A pesar de las amenazas que pesaban sobre él y que llegaron hasta una tentativa de asesinato, Spinoza era leído bajo cuerda y admirado por toda la Europa intelectual. Rechazó varias ofertas de prestigiosas universidades e incluso una invitación de Luis XIV de ir a enseñar a París, donde hubiera disfrutado de una cómoda renta. Sabía que al aceptar el puesto perdería su libertad de pensamiento y prefirió ejercer hasta el final su modesta actividad de pulidor de lentes. Frágil de salud, le costará acabar su gran obra, Ética demostrada según el orden geométrico, un auténtico tratado sobre la felicidad, que aspira nada menos que a procurar la salvación, es decir, la beatitud y la libertad suprema, en este mundo por el único esfuerzo de la mente. Poco tiempo antes de morir, pide a un amigo que le procure un barril de cerveza y mermelada de rosas para su convalecencia, lo que muestra que su elección de una vida sobria no era la de un ascetismo total, como han opinado algunos. Probablemente enfermo de tuberculosis, muere solo en su habitación, el 21 de febrero de 1677, a la edad de cuarenta y cuatro años. Su médico y amigo llega muy poco después y se lleva sus valiosos manuscritos. Así pudo publicarse la Ética seis meses después gracias a un donativo anónimo, en un volumen de obras póstumas que es inmediatamente censurado. La cuestión de Dios ocupa la primera parte de la obra; la del alma, la segunda; la de los afectos, la tercera. La cuarta está dedicada a la servidumbre que producen los afectos; la quinta, a la libertad y a la beatitud. A simple vista, podemos preguntarnos qué temían las autoridades religiosas y políticas de dicha obra. Además, escrita sobriamente, construida de manera geométrica –con definiciones, axiomas, proposiciones, demostraciones, escolios y corolarios–, la aproximación a la obra es difícil y exigente. Sin embargo, tras la aridez y gravedad de un sistema metafísico cerrado que Montaigne habría condenado (todo se encadena de manera lógica a partir de definiciones y axiomas que hay que aceptar), una lectura atenta revela un pensamiento revolucionario y luminoso. El encuentro con Spinoza puede cambiar una vida.
Frederic Lenoir
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