La remisión espontánea: cuando el cuerpo recuerda algo que la ciencia olvidó
La medicina moderna nació con una promesa implícita:
si podemos nombrar, podemos entender; si podemos entender, podemos intervenir; y si intervenimos, podemos curar.
Pero la remisión espontánea —esas mejorías o desapariciones de enfermedades sin tratamiento específico— rompe esa cadena de certezas. No es un “error estadístico”, ni un chispazo milagroso: es una grieta filosófica en el edificio de la biomedicina. Una grieta que incomoda, porque señala que el cuerpo y la mente poseen dinámicas que rebasan los moldes lineales de causa y efecto.
1. Lo que la medicina controla… es solo una parte del cuerpo
La ciencia biomédica moderna opera como un sistema de mapas: cartografía moléculas, rutas metabólicas, receptores, vías nerviosas. Pero un mapa, por detallado que sea, siempre es una interpretación del territorio, no el territorio mismo.
La remisión espontánea le recuerda a la medicina que existe un nivel de autorregulación profunda, un orden biológico que ocurre “por debajo” o “más allá” del mapa. Un orden que no es místico ni mágico, sino simplemente no-cartografiado.
Es la diferencia entre conocer todas las calles de una ciudad y entender cómo vive la ciudad.
2. La filosofía del control vs. la filosofía de la complejidad
La medicina actual se basa en la filosofía del control:
si algo se altera, hay que intervenir para corregirlo.
Pero la biología real funciona más como un ecosistema que como una máquina.
Un ecosistema:
- se reorganiza
- se adapta
- compensa fallas
- genera nuevas rutas cuando otras colapsan
- vive en tensión entre orden y caos
La remisión espontánea encarna esta filosofía de la complejidad: el organismo reorganiza su funcionamiento sin intervención externa directa. No es un acto de magia, sino un acto de complejidad.
El cuerpo no pide permiso; simplemente encuentra un equilibrio nuevo.
3. La mente como modulador biológico —y no solo como narrativa
Durante décadas, la separación cartesiana entre mente y cuerpo relegó los procesos psicológicos a un rol secundario. Lo mental se consideró “subjetivo”, mientras lo biológico era “objetivo”.
Sin embargo, investigaciones en:
- psiconeuroinmunología,
- neuroplasticidad,
- efecto placebo,
- respuestas inflamatorias moduladas por estados emocionales,
- y fisiología del estrés,
muestran que la mente no es un espectador del cuerpo, sino una variable fisiológica más.
Estados como esperanza, calma, trauma, miedo, propósito, desesperanza o conexión social no son solo narrativas: alteran células T, citoquinas, hormonas del estrés y actividad del nervio vago.
La remisión espontánea puede ser, en parte, el resultado de estos estados que recalibran el sistema biológico desde dentro. Pero todavía no sabemos cómo medirlo con precisión; y lo que no se mide, el paradigma dominante tiende a ignorarlo.
4. ¿Por qué incomoda tanto la remisión espontánea?
Porque el éxito de la medicina moderna descansa en la “causalidad intervencionista”:
yo aplico un tratamiento → tú mejoras.
Si alguien mejora sin tratamiento, algo sutil ocurre:
- la causalidad deja de estar en las manos del médico,
- el paciente recupera agencia,
- el cuerpo se muestra más autónomo de lo que se admite,
- la mente parece influir más de lo que el modelo tolera,
- y la frontera entre ciencia y experiencia se desdibuja.
No es que la medicina lo niegue; es que no sabe qué hacer con ello.
Es un dato que desordena la narrativa.
La ciencia ama lo que puede replicar, y la remisión espontánea es el recordatorio de que la vida no está obligada a ser replicable.
5. La lección profunda: el organismo no es un objeto, es un proceso
El cuerpo no es una cosa, sino un proceso continuo de adaptación.
La enfermedad tampoco es un enemigo externo, sino un modo particular de organización del sistema.
La remisión espontánea surge cuando el proceso cambia su modo de organización.
Es una reconfiguración silenciosa, un acto de inteligencia biológica que no pasa por la conciencia pero sí ocurre en el ser.
Es como si el cuerpo recordara un equilibrio que la mente no sabía que existía.
6. La pregunta que nadie quiere formular
La remisión espontánea nos obliga a plantear una pregunta filosófica que incomoda:
¿Qué parte de la curación depende realmente de nuestras intervenciones, y qué parte depende de la dinámica interna del organismo?
Esto no niega la medicina —sería absurdo.
La medicina es indispensable.
Pero recuerda que los tratamientos actúan sobre un sistema que ya es, por naturaleza, autorregulador.
No curamos desde cero: curamos porque el cuerpo sabe curarse.
Y a veces, incluso cuando no intervenimos, ese saber se activa igual.
7. Conclusión: la remisión espontánea es un espejo
Un espejo que refleja dos verdades:
- Biológica: El organismo humano es mucho más complejo y capaz de lo que nuestro modelo lineal puede describir.
- Filosófica: No todo lo que ocurre en lo viviente puede ser dominado, predicho o explicado. Y está bien que así sea.
La remisión espontánea es un recordatorio humilde:
la vida no trabaja para complacernos; trabaja para preservarse.
Y a veces, sin que sepamos cómo, encuentra sus propios caminos hacia la salud.
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