sábado, 31 de mayo de 2025
¿Dónde se halló el cuerpo muerto?
¿Quién halló el cuerpo muerto?
¿El cuerpo muerto estaba muerto cuando fue hallado?
¿Cómo se halló el cuerpo muerto?
–
¿Quién fue el cuerpo muerto?
–
¿Quién fue el padre o hija o hermano
o tío o hermana o madre o hijo
del cuerpo muerto y abandonado?
–
¿Estaba muerto el cuerpo cuando fue abandonado?
¿Fue abandonado el cuerpo?
¿Por quién fue abandonado?
–
¿Estaba desnudo o vestido para un viaje el cuerpo muerto?
–
¿Qué es lo que decidió que se declarara muerto el cuerpo muerto?
¿Fue usted quien declaró que el cuerpo muerto estaba muerto?
¿Cuánto conocía al cuerpo muerto?
¿Cómo sabía que el cuerpo muerto estaba muerto?
–
¿Lavó usted al cuerpo muerto?
¿Le cerró los dos ojos?
¿Enterró el cuerpo?
Harold Pinter
Cuando terminé mi doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, el profesor Houssay, premio Nobel de Medicina, me concedió la beca que anualmente otorgaba la Asociación para el Progreso de las Ciencias, enviándome a trabajar en el Laboratorio Curie. Así llegué a París por segunda vez, en el 38, pero en esta ocasión acompañado por Matilde y nuestro pequeño Jorge Federico, con quienes vivía en un cuartucho ubicado en la rué du Sommerard. El período del Laboratorio coincidió con esa mitad de camino de la vida en que, según ciertos oscurantistas, se suele invertir el sentido de la existencia. Durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas, y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas. En el Dôme y en el Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura, pasábamos horas elaborando “cadáveres exquisitos”. Uno de los primeros contactos que recuerdo haber hecho con ese mundo que luego me fascinaría, ocurrió en un restaurante griego, sucio pero muy barato, donde acostumbraba a almorzar con Matilde. De pronto vimos entrar a un malayo, alto y flaco, y ella, temió que se sentara con nosotros, lo que el hombre finalmente hizo. Dirigiéndose a mi mujer, dijo en un inconfundible acento cubano: “No tenga miedo, señora, soy una buena persona”; así comenzó la amistad con aquel excepcional pintor: Wifredo Lam. Pronto me vinculé con todo el grupo surrealista de Bretón: Oscar Domínguez, Féret, Marcelle Ferri, Matta, Francés, Tristan Tzara. Una mañana llegó al Laboratorio Cecilia Mossin, con una carta de presentación de Sadosky. Y aunque su intención era trabajar con rayos cósmicos, la disuadí para que se quedara como mi asistente y se la presenté a Irene Juliot Curie, quien la aceptó de inmediato. Entre la bruma de los recuerdos, la veo parada, siempre correcta, con su delantalcito blanco, observando con preocupación ciertos cambios en mi persona. La propia Irene Curie, como una de esas madres asustadas ante un hijo que se descarrila, se alarmaba cuando, aún dormitando, me veía llegar cansado y desaliñado, en horas del mediodía. Pobre, no sabía que el honorable Dr. Jekyll comenzaba a agonizar entre las garras del satánico Mr. Hyde. Una lucha que se debatía en el corazón mismo de Robert Stevenson. Antiguas fuerzas, en algún oscuro recinto, preparaban la alquimia que me alejaría para siempre del incontaminado reino de la ciencia. Mientras los creyentes, en la solemnidad de los templos musitaban sus oraciones, ratas hambrientas devoraban ansiosamente los pilares, derribando la catedral de teoremas. Había dado comienzo la crisis que me alejaría de la ciencia. Porque mi espíritu, que se ha regido siempre por un movimiento pendular, de alternancia entre la luz y las tinieblas, entre el orden y el caos, de lo apolíneo a lo dionisiaco, en medio de ese carácter desdichado de mi espíritu, se encontraba ahora azorado entre la forma más extrema del racionalismo, que son las matemáticas, y la más dramática y violenta forma de la irracionalidad. Muchos, con perplejidad, me han preguntado cómo es posible que habiendo hecho el doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, me haya ocupado luego de cosas tan dispares como las novelas con ficciones demenciales como el Informe sobre ciegos, y, finalmente