sábado, 31 de mayo de 2025



 


¿Dónde se halló el cuerpo muerto?
¿Quién halló el cuerpo muerto?
¿El cuerpo muerto estaba muerto cuando fue hallado?
¿Cómo se halló el cuerpo muerto?

¿Quién fue el cuerpo muerto?

¿Quién fue el padre o hija o hermano
o tío o hermana o madre o hijo
del cuerpo muerto y abandonado?

¿Estaba muerto el cuerpo cuando fue abandonado?
¿Fue abandonado el cuerpo?
¿Por quién fue abandonado?

¿Estaba desnudo o vestido para un viaje el cuerpo muerto?

¿Qué es lo que decidió que se declarara muerto el cuerpo muerto?
¿Fue usted quien declaró que el cuerpo muerto estaba muerto?
¿Cuánto conocía al cuerpo muerto?
¿Cómo sabía que el cuerpo muerto estaba muerto?

¿Lavó usted al cuerpo muerto?
¿Le cerró los dos ojos?

¿Enterró el cuerpo? 

Harold Pinter


 

 Cuando terminé mi doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, el profesor Houssay, premio Nobel de Medicina, me concedió la beca que anualmente otorgaba la Asociación para el Progreso de las Ciencias, enviándome a trabajar en el Laboratorio Curie. Así llegué a París por segunda vez, en el 38, pero en esta ocasión acompañado por Matilde y nuestro pequeño Jorge Federico, con quienes vivía en un cuartucho ubicado en la rué du Sommerard. El período del Laboratorio coincidió con esa mitad de camino de la vida en que, según ciertos oscurantistas, se suele invertir el sentido de la existencia. Durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre electrómetros y probetas, y anochecía en los bares, con los delirantes surrealistas. En el Dôme y en el Deux Magots, alcoholizados con aquellos heraldos del caos y la desmesura, pasábamos horas elaborando “cadáveres exquisitos”. Uno de los primeros contactos que recuerdo haber hecho con ese mundo que luego me fascinaría, ocurrió en un restaurante griego, sucio pero muy barato, donde acostumbraba a almorzar con Matilde. De pronto vimos entrar a un malayo, alto y flaco, y ella, temió que se sentara con nosotros, lo que el hombre finalmente hizo. Dirigiéndose a mi mujer, dijo en un inconfundible acento cubano: “No tenga miedo, señora, soy una buena persona”; así comenzó la amistad con aquel excepcional pintor: Wifredo Lam. Pronto me vinculé con todo el grupo surrealista de Bretón: Oscar Domínguez, Féret, Marcelle Ferri, Matta, Francés, Tristan Tzara. Una mañana llegó al Laboratorio Cecilia Mossin, con una carta de presentación de Sadosky. Y aunque su intención era trabajar con rayos cósmicos, la disuadí para que se quedara como mi asistente y se la presenté a Irene Juliot Curie, quien la aceptó de inmediato. Entre la bruma de los recuerdos, la veo parada, siempre correcta, con su delantalcito blanco, observando con preocupación ciertos cambios en mi persona. La propia Irene Curie, como una de esas madres asustadas ante un hijo que se descarrila, se alarmaba cuando, aún dormitando, me veía llegar cansado y desaliñado, en horas del mediodía. Pobre, no sabía que el honorable Dr. Jekyll comenzaba a agonizar entre las garras del satánico Mr. Hyde. Una lucha que se debatía en el corazón mismo de Robert Stevenson. Antiguas fuerzas, en algún oscuro recinto, preparaban la alquimia que me alejaría para siempre del incontaminado reino de la ciencia. Mientras los creyentes, en la solemnidad de los templos musitaban sus oraciones, ratas hambrientas devoraban ansiosamente los pilares, derribando la catedral de teoremas. Había dado comienzo la crisis que me alejaría de la ciencia. Porque mi espíritu, que se ha regido siempre por un movimiento pendular, de alternancia entre la luz y las tinieblas, entre el orden y el caos, de lo apolíneo a lo dionisiaco, en medio de ese carácter desdichado de mi espíritu, se encontraba ahora azorado entre la forma más extrema del racionalismo, que son las matemáticas, y la más dramática y violenta forma de la irracionalidad. Muchos, con perplejidad, me han preguntado cómo es posible que habiendo hecho el doctorado en Ciencias Físico-matemáticas, me haya ocupado luego de cosas tan dispares como las novelas con ficciones demenciales como el Informe sobre ciegos, y, finalmente esos cuadros terribles que me surgen del inconsciente. En la mayor parte de los casos, sobre todo en este período de mi existencia, me es imposible explicar a los que me interrogan qué quise decir, o qué representan. Es lo mismo que uno se pregunta cuando ha despertado de un sueño, sobre todo de una pesadilla; tanta es su ilogicidad, sus contradicciones. Pero de un sueño se puede decir cualquier cosa menos que sea una mentira. Es lo que todos los hombres hacen con su doble existencia: la diurna y la nocturna. Un pobre oficinista sueña de noche con asesinar a puñaladas al jefe, y durante el día lo saluda respetuosamente. El ser humano es esencialmente contradictorio, y hasta el propio Descartes, piedra angular del racionalismo, creó los principios de su teoría a partir de tres sueños que tuvo. ¡Lindo comienzo para un defensor de la razón! Algo parecido es el caso del desdichado Isidore Ducasse, uno de los patronos del surrealismo, que en uno de sus primeros Cantos, ya convertido, quién sabe por qué irónico impulso, en el Comte de Lautréamont, hace el elogio de las matemáticas a las que se acercó con indiferencia o quizá con desprecio: Oh, matemática severa, yo no te olvidé, desde que tus sabias lecciones, más dulces que la miel, se filtraron en mi corazón, como una onda refrescante; yo aspiraba instintivamente, desde la cuna, a beber de tu fuente, más antigua que el sol, y aún continúo recordando cómo osé pisar el atrio sagrado de tu solemne templo, yo, el más fiel de tus iniciados. Son muchos los que en medio del tumulto interior buscaron el resplandor de un paraíso secreto. Lo mismo hicieron románticos como Novalis, endemoniados como el