viernes, 17 de marzo de 2023

Mario Alonso Puig

  


La importancia de la postura en aspectos que en apariencia no tienen ninguna relación, como es la gestión emocional, se conoce y practica en el yoga y otras disciplinas. En Occidente fue Matthias Alexander la persona que, probablemente, más nos ilustró sobre este aspecto fundamental de nuestra fisiología.

    Frederick Matthias Alexander nació en 1869 en Tasmania (Australia). Este hombre era un actor especializado en interpretar a Shakespeare. En un momento determinado, Alexander empezó a experimentar un problema muy serio con su voz. En medio de la representación teatral, se quedaba sin voz. Ya nos podemos imaginar lo que tiene que suponer quedarse sin voz para alguien cuya vocación y profesión es la de actor.
    A pesar de que Alexander consultó a varios especialistas médicos, ninguno le supo encontrar ni una causa a su dolencia ni mucho menos una solución, aunque fuera solamente parcial. Ante ello, este hombre excepcional, en lugar de abandonar o desesperarse, comenzó a investigar para encontrar una respuesta a la pregunta «¿qué es lo que me está pasando?».
    Lo primero de lo que se dio cuenta mediante la utilización de espejos fue que sus sistemas de referencia sensorial no le daban una información correcta. Cuando él tenía la sensación de que llevaba la cabeza en una cierta posición, al pasar frente a un espejo, se daba cuenta de que la llevaba o más adelante o más atrás de lo que pensaba.
    Su segundo gran descubrimiento fue que el cuerpo tiene sus propios sistemas de autocorrección, pero que los bloqueamos con una serie de patrones mentales y automatismos que se ven reflejados en la manera en la que usamos nuestro cuerpo. Para Alexander, si evitamos que suceda lo que es disfuncional, sencillamente dándonos cuenta de ello y corrigiéndolo, sólo aparecerá lo que es funcional. Por tanto, para él, la clave era primero ser conscientes, luego inhibir la reacción incorrecta y, finalmente, dirigirla hacia lo correcto.
    Todo cambio personal importante requiere pasos semejantes. Primero, pasar de la incompetencia inconsciente a la incompetencia consciente. Ello implica una elevación del nivel de consciencia, es decir, de la capacidad de darnos cuenta de algo de lo que no nos habíamos dado cuenta antes.
    El segundo paso es de la incompetencia consciente a la competencia consciente. Aquí lo que hacemos es usar nuestra fuerza de voluntad y nuestro compromiso para hacer lo que hemos decidido hacer aunque nos cueste. Ésta es una fase muy dura porque hay que estar en lucha permanente para evitar que los viejos automatismos nos apresen.
    El tercer y último paso es el de la competencia consciente a la competencia inconsciente, es decir, que se ha creado un hábito mucho más beneficioso y saludable.
    Negarse a seguir la reacción de máquina lleva, poco a poco, a la manifestación de una respuesta más natural. De alguna manera, no puede suceder lo correcto hasta que no dejamos de hacer lo incorrecto.
    Matthias Alexander era consciente de que la manera en la que nos usamos a nosotros mismos afecta a nuestros estados de ánimo y que aprender a sentarse de una manera correcta, moverse de una manera adecuada y hablar manteniendo la cabeza en una posición equilibrada tiene repercusiones no sólo en cómo uno se siente, sino también en su nivel de claridad mental e incluso en la potencia de la voz.
    Alexander daba más importancia a la dirección que se seguía que al objetivo en sí. Consciente de lo arraigados que están muchos de nuestros hábitos, era esencial que tuviéramos claro hacia dónde queríamos ir, sin que nos importara el coste. Lo correcto poco a poco se va desplegando y nuestra misión es sencillamente no entrometernos. Solamente la confianza y la certeza de que el cambio se va a producir antes o después, es lo que hace que las personas no tiremos la toalla.
    Muchos hábitos cierran puertas y lo que tenemos que hacer es abrirlas a base de prestar mayor atención a lo que hacemos. Se trata de una atención que no juzga, ya que lo que se busca en este caso es simplemente potenciar la capacidad de observar. Alexander nos invitaba a dar mucha más libertad a nuestro cuello, a liberar parte de su gran rigidez. También nos animaba a dejar que el tronco se alargara y se expandiera, desprendiéndonos de esas posturas contraídas y restrictivas.
    Matthias Alexander no sólo recuperó y potenció su voz como actor, sino que ayudó a muchas personas en el mundo a recuperar funcionalidades que tenían perdidas.
    Metodologías como el Yoga, el Tai chi Chuang o el Qi Gong son tan potentes y efectivas porque también ellas nos ayudan a armonizar y equilibrar nuestra mente a través del cuerpo. Todas ellas, desde hace miles de años, nos vienen revelando algo fascinante: el cuerpo posee una sabiduría que el pensamiento no alcanza a comprender.
    Resumen final
    El cuerpo es el inconsciente, y por eso, cuando usted cuida su cuerpo, cuida su mente, y cuando cuida su mente, también cuida su cuerpo.

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