturas y cómo, en la compleja trama de la vida, la convivencia humana muchas veces exige esa mezcla de tolerancia, gesto amable y resignación.
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