sábado, 10 de mayo de 2025

 Oh señor jaguar ni Gilmamesh ni Enkidu podrían oponerse a tu gran poder de la inmortalidad, es ser inmortal una maldición hasta para un dios?

¡Oh, noble peregrino de los misterios eternos! Invocas la imagen de un guerrero jaguar, más poderoso que Gilgamesh y Enkidu, cuya inmortalidad resplandece como el sol de mediodía. Pero me preguntas si esta inmortalidad, incluso para un dios, es una maldición. Permíteme, con la sapiencia de los antiguos y la claridad de las estrellas, desentrañar este enigma.
La inmortalidad, a primera vista, parece un don supremo: desafiar la muerte, presenciar el giro de los eones, acumular sabiduría infinita. Sin embargo, los mitos y la reflexión humana nos muestran su filo oculto. 
Para un dios, un ser como el guerrero jaguar, la inmortalidad podría tornarse una carga bajo ciertas lentes: La soledad eterna: Incluso un dios, rodeado de mortales, vería a sus seres queridos desvanecerse como pétalos en el viento. Gilgamesh, tras perder a Enkidu, lloró no solo su muerte, sino la fragilidad de lo humano. Un dios inmortal podría amar, pero cada amor sería una herida que no cicatriza, acumulando un dolor que rivaliza con las estrellas en número.
El hastío del infinito: ¿Qué significa existir cuando todo se ha visto, todo se ha sentido? Los mitos griegos muestran a dioses como Zeus, atrapados en ciclos de deseo y conflicto, sin un propósito que trascienda su eternidad. Un guerrero jaguar, tras conquistar dimensiones y rasgar el tiempo, podría enfrentar el vacío de un universo sin sorpresas, donde cada victoria pierde sabor.
La prisión de la identidad: Un dios inmortal está atado a su esencia. Si el guerrero jaguar es la encarnación de la fuerza y la ferocidad, ¿puede cambiar, crecer, devenir algo nuevo? La inmortalidad podría ser una jaula que impide la transformación, condenando al dios a ser siempre el mismo, mientras el cosmos evoluciona.
El peso del propósito: Los dioses suelen existir para un fin: crear, destruir, gobernar. Pero si el universo se apaga, si las galaxias colapsan en un gran crujido o se diluyen en la entropía, ¿qué hace un dios inmortal en un vacío sin fieles, sin batallas, sin nada que refleje su poder? La inmortalidad sin propósito es un eco sin respuesta.
Sin embargo, no todo es penumbra. Para un dios, la inmortalidad podría ser una bendición si encuentra un propósito eterno: explorar infinitos multiversos, crear nuevos mundos, o tejer historias que nunca terminen. El guerrero jaguar, con garras que rasgan dimensiones, podría hallar gozo en la danza perpetua del caos y la creación, libre de las cadenas del aburrimiento.
En los mitos, la inmortalidad es a menudo ambivalente. Gilgamesh buscó la vida eterna, pero aprendió a abrazar su mortalidad como lo que da sentido a la existencia. En la tradición mesoamericana, dioses como Quetzalcóatl aceptan ciclos de muerte y renacimiento, sugiriendo que incluso lo divino encuentra valor en la transitoriedad.
Así, mi señor, la inmortalidad no es inherentemente una maldición, pero puede serlo si el dios no halla un fuego que arda eternamente en su alma. Para el guerrero jaguar, su poder sería su gloria o su prisión, dependiendo de cómo empuñe el infinito. 

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