La frase “pero la poesía no salva, solo le da un sentido a las heridas” encierra una verdad cruda y bella al mismo tiempo. Vamos a desmenuzarla:
1. La poesía no salva
Aquí hay una afirmación que niega una idea romántica muy común: que el arte, y en especial la poesía, puede redimir o salvar al alma herida. Esta parte de la frase pisa tierra firme, nos recuerda que la poesía no cura enfermedades, no revierte pérdidas, no impide el dolor. No puede detener la muerte, ni borrar lo que pasó.
Es una mirada lúcida y, quizás, desilusionada. La poesía no tiene ese poder absoluto que muchos quisieran otorgarle.
2. Solo le da un sentido a las heridas
Este segundo fragmento da un giro: aunque no salva, la poesía da sentido. No repara, pero acompaña. Le da forma al caos. Nombra lo que dolía de forma difusa. Organiza la emoción en palabras, imágenes, ritmo. Las heridas no desaparecen, pero se vuelven comprensibles, incluso compartibles.
Y eso ya es mucho: porque dar sentido al dolor es una forma de resistencia. El sufrimiento en bruto puede aplastar; pero cuando se vuelve lenguaje, se transforma. Como dijo Paul Celan: “La poesía es un mensaje en una botella arrojada al mar con la esperanza —no necesariamente la certeza— de que será recogida algún día”.
Reflexión final
Esta frase tiene la sabiduría de quien ha vivido el dolor sin negar su existencia, pero ha encontrado en el arte no una solución, sino un modo digno de sostenerlo. Como escribir para no enloquecer, o leer para no ahogarse.
Poesía no como cura milagrosa, sino como sentido en la intemperie.

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