ingeniero Dostoievski y tantos otros que estaban destinados finalmente al arte. A mí, como a ellos, la literatura me permitió expresar horribles y contradictorias manifestaciones de mi alma, que en ese oscuro territorio ambiguo pero siempre verdadero, se pelean como enemigos mortales. Visiones que luego expresé en novelas que me representan en sus parcialidades o extremos, a menudo deshonrosas y hasta detestables, pero que también me traicionan, yendo más lejos de lo que mi conciencia me reprocha. Y ahora, desde que mi vista deteriorada me ha impedido leer y escribir, he vuelto al final de mi existencia a aquella otra pasión: la pintura. Lo que probaría, me parece, que el destino siempre nos conduce a lo que teníamos que ser. En medio de la espantosa inestabilidad de esa época conocí a un personaje extraño, el gran pintor español, en realidad canario, Oscar Domínguez. En los frecuentes encuentros en su taller, me insistía para que abandonase las “pavadas” del Laboratorio y me dedicase por completo a la pintura. Pasábamos largas horas literalmente delirando, entre el olor a la trementina y la botella de cognac o de vino que no cesaba de correr por nuestras manos. La instigación al suicidio, por momentos aterradora, era una presencia constante luego de acabar cada botella. Sugerencia que me reiteró un domingo lluvioso, a la vuelta del Marché aux Puces. Yo que le respondí: “No Oscar, tengo otros proyectos”. Sus locuras, sus permanentes divagues eran un espacio de libertad en medio de la estrechez del mundo cientificista. Su desenfreno era capaz de promover las ocurrencias más disparatadas. En un tiempo, se había dedicado a la investigación, dentro del dominio de la escultura, para obtener superficies “litocrónicas”. Como yo venía de la física, inventé esa palabra que significa “petrificación del tiempo”, broma que se me ocurrió basándome en la conocida yuxtaposición, hecha por Oscar, de la Venus de Milo con un violín. Le sugerí entonces la posibilidad de forrar la escultura con una fina y elástica tela para luego desplazar el violín en diferentes formas, y lograr así lo que él denominó en su jerga “anquietanz”. El texto completo salió publicado en Minotaure, y quedó para mí como testimonio de un tiempo de crisis. Sin embargo, Bretón lo elogió con su acostumbrada solemnidad, sin advertir que era una mezcla de disparate y humor negro; lo que prueba, por otro lado, la ingenuidad de ese gran poeta que, en una delirante mezcla de materialismo dialéctico y Lautréamont, pretendía disimular su falta de rigor filosófico. En otra oportunidad, Domínguez me habló de un amigo que pintaba la cuarta dimensión y, aunque trató de convencerme, le dije que era algo imposible de pintar. Pero cómo explicarle, si Oscar prácticamente no sabía multiplicar, y yo lo adoraba precisamente por esa clase de ignorancias. Hasta que un día lo acompañé al taller de su amigo, un muchachote más bien bajo y menudo, que me mostró sus cuadros. Me gustó mucho lo que hacía pero les dije que no era la cuarta dimensión, ni cosa que se le pareciera, que necesitaban del conocimiento de matemáticas superiores para comprender el fundamento. Durante muchos años perdí de vista al joven pintor amigo de Domínguez, hasta que en 1989, cuando viajé a París con motivo de mi exposición en el Foye del Centre Pompidou, reencontré con profunda alegría a aquel ser generoso y de curioso talento que es Matta. Mantiene el encanto que le había conocido, y está acompañado ahora por la hermosa Germain. Esa misma tarde cenamos juntos, y recordamos con emoción a personas y acontecimientos que nos acompañaron en un tiempo fundamental de nuestras vidas. En esa exposición el gran pensador surrealista Maurice Nadeau tuvo la generosidad de participar en un homenaje que se me hizo. Cuando me contacté con el surrealismo ya se vivía de la nostalgia de lo que habían producido sus más grandes representantes. Acabada la Primera Guerra, la necesidad de destruir los mitos de la sociedad burguesa fue el suelo fértil para el demoledor espíritu de los surrealistas. Pero luego de la bomba atómica, los campos de concentración y sus seis millones de muertos, esos hombres no supieron cómo reconstruir un mundo en ruinas. Nunca el espíritu destructivo en sí mismo es beneficioso, Hitler, espantosamente lo demostró. Y cuando luego de la guerra, en 1947, volví a París, al provenir de una ciudad como Buenos Aires que no había sufrido ningún efecto directo de la catástrofe, tuve una dolorosa impresión. La encontré triste y, cosa curiosa, uno de los detalles que más me deprimió, quizá por su valor simbólico, fue encontrarme un sábado lluvioso y gris en un café desmantelado. Recordé entonces aquellas montañas de medialunas y brioches que se veían en los mostradores de cualquier café de barrio. Pero, sobre todo, la mayor tristeza fue ver a Bretón, que no se resignaba a dejar en paz el cadáver de su movimiento. Sin embargo, el surrealismo tuvo el alto valor de permitirnos indagar más allá de los límites de una racionalidad hipócrita, y en medio de tanta falsedad, nos ofreció un novedoso estilo de vida. Muchos hombres, de ese modo, hemos podido descubrir nuestro ser auténtico. Por eso mi aspereza, y hasta mi indignación, ante los mistificadores que lo ensuciaron, como Dalí, pero también mi reconocimiento a todos los hombres trágicos que han salvaguardado lo que de verdadero hubo en ese importante movimiento. Como aquel alocado, violento Domínguez, uno de los pocos personajes surrealistas que quise. Surrealista en su modo de concebir y resistir la existencia. Pasó la última etapa de su vida entre las drogas, el alcohol y las mujeres. Hasta que se suicidó una noche cortándose las venas, y con su sangre manchó la tela colocada sobre su caballete.

