sábado, 19 de julio de 2025

 

🏺 HOMERO: EL CIEGO QUE VIO MÁS QUE NADIE

Cuenta la leyenda que era un hombre ciego. Vagaba de ciudad en ciudad con su lira colgada al hombro y los pies descalzos llenos de polvo. Algunos decían que nació en Esmirna, otros en Quíos, otros más en Colofón o en Atenas. Lo cierto es que nadie sabe si realmente existió… y, sin embargo, Homero es más real que muchos nombres grabados en piedra.

El poeta de dos mundos

Homero vivió –si es que vivió– alrededor del siglo VIII a. C. Y desde entonces, su obra ha atravesado los siglos como un canto eterno. Con La Ilíada y La Odisea, no solo cantó guerras y viajes imposibles; forjó un universo. Uno donde los dioses bajan a intervenir en la suerte de los hombres, donde la gloria y el destino son inseparables, donde la palabra tiene más peso que la espada.

Los griegos no lo leían: lo recitaban. Durante siglos, sus versos fueron memorizados por rapsodas, transmitidos oralmente, como una ceremonia sagrada. No eran solo historias: eran educación, religión, política, identidad. Decía Platón que Homero era el pedagogo de toda Grecia.

La Ilíada: la guerra como tragedia

No es la historia de la guerra de Troya entera. Es apenas un fragmento: la cólera de Aquiles. Y sin embargo, en ese fragmento se despliega todo. El furor, la muerte, la pérdida, la compasión. Aquiles, el guerrero invencible, se niega a pelear porque le han arrebatado una mujer, Briseida. En ese gesto infantil, nace una cadena de tragedias: la muerte de su amigo Patroclo, su regreso al combate, el duelo con Héctor, y finalmente… la escena más humana de toda la épica: cuando el viejo Príamo, rey de Troya, se arrodilla ante el asesino de su hijo y le suplica por el cadáver. Y Aquiles, llorando, se lo entrega. ¿Qué poeta del siglo VIII a. C. podía escribir eso?

La Odisea: el alma del viajero

Si La Ilíada es la guerra, La Odisea es el regreso. Ulises (u Odiseo) no quiere la gloria: quiere volver a casa. Su viaje de 10 años es una prueba de astucia, paciencia y voluntad. Se enfrenta a monstruos, sirenas, hechiceras, cíclopes, tentaciones. Pero lo que realmente enfrenta es el olvido. ¿Quién soy si mi patria ya no me recuerda? ¿Qué queda del héroe cuando nadie pronuncia su nombre?

La Odisea es la obra más moderna de Homero. Es casi una novela. Hay flashbacks, múltiples narradores, personajes complejos, mujeres que piensan y deciden. Penélope no es una esposa pasiva: es una tejedora de tiempo, una estratega emocional. El relato tiene humor, ternura, crítica, engaño, y sobre todo, humanidad.

¿Homero existió?

Es la gran pregunta de la filología. Algunos creen que no fue una persona, sino una tradición colectiva. Otros dicen que hubo dos Homeros: uno para cada obra. O que un poeta ciego creó los cantos, y siglos después alguien los compiló. Pero como dijo Borges: “Poco importa que Homero haya existido. Lo importante es que su voz todavía resuena”.

Legado inmortal

Durante más de dos milenios, sus versos han sido el corazón del canon occidental. Virgilio imitó su estructura. Dante se refirió a él como el poeta soberano. Joyce escribió una Odisea moderna en Ulises. Simone Weil analizó su sentido místico. Y cada vez que alguien habla de héroes, de viajes, de identidad… Homero está ahí, aunque no lo mencionen.


Homero es el poeta que fundó el alma narrativa de Occidente.
Su ceguera es símbolo y paradoja: no vio con los ojos, pero nos enseñó a mirar.
Nos dio dioses que se equivocan, hombres que sufren, mujeres que esperan, cantos que resisten.

Y aunque nadie pueda asegurar quién fue,
todos sabemos lo que dijo:

“Canta, oh Musa, la cólera del Pelida Aquiles…”

Y desde entonces, el mundo no ha dejado de escuchar.

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