La relación entre pensamientos y depresión es bidireccional: los pensamientos pueden provocar la depresión y también empeorarla, y a su vez la depresión genera pensamientos negativos. Vamos por partes:
1. ¿La depresión puede surgir por los pensamientos?
Sí. Pensamientos negativos crónicos pueden contribuir al desarrollo de la depresión. Por ejemplo:
“No sirvo para nada”
“Nunca voy a mejorar”
“A nadie le importo”
Estos
pensamientos no son solo emociones pasajeras, sino creencias profundas
que, mantenidas en el tiempo, afectan el cerebro, el cuerpo y la
conducta.
> Esto es la base de la terapia cognitivo-conductual (TCC): cambiar la forma de pensar puede cambiar el estado emocional.
2. ¿La depresión genera pensamientos negativos?
También. Cuando alguien ya está deprimido:
El cerebro pierde flexibilidad para ver matices.
Se filtra la realidad: todo parece malo, sin solución.
Aumenta la autocrítica, la culpa, la desesperanza.
> Es como si la depresión “secuestrara” la mente y distorsionara la percepción de uno mismo y del mundo.
3. ¿Entonces en qué momento empieza?
Hay distintos orígenes posibles:
Cognitivo-emocional: pensamientos y emociones mal gestionados por mucho tiempo.
Biológico: cambios en neurotransmisores, genética, sueño, alimentación, etc.
Situacional: pérdida, abuso, aislamiento, estrés crónico.
Pero
en todos los casos, los pensamientos negativos mantienen y agravan el
estado depresivo, incluso cuando no fueron la causa principal.
4. ¿Qué se puede hacer?
Identificar los pensamientos distorsionados (ej. generalización, catastrofismo, lectura de mente).
Desafiarlos racionalmente.
Cambiar el lenguaje interno (por ejemplo: “estoy luchando con esto” en lugar de “soy un fracaso”).
Apoyarse en terapia y hábitos saludables.
En resumen:
Los pensamientos negativos pueden causar la depresión, agravarla y mantenerla.
Pero también son una puerta de salida, si se abordan con la estrategia correcta.
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