Ernesto Sabato

viernes, 30 de mayo de 2025



 

"De aquellas personas que considerabas cuerdas, poco a poco, sutilmente, la locura se revela."

Ahora vamos al análisis:

1. Tema central: la percepción de la locura

La frase sugiere que la locura no siempre es evidente o explosiva. En cambio, puede estar latente, escondida tras una fachada de cordura que, con el tiempo, se agrieta y deja ver lo que había debajo.

2. El uso de "considerabas cuerdas"

Esto implica un juicio personal previo. El hablante pensaba que esas personas eran racionales, equilibradas. Hay una carga subjetiva: el cambio no está necesariamente en ellas, sino también en la percepción del hablante.

3. "Poco a poco, sutilmente"

Estos adverbios le dan a la frase una sensación de progresión invisible. No se trata de una locura que estalla de golpe, sino de algo que se va infiltrando lentamente en la conciencia de quien observa.

4. "La locura se revela"

Aquí, la locura es casi una fuerza independiente, con voluntad propia. No es algo que ocurre, sino algo que se revela, como si se quitara un velo o máscara. Sugiere inevitabilidad: siempre estuvo ahí, sólo que no se veía.


Interpretación más amplia:

La frase puede leerse como una reflexión sobre la fragilidad de la mente humana, o sobre la delgada línea entre cordura y locura. También puede entenderse como una crítica al juicio que hacemos sobre los demás: lo que llamamos "cordura" quizá sea sólo una máscara social.

 La frase "No hay nada fuera del texto" es una idea asociada al filósofo francés Jacques Derrida, particularmente en el contexto de su teoría de la deconstrucción. La expresión proviene de su obra De la gramatología (1967), donde escribe "Il n'y a pas de hors-texte" (en francés, literalmente "No hay fuera de texto"). 

Sin embargo, esta frase ha sido objeto de múltiples interpretaciones y debates. A continuación, te explico su significado de manera clara y concisa:

Contexto y significado

Todo es texto: Derrida no está diciendo que no exista una realidad material fuera de las palabras, sino que nuestra comprensión del mundo está mediada por el lenguaje, los signos y los textos. Todo lo que percibimos, interpretamos o comunicamos está enmarcado dentro de sistemas de significación (textos, en un sentido amplio). Por lo tanto, no podemos acceder a una "realidad pura" sin que esta sea filtrada por el lenguaje o la interpretación.

Deconstrucción del significado: La frase subraya que los textos (ya sean escritos, orales o culturales) no tienen un significado fijo o absoluto. El significado se construye a través de las relaciones entre signos dentro del texto y está sujeto a interpretaciones infinitas. No hay un "afuera" del texto que proporcione una verdad última o un referente inmutable.

Crítica a la metafísica: Derrida desafía la idea de que hay una verdad trascendental o una esencia fija más allá del lenguaje. Por ejemplo, conceptos como "Dios", "verdad" o "realidad" solo pueden ser entendidos a través de los sistemas lingüísticos y culturales que los producen, no como entidades independientes del texto.

Contexto infinito: El "texto" en Derrida no se limita a un libro o escrito, sino que incluye cualquier sistema de signos, como discursos, símbolos, culturas o incluso la propia experiencia humana. Todo está interconectado en una red de significados, y no hay un punto de referencia absoluto fuera de esta red.

Malentendidos comunes

No es un rechazo de la realidad: Derrida no niega la existencia del mundo físico, como a veces se malinterpreta. Más bien, sostiene que nuestra manera de conocer y hablar sobre ese mundo siempre está mediada por el lenguaje.

No es un nihilismo: La frase no implica que "nada importa" o que todo es relativo, sino que invita a analizar cómo se construyen los significados dentro de los textos y cómo estos están sujetos a contradicciones y ambigüedades.

