viernes, 3 de septiembre de 2021

 LA PALABRA:

    o cuando el silencio enferma
    ¿Qué es más saludable, entonces, hablar y decir todo lo que nos pasa, o reservarnos algunas cosas para no ser dichas nunca? ¿Las palabras que alguien guarda y no dice, pueden enfermarlo?
    Ni tanto ni tan poco. Guardarse todo hasta explotar no es saludable, porque después suele darse algo que se llama la falacia de la causa inmediata . Una persona no habla, se guarda todo y cuando, sin querer, alguien le tira un vaso de agua y le mancha el pantalón, hace un escándalo. ¿Tanto por un vaso de agua? No. En realidad, tuvo esa reacción por todo lo que venía acumulando y lo único que hizo al estallar fue liberar tensión, descargar ansiedad sin solucionar nada. Sin embargo, hay que buscar el momento adecuado para hablar, porque si dos personas lo intentan cuando alguna de ellas no puede escuchar, ese diálogo es en vano y lo que pretendía ser una discusión, se transforma en una pelea. Cuando no es la ocasión es mejor esperar. Si se tratara de una pareja, por ejemplo, quizás luego de dar un paseo o hacer el amor puedan escucharse. En ese instante, tal vez podrían decirse: «Ahora que estamos bien, desde este lugar en que nos volvemos a elegir, me gustaría conversar de lo que pasó el otro día, porque me sentí mal».
    Para lograr esto debemos estar atentos. No olvidemos que la vida nos propone todo el tiempo cuestiones más infernales que celestiales, por eso es importante hacerle saber al otro que estás hablando de la parte y no del todo.
    ¿A qué te referís con eso?
    A que si le decís a alguien: «Te quiero, te elijo, estoy enamorado de vos, pero esto me molestó», no es lo mismo que decirlo sin rescatar antes el afecto, porque de esa manera, es muy probable que el otro tome algo que es parcial como un ataque total.

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