esos cuadros terribles que me surgen del inconsciente. En la mayor parte de los casos, sobre todo en este período de mi existencia, me es imposible explicar a los que me interrogan qué quise decir, o qué representan. Es lo mismo que uno se pregunta cuando ha despertado de un sueño, sobre todo de una pesadilla; tanta es su ilogicidad, sus contradicciones. Pero de un sueño se puede decir cualquier cosa menos que sea una mentira. Es lo que todos los hombres hacen con su doble existencia: la diurna y la nocturna. Un pobre oficinista sueña de noche con asesinar a puñaladas al jefe, y durante el día lo saluda respetuosamente. El ser humano es esencialmente contradictorio, y hasta el propio Descartes, piedra angular del racionalismo, creó los principios de su teoría a partir de tres sueños que tuvo. ¡Lindo comienzo para un defensor de la razón! Algo parecido es el caso del desdichado Isidore Ducasse, uno de los patronos del surrealismo, que en uno de sus primeros Cantos, ya convertido, quién sabe por qué irónico impulso, en el Comte de Lautréamont, hace el elogio de las matemáticas a las que se acercó con indiferencia o quizá con desprecio: Oh, matemática severa, yo no te olvidé, desde que tus sabias lecciones, más dulces que la miel, se filtraron en mi corazón, como una onda refrescante; yo aspiraba instintivamente, desde la cuna, a beber de tu fuente, más antigua que el sol, y aún continúo recordando cómo osé pisar el atrio sagrado de tu solemne templo, yo, el más fiel de tus iniciados. Son muchos los que en medio del tumulto interior buscaron el resplandor de un paraíso secreto. Lo mismo hicieron románticos como Novalis, endemoniados como el ingeniero Dostoievski y tantos otros que estaban destinados finalmente al arte. A mí, como a ellos, la literatura me permitió expresar horribles y contradictorias manifestaciones de mi alma, que en ese oscuro territorio ambiguo pero siempre verdadero, se pelean como enemigos mortales. Visiones que luego expresé en novelas que me representan en sus parcialidades o extremos, a menudo deshonrosas y hasta detestables, pero que también me traicionan, yendo más lejos de lo que mi conciencia me reprocha. Y ahora, desde que mi vista deteriorada me ha impedido leer y escribir, he vuelto al final de mi existencia a aquella otra pasión: la pintura. Lo que probaría, me parece, que el destino siempre nos conduce a lo que teníamos que ser. En medio de la espantosa inestabilidad de esa época conocí a un personaje extraño, el gran pintor español, en realidad canario, Oscar Domínguez. En los frecuentes encuentros en su taller, me insistía para que abandonase las “pavadas” del Laboratorio y me dedicase por completo a la pintura. Pasábamos largas horas literalmente delirando, entre el olor a la trementina y la botella de cognac o de vino que no cesaba de correr por nuestras manos. La instigación al suicidio, por momentos aterradora, era una presencia constante luego de acabar cada botella. Sugerencia que me reiteró un domingo lluvioso, a la vuelta del Marché aux Puces. Yo que le respondí: “No Oscar, tengo otros proyectos”. Sus locuras, sus permanentes divagues eran un espacio de libertad en medio de la estrechez del mundo cientificista. Su desenfreno era capaz de promover las ocurrencias más disparatadas. En un tiempo, se había dedicado a la investigación, dentro del dominio de la escultura, para obtener superficies “litocrónicas”. Como yo venía de la física, inventé esa palabra que significa “petrificación del tiempo”, broma que se me ocurrió basándome en la conocida yuxtaposición, hecha por Oscar, de la Venus de Milo con un violín. Le sugerí entonces la posibilidad de forrar la escultura con una fina y elástica tela para luego desplazar el violín en diferentes formas, y lograr así lo que él denominó en su jerga “anquietanz”. El texto completo salió publicado en Minotaure, y quedó para mí como testimonio de un tiempo de crisis. Sin embargo, Bretón lo elogió con su acostumbrada solemnidad, sin advertir que era una mezcla de disparate y humor negro; lo