Ejemplo práctico

Imagina que lees un poema. Según Derrida, el significado del poema no está en una "intención" fija del autor ni en una verdad universal fuera del poema. El significado surge de las palabras del poema, su contexto, las interpretaciones del lector y las conexiones con otros textos (como la cultura o la historia). No puedes salir del "texto" (el sistema de signos) para encontrar un significado absoluto, porque incluso tus ideas sobre el mundo están formadas por otros textos.

Conclusión

No hay nada fuera del texto" significa que nuestra comprensión de la realidad está inseparablemente ligada al lenguaje y los sistemas de significación. Todo lo que conocemos, pensamos o expresamos está dentro de un "texto" en sentido amplio, y no hay un punto de vista privilegiado o una verdad absoluta que escape a esta mediación. Es una invitación a analizar críticamente cómo se construyen los significados y a reconocer la complejidad de la interpretación.

 La verdad del universo es que no hay una sola verdad.

Lo que hay son millones de perspectivas que giran, chocan, se abrazan o se ignoran…
y en medio de todo eso, tú estás vivo, preguntando, sintiendo, buscando.

La materia que forma galaxias es la misma que forma tus células.
El tiempo que desgasta planetas también talla tus pensamientos.
Y lo más increíble: de todo lo que existe, tú eres una de las pocas cosas que puede preguntarse por qué.

Tal vez no estamos aquí para conocer una verdad final, sino para crear sentido,
amar aunque no entendamos,
y resistir la oscuridad con pequeños actos de claridad.

jueves, 29 de mayo de 2025


 Creció sola, en un rincón cualquiera del mundo. Entre el concreto y el polvo, en el mismo lugar donde corren los días y las personas sin mirar. Una flor, apenas visible para muchos, brotó como un acto de rebeldía de la naturaleza: sin permiso, sin ruido, sin necesidad de aprobación. Era, simplemente, bella.


La primera vez que la vi fue como una pausa en medio del movimiento. No era más grande que mi palma, pero tenía ese brillo silencioso que sólo poseen las cosas que no buscan atención. Al día siguiente, ya no estaba. La habían arrancado. Tal vez alguien pensó que le serviría para adornar su casa, o simplemente la cortó por costumbre, sin detenerse a pensar.

Días después, la flor volvió a crecer, como si quisiera insistir en su derecho a existir. Pero otra vez fue destruida. Y eso, más que tristeza, me provocó una decepción difícil de explicar. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar que algo bello exista en paz? ¿Por qué pensamos que todo lo que no entendemos o no nos pertenece debe ser tomado o eliminado?

Hay una forma de violencia silenciosa que ocurre cuando pasamos por alto lo que debería inspirarnos respeto. Una flor en la tierra pública no es de nadie, pero por lo mismo es de todos. Y lo que es de todos no debería ser tratado con menos cuidado, sino con más.

No se trata sólo de una flor. Se trata de cómo miramos el mundo. Si aprendemos a respetar lo pequeño, lo frágil, lo que no nos grita para ser visto, tal vez también aprendamos a ser mejores entre nosotros. La belleza que no nos pertenece merece ser respetada, justamente porque está ahí para recordarnos que no todo tiene que ser útil o nuestro para tener valor.

La humanidad no está perdida mientras alguien se detenga a mirar una flor. Pero ojalá más personas decidan no cortarla.


 

 Me gusta la gente simple

aunque yo soy complicado
la gente de casa pobre
y corazón millonario

La que todavía suda,
la que se rompe las manos,
la que se juega la vida por el pan de sus hermanos

Me gusta la gente simple
que al vino le llama vino,
la que al pan le llama pan
y enemigo al enemigo

La que se da por entero y no tiene intermediarios
la que comparte conmigo el respeto a los milagros

Me gusta la gente simple,
que se levanta temprano,
porque hay que limpiar la calle,
pintar el frente al mercado,
bajar del camión la fruta,
repartir los telegramas,
servir el café, la sopa, pescar,
embolsar la papa,
cortar el árbol preciso para hacer una guitarra
con la que un día el cantor, caminará por la patria
contando la gente simple,
que sin ella no hay nada,
ni siquiera la milonga
que en el mundo me declara

Me gusta la gente simple
que hace la silla y la mesa,
los zapatos de mi madre,
el vestido de Teresa

La que ríe fácilmente,
la que fácilmente llora,
la que inocente confía
que un día cambien las cosas
Me gusta la gente simple
aunque yo soy complicado.

Facundo Cabral


 


La mayor influencia de Schopenhauer reside en su profundo pesimismo filosófico y en su teoría de la "voluntad" como principio fundamental de la existencia. Su obra "El mundo como voluntad y representación" sentó las bases para la idea de que la vida es esencialmente un proceso de deseo y sufrimiento, y que la verdadera felicidad reside en la renuncia a la voluntad de vivir. 

miércoles, 28 de mayo de 2025



 

 La frase “Un hombre triste nunca cabe en ningún lugar, pero en él caben todos los vacíos” encierra una poderosa paradoja que expone una dimensión existencial del sufrimiento humano. Es una afirmación poética, pero también profundamente filosófica: habla de la dislocación del individuo triste respecto al mundo y, al mismo tiempo, de su infinita capacidad para albergar ausencias.

