La bola de fuego ⭕
Relato contado por un testigo anónimo
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“Los pasillos de una casa son inocentes de día. Pero de noche… basta
con un leve descuido, una siesta, una puerta entreabierta, para que lo
imposible entre como Pedro por su casa.”
El
muchacho dormitaba plácidamente en el sillón cuando escuchó la voz de
su madre, preguntándole si los acompañaría al supermercado. Medio
dormido, contestó que sí, pero el cansancio lo venció y volvió a cerrar
los ojos.
Pasó un rato.
No sabe cuánto exactamente. Lo siguiente que recuerda es abrir los ojos
con la intención de levantarse... y entonces la vio.
Frente
a él, suspendida en el aire, flotaba una bola de fuego. No una flama
cualquiera ni un reflejo. Una esfera ardiente, viva, palpitante.
El
miedo lo paralizó. No podía moverse, ni gritar. La casa estaba en
silencio absoluto. La esfera parecía observarlo. Y por un instante
eterno, no existió nada más.
Finalmente,
como si nunca hubiera estado allí, la bola desapareció sin dejar
rastro. Nadie más la vio. Pero él no volvió a quedarse dormido en el
sillón.
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