que prueba, por otro lado, la ingenuidad de ese gran poeta que, en una delirante mezcla de materialismo dialéctico y Lautréamont, pretendía disimular su falta de rigor filosófico. En otra oportunidad, Domínguez me habló de un amigo que pintaba la cuarta dimensión y, aunque trató de convencerme, le dije que era algo imposible de pintar. Pero cómo explicarle, si Oscar prácticamente no sabía multiplicar, y yo lo adoraba precisamente por esa clase de ignorancias. Hasta que un día lo acompañé al taller de su amigo, un muchachote más bien bajo y menudo, que me mostró sus cuadros. Me gustó mucho lo que hacía pero les dije que no era la cuarta dimensión, ni cosa que se le pareciera, que necesitaban del conocimiento de matemáticas superiores para comprender el fundamento. Durante muchos años perdí de vista al joven pintor amigo de Domínguez, hasta que en 1989, cuando viajé a París con motivo de mi exposición en el Foye del Centre Pompidou, reencontré con profunda alegría a aquel ser generoso y de curioso talento que es Matta. Mantiene el encanto que le había conocido, y está acompañado ahora por la hermosa Germain. Esa misma tarde cenamos juntos, y recordamos con emoción a personas y acontecimientos que nos acompañaron en un tiempo fundamental de nuestras vidas. En esa exposición el gran pensador surrealista Maurice Nadeau tuvo la generosidad de participar en un homenaje que se me hizo. Cuando me contacté con el surrealismo ya se vivía de la nostalgia de lo que habían producido sus más grandes representantes. Acabada la Primera Guerra, la necesidad de destruir los mitos de la sociedad burguesa fue el suelo fértil para el demoledor espíritu de los surrealistas. Pero luego de la bomba atómica, los campos de concentración y sus seis millones de muertos, esos hombres no supieron cómo reconstruir un mundo en ruinas. Nunca el espíritu destructivo en sí mismo es beneficioso, Hitler, espantosamente lo demostró. Y cuando luego de la guerra, en 1947, volví a París, al provenir de una ciudad como Buenos Aires que no había sufrido ningún efecto directo de la catástrofe, tuve una dolorosa impresión. La encontré triste y, cosa curiosa, uno de los detalles que más me deprimió, quizá por su valor simbólico, fue encontrarme un sábado lluvioso y gris en un café desmantelado. Recordé entonces aquellas montañas de medialunas y brioches que se veían en los mostradores de cualquier café de barrio. Pero, sobre todo, la mayor tristeza fue ver a Bretón, que no se resignaba a dejar en paz el cadáver de su movimiento. Sin embargo, el surrealismo tuvo el alto valor de permitirnos indagar más allá de los límites de una racionalidad hipócrita, y en medio de tanta falsedad, nos ofreció un novedoso estilo de vida. Muchos hombres, de ese modo, hemos podido descubrir nuestro ser auténtico. Por eso mi aspereza, y hasta mi indignación, ante los mistificadores que lo ensuciaron, como Dalí, pero también mi reconocimiento a todos los hombres trágicos que han salvaguardado lo que de verdadero hubo en ese importante movimiento. Como aquel alocado, violento Domínguez, uno de los pocos personajes surrealistas que quise. Surrealista en su modo de concebir y resistir la existencia. Pasó la última etapa de su vida entre las drogas, el alcohol y las mujeres. Hasta que se suicidó una noche cortándose las venas, y con su sangre manchó la tela colocada sobre su caballete.
Ernesto Sabato
viernes, 30 de mayo de 2025
"De aquellas personas que considerabas cuerdas, poco a poco, sutilmente, la locura se revela."
Ahora vamos al análisis:
1. Tema central: la percepción de la locura
La frase sugiere que la locura no siempre es evidente o explosiva. En cambio, puede estar latente, escondida tras una fachada de cordura que, con el tiempo, se agrieta y deja ver lo que había debajo.
2. El uso de "considerabas cuerdas"
Esto implica un juicio personal previo. El hablante pensaba que esas personas eran racionales, equilibradas. Hay una carga subjetiva: el cambio no está necesariamente en ellas, sino también en la percepción del hablante.