La primera parte, “Un hombre triste nunca cabe en ningún lugar”, expresa un sentimiento de alienación. El sujeto triste se vuelve inadecuado para cualquier entorno. No se trata solamente de una exclusión social, sino de una desconexión más profunda: emocional, espiritual y hasta ontológica. La tristeza, cuando es honda, modifica la percepción de la realidad. Todo lugar parece demasiado ajeno, o demasiado lleno de lo que ya no se tiene. Esta sensación de no pertenecer en ningún espacio puede reflejar tanto una pérdida concreta (una persona, un sueño, una etapa de vida), como un vacío más abstracto: la falta de sentido.

La segunda parte, “pero en él caben todos los vacíos”, revierte la imagen inicial: si bien el hombre triste no encaja en ninguna parte, dentro de él hay lugar para todas las ausencias. Esta inversión convierte al sujeto en un receptáculo de carencias. Su identidad ya no se define por lo que posee, sino por lo que le falta. Sin embargo, esto no lo hace menos real; al contrario, lo hace más humano. Ser capaz de contener vacíos implica sensibilidad, memoria, deseo. El dolor lo agranda. El hombre triste se vuelve inmenso por dentro: lleno de ecos, de silencios, de huecos sin nombre.

Hay una belleza sombría en esta contradicción. Lo que no cabe en ninguna parte –el sufrimiento, la ausencia, la pérdida– sí cabe en el corazón de quien lo padece. Y quizás por eso no cabe él en ningún sitio: porque lleva dentro todo lo que falta, y esa carga descompone cualquier equilibrio externo.

En síntesis, esta frase puede leerse como una reflexión sobre la fragilidad humana. Nos recuerda que el dolor profundo descoloca, pero también amplía. El hombre triste es, en cierta forma, el mapa de todo lo que ha desaparecido, y en esa cartografía silenciosa se revela una verdad esencial: la tristeza no solo aísla, también da forma, profundidad y, paradójicamente, capacidad para comprender los vacíos de los demás.

“Un hombre triste nunca cabe en ningún lugar, pero en él caben todos los vacíos”.

Rodrigo López Colin

 «La inteligencia moderna está en total confusión. El conocimiento se ha vuelto tan difuso que el mundo y la mente han perdido todo punto de referencia. Es un hecho que sufrimos de nihilismo. Pero lo más asombroso son las advertencias de "volverse hacia atrás". Regreso a la Edad Media, a la mentalidad primitiva, a la tierra, a la religión, al arsenal de soluciones gastadas. Para otorgar una sombra de eficacia a esas panaceas habría que actuar como si los conocimientos adquiridos hubieran dejado de existir, como si no hubiéramos aprendido nada, y pretender, en definitiva, borrar lo imborrable. Deberíamos cancelar la aportación de varios siglos y las adquisiciones incontrovertibles de una mente que finalmente ha recreado el caos en propio. Eso es imposible. Para curarnos, debemos hacer las paces con esta lucidez, esta clarividencia. Debemos tener en cuenta los atisbos que hemos tenido de repente en nuestro exilio. La inteligencia está en confusión no porque el conocimiento haya cambiado todo sino porque no puede aceptar ese cambio. No se ha "acostumbrado a esa idea". Cuando esto suceda, la confusión desaparecerá. No quedará nada más que el cambio y el claro conocimiento que la mente tiene de él. Hay toda una civilización para ser reconstruida.»


Albert Camus

martes, 27 de mayo de 2025

 


 Ahora estoy de regreso.

Llevé lo que la ola, para romperse, lleva
—sal, espuma y estruendo—,
y toqué con mis manos una criatura viva;
el silencio.

Heme aquí suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.

Rosario Castellanos


 

Soy la conciencia rodeada de inconciencia
Soy la soledad acompañada de frivolidad
Miro al insecto, lo honro con la mirada, y sigo mi camino

Este breve poema tiene una carga existencial fuerte y transmite una sensación de disociación entre el ser y el entorno. Aquí va un análisis por partes:

1. “Soy la conciencia rodeada de inconciencia”

Interpretación: El hablante se percibe como una entidad lúcida en medio de un mundo insensible o dormido. Esto puede reflejar una sensación de superioridad, pero también de aislamiento: estar despierto entre quienes no lo están.

Tono: Reflexivo, tal vez resignado.

Tema: La lucidez como carga; el conocimiento que separa.

2. “Soy la soledad acompañada de frivolidad”

Interpretación: Hay un contraste entre una soledad profunda (interna) y una compañía superficial (externa). La “frivolidad” sugiere relaciones o entornos banales que no mitigan esa soledad.

Tensión: Entre lo interno y lo externo, lo esencial y lo superficial.

3. “Miro al insecto y sigo mi camino”

puede interpretarse ahora como un gesto de respeto silencioso: el hablante observa sin dañar, sin intervenir, y continúa. No es indiferencia, sino una forma de reconocimiento humilde: el insecto tiene su lugar, y no se le molesta.

Esto contrasta hermosamente con la frialdad del entorno humano (frivolidad, inconciencia), ya que el único momento donde aparece un atisbo de aprecio es en ese gesto hacia lo natural.

Conclusión general:
El poema construye una imagen de una persona consciente y solitaria en un mundo banal, que observa sin inmutarse y continúa su camino. Es una meditación sobria sobre la lucidez, la alienación y el vacío de lo que lo rodea.

