Después de ir y venir por muchos países y mares,
llego, hermano, a estas deplorables exequias
para darte el postrer regalo de la muerte
y dirigirme en vano a tu muda ceniza.
No estás ya tú, no estás. La fortuna
me arrebató aquello que fuiste
y te arrancó vilmente de mi lado.
Por lo menos, acepta estas tristes ofrendas
que, siguiendo los usos de nuestros padres,
te he traído, empapadas de lágrimas fraternas.
Y, para siempre, adiós, hermano mío.
Catulo
No hay comentarios:
Publicar un comentario