viernes, 20 de junio de 2025



Hace un mes hubiera dicho que me encontraba bien de salud, incluso la hubiera calificado de excelente. A los ochenta y un años, seguía nadando kilómetro y medio cada día. Pero se me ha acabado la suerte: hace unas semanas me comunicaron que padezco metástasis múltiple en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco común, un melanoma ocular. El tratamiento con radiación y láser para eliminar el tumor acabó por dejarme ciego de ese ojo. Y aunque los melanomas oculares hacen metástasis en quizá el cincuenta por ciento de los casos, dadas mis circunstancias, la probabilidad era mucho menor. Yo me encuentro entre ese desafortunado porcentaje.

 Doy gracias por que se me hayan concedido nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico original, pero ahora veo la muerte cara a cara. El cáncer ocupa una tercera parte de mi hígado, y, aunque se puede frenar su avance, este tipo específico de cáncer no se puede detener.

 Ahora me toca decidir cómo quiero vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda, y a ello me animan las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, el cual, al enterarse de que sufría una enfermedad mortal a los sesenta y cinco años, en un solo día de abril de 1776 escribió una breve autobiografía. La tituló De mi propia vida .

«Supongo que el deterioro será rápido», escribió. «He sufrido muy poco dolor a causa de la enfermedad; y lo más extraño es que, a pesar del enorme declive físico, mi espíritu no ha sufrido ni un instante de abatimiento. Me aplico a mis estudios con el mismo ardor de siempre, y siento la misma alegría cuando estoy acompañado».

Oliver Sacks

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