Nueva lectura del cierre:
La conciencia del hablante no solo lo aísla, sino que también lo conecta con lo esencial, con la vida en su forma más pura y vulnerable. En un mundo banal, el insecto —insignificante para muchos— merece su mirada.

lunes, 26 de mayo de 2025

 La belleza… esa aparición fugaz que nos salva y nos condena al mismo tiempo.

La vi en los ojos de una muchacha en Oaxaca, bailando la Guelaguetza, y la vi también en las ruinas de Tenochtitlán, donde el esplendor fue derrotado por la avaricia. Porque la belleza en México —y tal vez en toda América— está siempre herida, siempre en lucha, como una flor que crece entre piedras coloniales y helicópteros modernos.

La belleza no es el orden. Es el relámpago en medio del caos. Es el rostro de Quetzalcóatl en un muro de concreto, la sombra de Sor Juana entre pantallas digitales, el jade del pasado convertido en lágrima del presente.

¿Qué es la belleza sino la nostalgia de lo que no tuvimos? El arte intenta atraparla, la literatura intenta nombrarla, pero siempre se nos escapa. La belleza es un fantasma generoso: se deja ver, pero no se deja poseer. Cuando creemos que la tenemos entre las manos, ya estamos hablando del recuerdo, no de la presencia.

La juventud cree que la belleza es superficie. La ve en los labios, en las caderas, en la piel tensa. Pero con los años entendemos: la belleza verdadera es la que sobrevive al espejo, la que no se marchita con la carne. Es la mirada que contiene siglos, la voz que pronuncia verdades aunque tiemble.

Y aun así, la belleza no consuela. Porque nos recuerda lo que no dura. Es el eterno ensayo general de lo eterno en el teatro de lo perecedero.

Escribimos —yo escribo— no para atrapar la belleza, sino para dialogar con su sombra. Porque quizás eso sea el arte: una conversación con lo que se está yendo, con lo que no volverá, con lo que duele precisamente por ser tan bello.




 

 "El viaje no termina jamás. Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro viaje".


Saramago


 

 Lo más delicado del mundo

    puede con lo más duro del mundo.
    Lo que no tiene sustancia
    penetra donde no hay espacio.
    Esto muestra el valor de la no-acción.
    Enseñar sin palabras,
    realizar sin acciones:
    este es el modo del Maestro.

Lao Tse

domingo, 25 de mayo de 2025

 "Enfadada, se dirigió a la administración del cementerio. Allí le dijeron que, al expirar el plazo de alquiler, las tumbas se liquidan automáticamente. Les reprochó que no le hubieran advertido previamente que debía prolongar el alquiler y le respondieron que tenían poco sitio en el cementerio y que LOS MUERTOS VIEJOS DEBÍAN DEJAR SITIO A LOS MUERTOS JÓVENES. Aquello la indignó y les dijo que no sabían una palabra de humanidad y respeto por las personas, pero comprendió que la conversación era inútil. Del mismo modo en que no había podido impedir la muerte de su marido, ahora se encontraba igualmente desarmada ante su segunda muerte, esa muerte de "muerto viejo" que ya no puede existir ni siquiera como muerto." (págs. 187-188)


Milan Kundera

 


 Vamos a desarrollar cómo distinguir si una persona realmente no puede cambiar o si simplemente no ha sabido (o querido) hacerlo aún. Para eso, hay que considerar cinco factores:


1. Grado de conciencia

¿La persona reconoce el problema?

Si no lo reconoce, difícilmente cambiará.

Si sí lo reconoce, pero no actúa, ya hay algo de responsabilidad.

> Ejemplo: alguien que dice "sé que bebo demasiado, pero no me importa" está decidiendo no cambiar, y eso indica una falta de voluntad más que una incapacidad.

2. Acceso a recursos y estrategias

¿Sabe cómo cambiar?

Muchos no cambian porque no tienen herramientas mentales, apoyo o información suficiente.

¿Ha probado métodos o solo lo ha intentado "a su manera"?

> Ejemplo: alguien con sobrepeso que dice "ya intenté todo", pero solo dejó de cenar durante una semana, no ha intentado realmente lo que se sabe que funciona.


3. Condicionamientos fuertes o trastornos

¿Tiene un trastorno (adicción, depresión, TCA, etc.)?

En esos casos, la capacidad de decisión está limitada, y juzgar sin matices es injusto.

Pero incluso aquí, la persona sigue teniendo responsabilidad en buscar ayuda o permitir que la ayuden.

> La diferencia clave es que el cambio requiere más apoyo externo y tiempo, pero no es imposible.


4. Ambiente y contexto

¿Está rodeado de personas, lugares o situaciones que lo empujan al mal hábito?

El contexto puede ser tan potente como una droga.

Pero incluso así, buscar cambiar de ambiente o reducir su influencia también es parte de la responsabilidad personal.


5. Nivel de esfuerzo sostenido

¿Lo ha intentado de forma seria, constante y prolongada?

Si nunca ha sostenido el esfuerzo, es precipitado decir que "no puede".

El cambio casi siempre requiere incomodidad, recaídas y paciencia.


 

 ¿Sabes qué es la melancolía?

La melancolía es un sentimiento pálido que se estaciona en el alma como la niebla, y todos alguna vez la padecemos. La melancolía es como una sensación de aislamiento, de aislamiento voluntario, y allí está su peligro, porque el melancólico desea la resurrección de lo que murió. Por eso es una enfermedad maligna, pues hace perder el valioso tiempo. Recuerda siempre: el tiempo no es oro, el tiempo es vida. Nunca pierdas tu tiempo. Por eso la melancolía es de gente que va acabando, y si alguna vez te ataca, no quiero que te acabe.

