La canción que aterró a los guardianes del orden moral
Hay canciones que nacen como susurros y otras que nacen como amenazas. “Imagine” pertenece a la segunda categoría, aunque no suene así. Su melodía es suave, casi una caricia, pero su mensaje es dinamita: pedirle a la humanidad que se imagine un mundo sin países, sin religiones, sin posesiones… en plena Guerra Fría. Era como lanzar una granada a cámara lenta.
Cuando Lennon la publicó en 1971, la canción fue recibida como un himno de paz, pero también como un manifiesto subversivo. Para ciertos sectores conservadores en Estados Unidos, “Imagine” era casi un acto de traición ideológica. No por pacifista, sino por cuestionar los pilares que esos mismos sectores consideraban intocables: Dios, la propiedad y la nación.
¿Por qué fue censurada?
- Emisoras conservadoras de EE. UU. la sacaron de programación porque la frase “Imagine there's no heaven” se interpretó como un ataque directo a la fe cristiana.
- Algunos políticos la calificaron de “antiamericana”, especialmente durante los años posteriores al caso Watergate y en el ambiente paranoico del anticomunismo.
- Durante la presidencia de Reagan, varias radios vetaron la canción por considerarla una “defensa soterrada del comunismo”.
- Tras el 11 de septiembre de 2001, la canción volvió a ser temporalmente retirada en algunas estaciones de Clear Channel por “contenido inapropiado”, pues pedía imaginar un mundo sin fronteras en pleno auge del patriotismo bélico.
El poder simbólico
La censura reveló algo importante:
no hay nada más peligroso para un sistema que una idea simple, pegajosa y emocionalmente bella.
La canción no usa lenguaje revolucionario, no convoca a las armas, no
organiza huelgas. Solo pide imaginar. Y sin embargo, asusta. ¿Por qué?
Porque el poder teme a las metáforas cuando conectan con el deseo
colectivo. El poder sabe que si la gente empieza a imaginar un mundo sin
las estructuras que lo sostienen, entonces ese poder deja de parecer
natural.
Una obra prohibida que se volvió universal
Lo irónico es que la censura no debilitó a “Imagine”; la convirtió en un himno. Hoy es cantada en ceremonias oficiales, en los Juegos Olímpicos, en eventos globales.
Los mismos sistemas que la temían terminaron adoptándola porque su magnetismo simbólico era demasiado grande para ser ignorado.
Pero eso no borra su filo. “Imagine” sigue siendo una canción radical. Solo que ahora se canta con voz dulce, como si nada. La letra no ha perdido su poder, solo se volvió tan famosa que muchos olvidaron que propone dinamitar las bases del mundo tal como lo conocemos.
La reacción de los gobiernos a “Imagine” demuestra algo que George Carlin siempre señalaba:
los poderosos no le temen a la violencia, le temen a las ideas.
A un Estado le preocupa más una canción bonita con una idea peligrosa que toda la artillería que presume.
“Imagine” no propone destruir nada. Propone imaginar algo distinto. Y eso —para los guardianes del orden— siempre será más peligroso que un misil.
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