“Aburrirse es un fracaso de la imaginación.”
No hablo del aburrimiento existencial, ni del que nace del dolor o la rutina impuesta.
Hablo de ese que aparece cuando hay calma, tiempo libre, silencio… y aún así, uno se desespera.
Cuando
alguien no puede estar solo en su casa, no soporta leer un libro o
necesita ruido constante para no enfrentarse a sí mismo, el problema no
es el mundo: es la falta de mundo interior.
El aburrimiento, en esos casos, no es una señal de vacío externo, sino de descuido interno.
La imaginación no se improvisa. Se cultiva. Y si se abandona, se atrofia.
Aburrirse en tiempos de calma es rendirse antes de haber imaginado.
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