Pita Amor

sábado, 24 de mayo de 2025

 El sucesor inmediato de Tales, fue otro jonio, Anaximandro, quien arguyó que la realidad física última del universo no podía ser una sustancia tangible (una idea que no estaba tan lejos de la verdad, como se descubriría mucho más tarde). Anaximandro sustituyó el agua por un «algo indefinido» sin propiedades químicas tal como nosotros las concebimos, aunque propuso lo que denominó «oposiciones»: la calidez y la frialdad, la humedad y la sequedad, por ejemplo. Esto puede considerarse un paso adelante hacia el concepto de la «materia» en general. Anaximandro también tenía una teoría de la evolución. Rechazaba la idea de que los seres humanos derivaban indirectamente de los dioses y los titanes (los hijos de Urano, una familia de gigantes) y pensaba que todas las criaturas vivas se habían originado en un principio en el agua, «cubiertas con conchas llenas de púas». Luego, al secarse parte del mar, algunas de estas criaturas salieron a la tierra, donde sus conchas se rompieron para dar origen a nuevos tipos de animales. En este sentido, Anaximandro creía que «en un principio el hombre había sido un pez».[561] Nuevamente estamos ante un hito histórico e intelectual cuya trascendencia es difícil de exagerar: el rechazo de los dioses y de los mitos como forma de explicarlo todo y los comienzos de la observación como base de la razón. El que el hombre descendiera de otros animales y no de los dioses suponía, como podemos imaginar, una enorme ruptura con la mentalidad pasada.

Peter Watson 


 

 Una de las sincronías más famosas y difíciles de atribuir simplemente al azar fue documentada por el psicólogo y estadístico suizo C.G. Jung, pero hay otras igual de desconcertantes. Aquí te dejo una que ha fascinado tanto a racionalistas como a creyentes:


El caso de Anthony Hopkins y el libro perdido

Cuando Hopkins fue contratado para protagonizar la película The Girl from Petrovka, intentó conseguir el libro en que se basaba (una novela poco conocida de George Feifer). No lo encontraba en ninguna librería de Londres. Finalmente, mientras estaba en una estación de metro, vio un libro abandonado en un banco. Era justamente The Girl from Petrovka.

Más increíble aún: cuando se encontró con el autor semanas después, Feifer le contó que había perdido su única copia anotada del manuscrito en Londres… y era precisamente la que Hopkins había encontrado (con las mismas anotaciones en los márgenes).

¿Es explicable?

Desde una perspectiva puramente estadística, es posible, pero el nivel de precisión y la cadena de eventos lo hace extremadamente improbable. Si uno quiere verlo como sincronicidad, parece una especie de "convergencia significativa" entre intención, azar y destino.

Este tipo de casos rozan el límite de lo explicable sin salirte del marco racional, pero tampoco obligan a caer en supersticiones. Son, en todo caso, recordatorios de que la realidad tiene capas de complejidad que a veces se manifiestan de forma casi poética.


 

 «Me siento mal físicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone. Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido. Morir, después de haber sentido y no ser nada».


Teresa Wilms Montt

viernes, 23 de mayo de 2025



 

 "No hago visitas ni frecuento sociedad alguna, ni en habitaciones ni en cafés. Hacerlo sería sacrificar mi unidad interior, permitirme conversaciones inútiles, robar tiempo, si no de mis razonamientos y de mis proyectos, al menos de mis sueños, que siempre son más bellos que las conversaciones de los demás".


Fernando Pessoa

 



 *¿Somos responsables de nuestras emociones? Un análisis sobre la naturaleza y el manejo de lo emocional**  


### **Introducción**  
Las emociones son experiencias psicofisiológicas que influyen en nuestros pensamientos, decisiones y comportamientos. Desde la alegría hasta la ira, estas respuestas internas moldean nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones. Sin embargo, surge una pregunta fundamental: **¿somos realmente responsables de nuestras emociones?** Para responderla, primero debemos comprender qué son las emociones, cómo se originan y hasta qué punto podemos controlarlas.  

---  

### **1. ¿Qué son las emociones?**  
Las emociones son reacciones complejas que involucran:  
- **Componente fisiológico**: Cambios corporales (ej. aceleración del ritmo cardíaco al sentir miedo).  
- **Componente cognitivo**: La interpretación subjetiva de un estímulo (ej. considerar una situación como amenazante).  
- **Componente conductual**: La expresión de la emoción (ej. llorar de tristeza o reír de felicidad).  

Teorías como la de **James-Lange** (las emociones surgen de la percepción de cambios corporales) o la de **Schachter-Singer** (las emociones requieren una etiqueta cognitiva) destacan su naturaleza multifactorial.  

---  

### **2. Responsabilidad emocional: ¿Control o influencia?**  
El debate sobre si somos responsables de nuestras emociones se centra en dos perspectivas:  

#### **a) Las emociones como respuestas automáticas**  
Algunas emociones son innatas (ej. el miedo a un ruido fuerte) y están ligadas a la supervivencia. En estos casos, la responsabilidad directa es limitada, pues son reacciones rápidas y subconscientes.  