3. "Poco a poco, sutilmente"
Estos adverbios le dan a la frase una sensación de progresión invisible. No se trata de una locura que estalla de golpe, sino de algo que se va infiltrando lentamente en la conciencia de quien observa.
4. "La locura se revela"
Aquí, la locura es casi una fuerza independiente, con voluntad propia. No es algo que ocurre, sino algo que se revela, como si se quitara un velo o máscara. Sugiere inevitabilidad: siempre estuvo ahí, sólo que no se veía.
Interpretación más amplia:
La frase puede leerse como una reflexión sobre la fragilidad de la mente humana, o sobre la delgada línea entre cordura y locura. También puede entenderse como una crítica al juicio que hacemos sobre los demás: lo que llamamos "cordura" quizá sea sólo una máscara social.
La frase "No hay nada fuera del texto" es una idea asociada al filósofo francés Jacques Derrida, particularmente en el contexto de su teoría de la deconstrucción. La expresión proviene de su obra De la gramatología (1967), donde escribe "Il n'y a pas de hors-texte" (en francés, literalmente "No hay fuera de texto").
Sin embargo, esta frase ha sido objeto de múltiples interpretaciones y debates. A continuación, te explico su significado de manera clara y concisa:
Contexto y significado
Todo es texto: Derrida no está diciendo que no exista una realidad material fuera de las palabras, sino que nuestra comprensión del mundo está mediada por el lenguaje, los signos y los textos. Todo lo que percibimos, interpretamos o comunicamos está enmarcado dentro de sistemas de significación (textos, en un sentido amplio). Por lo tanto, no podemos acceder a una "realidad pura" sin que esta sea filtrada por el lenguaje o la interpretación.
Deconstrucción del significado: La frase subraya que los textos (ya sean escritos, orales o culturales) no tienen un significado fijo o absoluto. El significado se construye a través de las relaciones entre signos dentro del texto y está sujeto a interpretaciones infinitas. No hay un "afuera" del texto que proporcione una verdad última o un referente inmutable.
Crítica a la metafísica: Derrida desafía la idea de que hay una verdad trascendental o una esencia fija más allá del lenguaje. Por ejemplo, conceptos como "Dios", "verdad" o "realidad" solo pueden ser entendidos a través de los sistemas lingüísticos y culturales que los producen, no como entidades independientes del texto.
Contexto infinito: El "texto" en Derrida no se limita a un libro o escrito, sino que incluye cualquier sistema de signos, como discursos, símbolos, culturas o incluso la propia experiencia humana. Todo está interconectado en una red de significados, y no hay un punto de referencia absoluto fuera de esta red.
Malentendidos comunes
No es un rechazo de la realidad: Derrida no niega la existencia del mundo físico, como a veces se malinterpreta. Más bien, sostiene que nuestra manera de conocer y hablar sobre ese mundo siempre está mediada por el lenguaje.
No es un nihilismo: La frase no implica que "nada importa" o que todo es relativo, sino que invita a analizar cómo se construyen los significados dentro de los textos y cómo estos están sujetos a contradicciones y ambigüedades.
Ejemplo práctico
Imagina que lees un poema. Según Derrida, el significado del poema no está en una "intención" fija del autor ni en una verdad universal fuera del poema. El significado surge de las palabras del poema, su contexto, las interpretaciones del lector y las conexiones con otros textos (como la cultura o la historia). No puedes salir del "texto" (el sistema de signos) para encontrar un significado absoluto, porque incluso tus ideas sobre el mundo están formadas por otros textos.
Conclusión
No hay nada fuera del texto" significa que nuestra comprensión de la realidad está inseparablemente ligada al lenguaje y los sistemas de significación. Todo lo que conocemos, pensamos o expresamos está dentro de un "texto" en sentido amplio, y no hay un punto de vista privilegiado o una verdad absoluta que escape a esta mediación. Es una invitación a analizar críticamente cómo se construyen los significados y a reconocer la complejidad de la interpretación.
