domingo, 1 de junio de 2025

 Harold Pinter, dramaturgo y poeta británico galardonado con el Premio Nobel de Literatura, es conocido por su manejo del silencio, la ambigüedad y la tensión subterránea. Su poema “The Dead Body” es una muestra de su dominio del lenguaje como herramienta de desconcierto y crítica. A través de una serie de preguntas repetitivas y aparentemente sencillas, Pinter construye una atmósfera inquietante que descompone el sentido común, desestabiliza la lógica narrativa y revela una dimensión profundamente absurda de la existencia humana.

El poema inicia con una secuencia de interrogantes básicos: “¿Dónde se halló el cuerpo muerto? ¿Quién halló el cuerpo muerto?” Estas preguntas evocan el tono de una investigación policial, pero rápidamente se disuelven en una lógica circular que impide cualquier conclusión. Al insistir en las mismas estructuras sintácticas —“¿Estaba el cuerpo muerto cuando fue hallado?”— Pinter no busca respuestas, sino que enfatiza la incapacidad del lenguaje para proporcionar certezas. En lugar de avanzar hacia una verdad, el poema gira en torno a un vacío cada vez más evidente.

Uno de los elementos más potentes del poema es la despersonalización de la figura central: el cuerpo muerto. No se trata de una persona con identidad, historia o emociones, sino de un objeto anónimo sobre el que se hacen preguntas impersonales. Incluso cuando el poema interroga sobre los vínculos familiares del cuerpo —“¿Quién era el padre o la hija o el hermano...?”— el tono sigue siendo clínico, casi burocrático. Esta frialdad deliberada puede leerse como una crítica a la manera en que las instituciones y los discursos oficiales (como el legal o el mediático) deshumanizan la muerte, convirtiéndola en un hecho administrativo más que en una tragedia íntima.

Pinter también introduce un juego con la temporalidad y la causalidad. Preguntas como “¿Estaba muerto el cuerpo cuando fue abandonado?” o “¿Fue abandonado el cuerpo?” invierten el orden lógico que solemos dar por sentado. ¿Qué ocurre primero: la muerte o el abandono? ¿Puede un cuerpo ser abandonado si aún está vivo? Esta inversión perturba nuestra percepción de la realidad y nos recuerda la fragilidad de nuestras estructuras racionales frente al absurdo.

En un nivel más profundo, “The Dead Body” puede leerse como una meditación sobre la indiferencia humana ante el sufrimiento ajeno. Nadie en el poema parece afectado emocionalmente por la presencia del cuerpo. Las preguntas no buscan justicia, ni redención, ni duelo. Se limitan a una curiosidad seca, como si el cuerpo fuera apenas una anomalía que debe ser registrada y archivada. Esta indiferencia resuena con la obra teatral de Pinter, donde la violencia suele aparecer de forma banal y los personajes reaccionan con una pasividad desconcertante.

En conclusión, “The Dead Body” es un poema breve pero profundamente perturbador. Con recursos mínimos —la repetición, la inversión lógica, la neutralidad emocional— Pinter pone en crisis nuestras formas de entender la muerte, el lenguaje y la relación con el otro. Como en gran parte de su obra, el silencio que rodea al cuerpo muerto dice tanto como las palabras que se pronuncian: un silencio lleno de sentido, pero también de vacío.

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