#### **b) El papel del aprendizaje y la regulación**  
Aunque no elegimos sentir una emoción espontánea, **sí somos responsables de cómo la gestionamos**. La **inteligencia emocional** (Goleman, 1995) enfatiza que:  
- Podemos identificar y nombrar emociones.  
- Podemos modificar su intensidad o duración mediante estrategias como la reevaluación cognitiva o la meditación.  

Ejemplo: Ante un insulto, la ira puede surgir de forma automática, pero decidir si actuar con violencia o con asertividad depende de nosotros.  

---  

### **3. Factores que influyen en las emociones**  
No somos islas emocionales; nuestro contexto afecta lo que sentimos:  
- **Cultura**: Algunas sociedades fomentan la expresión de ciertas emociones y reprimen otras.  
- **Experiencias pasadas**: Un trauma puede desencadenar respuestas emocionales intensas ante estímulos similares.  
- **Neuroquímica**: Desequilibrios en neurotransmisores (ej. serotonina) pueden predisponer a la depresión.  

Sin embargo, incluso con estos factores, **la responsabilidad radica en cómo respondemos a ellos** (ej. buscar terapia para manejar un duelo).  

---  

### **4. Consecuencias de negar la responsabilidad emocional**  
Adoptar una postura de víctima ("no puedo evitar enojarme") tiene riesgos:  
- Conflictos interpersonales: Culpar a otros por nuestras reacciones daña relaciones.  
- Estancamiento personal: Sin autoregulación, repetimos patrones dañinos.  

En cambio, asumir la responsabilidad **empodera**: nos permite elegir respuestas alineadas con nuestros valores.  

---  

### **Conclusión**  
No somos responsables de las emociones iniciales e involuntarias, pero **sí de cómo las procesamos y expresamos**. La conciencia emocional, junto a herramientas como la terapia o el mindfulness, nos permite transformar reacciones impulsivas en acciones deliberadas. En última instancia, aunque no controlemos el viento emocional, podemos ajustar las velas de nuestro comportamiento.  

**Reflexión final**: La libertad emocional no es la ausencia de emociones difíciles, sino la capacidad de navegarlas con sabiduría.

jueves, 22 de mayo de 2025



 


 


 

 “La belleza llama a la catástrofe del mismo modo que los campanarios atraen el rayo...el energúmeno que lanza un bote de pintura acrílica al último autorretrato de Rembrandt, o el que ataca con un martillo la madona de Miguel Ángel, obedecen todos ellos, sin saberlo, a una misma pulsión. 

Un día, hace ya tiempo, un pequeño percance me hizo intuirlo. Estaba escribiendo en un café...
El ruido de las conversaciones no me molestaba, ni siquiera la radio que bramaba en un rincón; había vomitado ininterrumpidamente durante toda la mañana melodías de moda, cotizaciones de Bolsa, música de fondo, resultados deportivos, una charla sobre la fiebre aftosa de los bovinos, de nuevo melodías, y todo ese batiburrilo auditivo manaba como agua caliente que se escapa de un grifo mal cerrado. ¡De pronto, milagro! Por una razón inexplicable, esta vulgar rutina radiofónica dio paso sin solución de continuidad a una música sublime: los primeros compases del quinteto para clarinete de Mozart se enseñorearon de nuestro pequeño espacio con serena autoridad, transformando ese café en una antesala del Paraíso. Pero no se puede decir que los otros clientes, ocupados hasta ese momento en charlar, jugar a las cartas o leer la prensa, fuesen sordos: al oír aquellos acentos celestiales, se miraron estupefactos. Pero su desazón no duró más de unos segundos: para alivio de todos, se levantó resueltamente uno de ellos, fue a girar el mando de la radio y cambió de emisora, restableciendo así una oleada de ruido más familiar y tranquilizador, que cada uno pudo ignorar de nuevo tranquilamente. 
En ese momento se me impuso una evidencia que no me ha abandonado jamás desde entonces: los verdaderos filisteos no son una gente incapaz de reconocer la belleza, pues claro que la reconocen y muy bien, la detectan al instante, y con un olfato tan infalible como el del esteta más sutil, pero es para poder caer inmediatamente sobre ella con el fin de ahogarla antes de que pueda entrar en su universal imperio de fealdad. Pues la ignorancia, el oscurantismo, el mal gusto o la estupidez no son fruto de simples carencias, sino de otras tantas fuerzas activas, que se afirman furiosamente a la menor oportunidad, y no toleran ninguna excepción a su tiranía. El talento inspirado siempre es un insulto a la mediocridad. La necesidad de rebajarlo todo a nuestro miserable nivel, de mancillar, burlarse y degradar todo cuanto nos domina por su esplendor es probablemente uno de los rasgos más desoladores de la naturaleza humana.”

—Simon Leys 

miércoles, 21 de mayo de 2025

 -Entonces tendrás que leer de otra manera...

-¿Cómo?
-No sirve la misma forma para todos. Cada uno inventa la suya, la suya propia; hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la otra margen es lo que importa. 
A no ser...
-¿A no ser qué?...
-A no ser que esos tales ríos no tengan dos orillas sino muchas, que cada persona que lee sea su propia orilla, y que sea sólo suya la orilla a la que tendrá que llegar”

-José Saramago.

Archivo del blog

Buscar este blog