La verdad del universo es que no hay una sola verdad.
jueves, 29 de mayo de 2025
Me gusta la gente simple
miércoles, 28 de mayo de 2025
La frase “Un hombre triste nunca cabe en ningún lugar, pero en él caben todos los vacíos” encierra una poderosa paradoja que expone una dimensión existencial del sufrimiento humano. Es una afirmación poética, pero también profundamente filosófica: habla de la dislocación del individuo triste respecto al mundo y, al mismo tiempo, de su infinita capacidad para albergar ausencias.
La primera parte, “Un hombre triste nunca cabe en ningún lugar”, expresa un sentimiento de alienación. El sujeto triste se vuelve inadecuado para cualquier entorno. No se trata solamente de una exclusión social, sino de una desconexión más profunda: emocional, espiritual y hasta ontológica. La tristeza, cuando es honda, modifica la percepción de la realidad. Todo lugar parece demasiado ajeno, o demasiado lleno de lo que ya no se tiene. Esta sensación de no pertenecer en ningún espacio puede reflejar tanto una pérdida concreta (una persona, un sueño, una etapa de vida), como un vacío más abstracto: la falta de sentido.
La segunda parte, “pero en él caben todos los vacíos”, revierte la imagen inicial: si bien el hombre triste no encaja en ninguna parte, dentro de él hay lugar para todas las ausencias. Esta inversión convierte al sujeto en un receptáculo de carencias. Su identidad ya no se define por lo que posee, sino por lo que le falta. Sin embargo, esto no lo hace menos real; al contrario, lo hace más humano. Ser capaz de contener vacíos implica sensibilidad, memoria, deseo. El dolor lo agranda. El hombre triste se vuelve inmenso por dentro: lleno de ecos, de silencios, de huecos sin nombre.
Hay una belleza sombría en esta contradicción. Lo que no cabe en ninguna parte –el sufrimiento, la ausencia, la pérdida– sí cabe en el corazón de quien lo padece. Y quizás por eso no cabe él en ningún sitio: porque lleva dentro todo lo que falta, y esa carga descompone cualquier equilibrio externo.
En síntesis, esta frase puede leerse como una reflexión sobre la fragilidad humana. Nos recuerda que el dolor profundo descoloca, pero también amplía. El hombre triste es, en cierta forma, el mapa de todo lo que ha desaparecido, y en esa cartografía silenciosa se revela una verdad esencial: la tristeza no solo aísla, también da forma, profundidad y, paradójicamente, capacidad para comprender los vacíos de los demás.
«La inteligencia moderna está en total confusión. El conocimiento se ha vuelto tan difuso que el mundo y la mente han perdido todo punto de referencia. Es un hecho que sufrimos de nihilismo. Pero lo más asombroso son las advertencias de "volverse hacia atrás". Regreso a la Edad Media, a la mentalidad primitiva, a la tierra, a la religión, al arsenal de soluciones gastadas. Para otorgar una sombra de eficacia a esas panaceas habría que actuar como si los conocimientos adquiridos hubieran dejado de existir, como si no hubiéramos aprendido nada, y pretender, en definitiva, borrar lo imborrable. Deberíamos cancelar la aportación de varios siglos y las adquisiciones incontrovertibles de una mente que finalmente ha recreado el caos en propio. Eso es imposible. Para curarnos, debemos hacer las paces con esta lucidez, esta clarividencia. Debemos tener en cuenta los atisbos que hemos tenido de repente en nuestro exilio. La inteligencia está en confusión no porque el conocimiento haya cambiado todo sino porque no puede aceptar ese cambio. No se ha "acostumbrado a esa idea". Cuando esto suceda, la confusión desaparecerá. No quedará nada más que el cambio y el claro conocimiento que la mente tiene de él. Hay toda una civilización para ser reconstruida.»
martes, 27 de mayo de 2025
lunes, 26 de mayo de 2025
La belleza… esa aparición fugaz que nos salva y nos condena al mismo tiempo.
