Además de practicar, de cuando en cuando, actos de incomodidad voluntaria, en opinión de los estoicos deberíamos renunciar periódicamente a la oportunidad de experimentar placer. Esto es así porque el placer tiene un lado oscuro. De hecho, Séneca advierte de que es como perseguir a un animal salvaje: si lo capturamos, puede volverse contra nosotros y hacernos pedazos. Ahora bien, alterando un poco la metáfora, nos dice que, al atraparlos, los placeres intensos se convierten en nuestros captores, lo que quiere decir que cuantos más placeres alcanza un hombre, «tendrá más amos a los que servir». [5]
Al desconfiar del placer, los estoicos revelan su linaje cínico. Así pues, el filósofo cínico Diógenes afirma que la batalla más importante que cualquier persona tiene que librar es contra su placer. La batalla es especialmente difícil de ganar porque el placer «no usa la fuerza explícita, sino que engaña e invoca un hechizo de narcóticos nefastos, tal como Homero dice que Circe drogó a los compañeros de Odiseo». El placer, advierte, «no urde una única estrategia, sino muchas, y pretende anular a los hombres a través de la vista, el sonido, el olor, el gusto y el tacto, también con alimentos, bebidas y lujuria carnal, tentando tanto a los despiertos como a los dormidos». Y el placer, « con un golpe de varita […], conduce hábilmente a su víctima a un chiquero y la encierra en él, y en adelante el hombre se convierte en un cerdo o en un lobo». [6]
Los estoicos afirman que hay placeres de los que deberíamos abstenernos siempre. En particular, deberíamos renunciar a los placeres que pueden generar dependencia: si la metanfetamina hubiera existido en el mundo antiguo, sin duda los estoicos habrían aconsejado no consumirla.
Sin embargo, es significativo que la desconfianza de los estoicos hacia el placer no acaba aquí. También nos aconsejan abstenernos de otros placeres, relativamente inofensivos. Por ejemplo, renunciar a tomar una copa de vino, no por temor a convertirnos en alcohólicos sino para aprender el autocontrol. Para los estoicos — y, en realidad, para todo aquel que intente practicar una filosofía de vida — , el autocontrol será un rasgo importante que hay que adquirir. Después de todo, si carecemos de autocontrol, probablemente nos distraerán los diversos placeres que la vida tiene que ofrecer, y en este estado de distracción es poco probable que alcancemos los objetivos de nuestra filosofía de vida.
Más generalmente, si no podemos resistirnos a los placeres, acabaremos interpretando, afirma Marco Aurelio, el papel del esclavo, « contrayéndose como una marioneta ante los impulsos egoístas», y nos pasaremos la vida «quejándonos por el presente y lamentando el porvenir». Para evitar este destino, hemos de procurar que dolores y placeres no obnubilen nuestra capacidad racional. Como señala Marco Aurelio, hemos de aprender a «resistir los murmullos de la carne».
William Irvine
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