sábado, 27 de enero de 2024

John N Gray

 «La tarea de encontrar un esquema completo del cosmos se enfrenta con una dificultad, y es que no existe tal cosa. El cosmos sólo está organizado en partes, el resto son cenizas». El autor de esta observación, el poeta T. E. Hulme, sólo publicó seis poemas en vida. En la década que precedió a su muerte en las trincheras en Flandes en 1917, produjo una serie de escritos incendiarios sobre la filosofía y el lenguaje que defendían una versión radical del nominalismo —la filosofía según la cual sólo existen cosas individuales que el lenguaje asocia por motivos prácticos—, contraria a la filosofía rival, el realismo, que mantiene que las ideas abstractas reflejan el orden natural de las cosas. La diferencia entre realismo y nominalismo no puede reducirse a una rancia discusión entre filósofos. Expresa giros mentales en direcciones opuestas, que ven el mundo de los seres humanos de manera muy distinta. Mucha gente piensa que el mundo es como un libro. Quizá hayan arrancado algunas páginas y en otras se haya corrido la tinta, quizá falten varias hojas y quizá nos dejemos el libro olvidado en un taxi. Sin embargo, sólo si pudiéramos leer el libro completo entenderíamos el mundo en el que nos encontramos. Hulme pensaba de otra forma. En una serie de apuntes de 1906 y 1907 que llamó «Cinders» [«Cenizas»], escribió: «Nunca pienses en un libro: ahí están la Verdad y todas las demás letras mayúsculas. En su lugar, piensa en un teatro y fíjate en el público. Ahí está la realidad y los animales humanos. Escucha a los mundos del heroísmo y mira entonces a los señores apiñados que aplauden. Todas las filosofías están subordinadas a esto. No se trata de la unión entre el mundo y los hombres que luego fueron puestos en él, sino de animales humanos, y de las filosofías como elaboraciones de sus apetitos». Los seres humanos no son animales que se hayan equipado a sí mismos con símbolos. Los símbolos son herramientas útiles por cuanto ayudan a los humanos a manejarse en un mundo que no comprenden, pero los seres humanos tienen una tendencia crónica a pensar y a actuar como si el mundo que han construido a partir de esos símbolos realmente existiera. Sus mentes —les gusta pensar— están construidas siguiendo el modelo del cosmos. Una gran parte de la filosofía y de la religión se puede reducir a poco más que una racionalización de este engaño. Hulme propuso un punto de vista distinto: «La verdad es que no hay principios definitivos a partir de los cuales construir el conocimiento sobre una roca de una vez por todas. Lo que hay es una infinidad de analogías que nos ayudan por el camino, y que nos proporcionan una sensación de poder sobre el caos cuando las percibimos. El campo es infinito, y en ello reside la oportunidad de ser original. Aquí sí que hay cosas nuevas bajo el sol»

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