domingo, 25 de mayo de 2025
"Enfadada, se dirigió a la administración del cementerio. Allí le dijeron que, al expirar el plazo de alquiler, las tumbas se liquidan automáticamente. Les reprochó que no le hubieran advertido previamente que debía prolongar el alquiler y le respondieron que tenían poco sitio en el cementerio y que LOS MUERTOS VIEJOS DEBÍAN DEJAR SITIO A LOS MUERTOS JÓVENES. Aquello la indignó y les dijo que no sabían una palabra de humanidad y respeto por las personas, pero comprendió que la conversación era inútil. Del mismo modo en que no había podido impedir la muerte de su marido, ahora se encontraba igualmente desarmada ante su segunda muerte, esa muerte de "muerto viejo" que ya no puede existir ni siquiera como muerto." (págs. 187-188)
Vamos a desarrollar cómo distinguir si una persona realmente no puede cambiar o si simplemente no ha sabido (o querido) hacerlo aún. Para eso, hay que considerar cinco factores:
¿Sabes qué es la melancolía?
La melancolía es un sentimiento pálido que se estaciona en el alma como la niebla, y todos alguna vez la padecemos. La melancolía es como una sensación de aislamiento, de aislamiento voluntario, y allí está su peligro, porque el melancólico desea la resurrección de lo que murió. Por eso es una enfermedad maligna, pues hace perder el valioso tiempo. Recuerda siempre: el tiempo no es oro, el tiempo es vida. Nunca pierdas tu tiempo. Por eso la melancolía es de gente que va acabando, y si alguna vez te ataca, no quiero que te acabe.
Pita Amor
sábado, 24 de mayo de 2025
El sucesor inmediato de Tales, fue otro jonio, Anaximandro, quien arguyó que la realidad física última del universo no podía ser una sustancia tangible (una idea que no estaba tan lejos de la verdad, como se descubriría mucho más tarde). Anaximandro sustituyó el agua por un «algo indefinido» sin propiedades químicas tal como nosotros las concebimos, aunque propuso lo que denominó «oposiciones»: la calidez y la frialdad, la humedad y la sequedad, por ejemplo. Esto puede considerarse un paso adelante hacia el concepto de la «materia» en general. Anaximandro también tenía una teoría de la evolución. Rechazaba la idea de que los seres humanos derivaban indirectamente de los dioses y los titanes (los hijos de Urano, una familia de gigantes) y pensaba que todas las criaturas vivas se habían originado en un principio en el agua, «cubiertas con conchas llenas de púas». Luego, al secarse parte del mar, algunas de estas criaturas salieron a la tierra, donde sus conchas se rompieron para dar origen a nuevos tipos de animales. En este sentido, Anaximandro creía que «en un principio el hombre había sido un pez».[561] Nuevamente estamos ante un hito histórico e intelectual cuya trascendencia es difícil de exagerar: el rechazo de los dioses y de los mitos como forma de explicarlo todo y los comienzos de la observación como base de la razón. El que el hombre descendiera de otros animales y no de los dioses suponía, como podemos imaginar, una enorme ruptura con la mentalidad pasada.
Peter Watson
Una de las sincronías más famosas y difíciles de atribuir simplemente al azar fue documentada por el psicólogo y estadístico suizo C.G. Jung, pero hay otras igual de desconcertantes. Aquí te dejo una que ha fascinado tanto a racionalistas como a creyentes:
«Me siento mal físicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone. Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido. Morir, después de haber sentido y no ser nada».
viernes, 23 de mayo de 2025
"No hago visitas ni frecuento sociedad alguna, ni en habitaciones ni en cafés. Hacerlo sería sacrificar mi unidad interior, permitirme conversaciones inútiles, robar tiempo, si no de mis razonamientos y de mis proyectos, al menos de mis sueños, que siempre son más bellos que las conversaciones de los demás".
*¿Somos responsables de nuestras emociones? Un análisis sobre la naturaleza y el manejo de lo emocional**
jueves, 22 de mayo de 2025
“La belleza llama a la catástrofe del mismo modo que los campanarios atraen el rayo...el energúmeno que lanza un bote de pintura acrílica al último autorretrato de Rembrandt, o el que ataca con un martillo la madona de Miguel Ángel, obedecen todos ellos, sin saberlo, a una misma pulsión.
miércoles, 21 de mayo de 2025
-Entonces tendrás que leer de otra manera...
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