jueves, 2 de noviembre de 2023

Charles Duhigg



 Wilson pensó que su amigo se había vuelto loco. «El verano pasado La regla de oro para cambiarlos hábitos 91era un borracho chiflado; ahora, supuse que estaba un poco chiflado por la religión», escribiría posteriormente. Cuando se marchó su amigo, Wilson se acabó la jarra y se fue a dormir. Un mes más tarde, en diciembre de 1934,-Wilson ingresó en el Hospital Charles B. Towns para Drogadicciones y Alcoholismo, un centro de desintoxicación de lujo en Manhattan. Un médico empezó a darle infusiones cada hora de un fármaco alucinógeno llamado belladona, que entonces estaba de moda para tratar el alcoholismo. Wilson entraba y salía de su consciencia en la cama de una pequeña habitación. Luego, en un episodio que se ha descrito en millones de reuniones en cafeterías, salas de clubes y sótanos de iglesias, Wilson empezó a retorcerse agonizando. Alucinó durante días. Los dolores del sindrome de abstinencia le hacían sentir como si tuviera insectos que le recorrían la piel. Tenía tantas náuseas que apenas podía moverse, pero el dolor era demasiado intenso para quedarse quieto. «¡Si Dios existe, que aparezca! —gritó Wilson en su habitación vacía—. ¡Estoy dispuesto a todo!¡A todo!» En ese momento, escribiría más tarde, una luz blanca iluminó su habitación, cesó el dolor y se sintió como si estuviera en la cima de una montaña, «y que soplaba un viento, no de aire, sino de espíritu. Entonces, de pronto me di cuenta de que era un hombre libre. El éxtasis se fue apagando lentamente. Seguía tumbado en la cama, pero ahora, durante un. tiempo había estado en otro mundo, un nuevo mundo de consciencia». Bill Wilson no volvería a beber. En los treinta y seis años siguientes, hasta que murió de un enfisema en 1971, se dedicó a fundar, desarrollar y divulgar Alcohólicos Anónimos, hasta que se convirtió en la mayor, más conocida y exitosa organización mundial para cambiar los hábitos.

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