miércoles, 3 de abril de 2013

Norman Mailer

Norman Mailer, el autor que golpeó la conciencia de tres generaciones

  • Ya desde su primer libro 'Los desnudos y los muertos' tuvo un éxito arrollador
  • Su segundo Pultizter llegó 11 años después del primero, con 'The Executioners Song'
Foto: William CouponFoto: William Coupon
MADRID.- Novelista, periodista, ensayista, cineasta a ratos, hombre de letras de la cabeza a los pies, Norman Mailer era el último vástago de una tradición genuinamente americana: el heredero directo de una estirpe que también dio a Jack London y a Hemingway. Ha muerto el 10 de noviembre de 2007 en Nueva York a los 84 años.
En su famoso libro sobre la pelea entre los boxeadores Ali y Frazier, 'El rey de la montaña', Mailer escribió que el ego era el gran sustantivo del siglo XX, la palabra más importante añadida a la potencia esencial del idioma. Pocos escritores del pasado siglo pueden vanagloriarse de un ego semejante al de Mailer, que se convirtió a sí mismo, a todo lo largo de su escritura, en el martillo, el yunque y el fuego.
Nacido en Long Branch, New Jersey, en 1923, en el seno de una familia judía, pasó la adolescencia en Brooklyn y se diplomó en Mecánica Aeronáutica en Harvard en 1943. Reclutado por la Armada en 1944, luchó en el frente del Pacífico, una experiencia que reflejaría en 'Los desnudos y los muertos', probablemente uno de los mejores libros sobre la Segunda Guerra Mundial y tal vez su mejor novela. Publicada en 1948, la obra supuso para el joven debutante un clamoroso éxito de crítica y público y, desde entonces, su nombre pasó a formar parte de una brillante y múltiple constelación de escritores (Truman Capote, John Updike, Saul Bellow, Philip Roth) que acabaría por formar la vanguardia de las letras estadounidenses.
En 1951 publicó 'Costa bárbara' y en 1955 'El parque de los ciervos', novelas ambas que no alcanzaron ni de lejos la resonancia de su libro bélico. Volcado hacia el periodismo, fundó el semanario neoyorquino 'The Village Voice', donde publicó en 1956 su celebérrimo reportaje 'El negro blanco: reflexiones superficiales sobre el hipster', un ensayo incendiario con una peculiar visión de los problemas raciales y una demoledora exaltación de la violencia. Al tiempo que apoyaba a Kennedy y tronaba contra la Guerra de Vietnam, Mailer se iba transformando, si no en la conciencia fetal de EEUU, sí en el Pepito Grillo más vocinglero y meticón de toda la intelectualidad norteamericana, la voz más agria de la contracultura.
Servidos en una prosa fastuosa, subversiva y delirante, sus trabajos de campo sobre las convenciones demócratas y republicanas de finales de los 50 y comienzos de los 60 (recogidas, en parte, en Los papeles presidenciales), y el reportaje sobre la marcha pacifista sobre el Pentágono (Los ejércitos de la noche, 1967) le convirtieron, en palabras de Robert Lowell, en "el mejor periodista de América".
 
Mientras tanto, en el terreno privado, su vida seguía los mismos derroteros contradictorios, virulentos y salvajes que su escritura. Enemigo declarado de cualquier método anticonceptivo, tuvo nueve hijos a lo largo de seis matrimonios, arrastrando una larga serie de pensiones de divorcio y una agitada trayectoria conyugal que culminaría en 1960 con el apuñalamiento de su segunda esposa, Adele Morales, durante una borrachera bastante subida de tono. La agresión se saldó con una breve visita del escritor a un hospital psiquiátrico y con un libro escrito por la ex de Mailer en 1997, 'La última fiesta'.
Quizá no sea casualidad que dos de sus mejores novelas ('Los hombres duros no bailan' y 'Un sueño americano') alberguen fantasías sobre esposas asesinadas. Ambos libros también participan de la vertiente filosófica de Mailer: una visión sumamente personal del existencialismo que gira en torno a la idea de un demiurgo imperfecto, una especie de dios exhausto cuya creación se le ha ido de las manos como una alocada novela donde los personajes se desmandan, seducidos por un astuto diablo encarnado en el plástico y el cáncer. Dentro del volumen 'Caníbales y cristianos', los ensayos 'La metafísica de la barriga' y 'La economía política del tiempo' presentan algunas de sus ideas más excitantes, profundas y polémicas.
A comienzos de los 70, Mailer realizó algunas películas experimentales (la más conocida es 'Maidstone'), pero en el cine tuvo tan poco éxito como en su carrera política: se presentó varias veces a la alcaldía de Nueva York y confesó (en A'dvertisements for Myself') que en varias ocasiones se había presentado como candidato a presidente "en la intimidad de mi mente". Milos Forman aprovechó su aspecto inconfundible (baja estatura, melena explosiva, ojos llameantes) para un breve papel en 'Ragtime' (1981). Pero Mailer daba mucho más juego en la televisión y en las apariciones públicas, donde mantuvo sonadas broncas con otros colegas de profesión.
En 1958 desafió a una pelea a puñetazos al novelista William Styron por una supuesta burla que éste había hecho de su segunda esposa, Adele Morales. En 1971 la sangre llegó al río con Gore Vidal, a quien agredió públicamente porque lo había comparado con Charles Manson. Pero la más célebre y rocambolesca de sus trifulcas -mantenida a lo largo de décadas, como un tormentoso noviazgo- fue la relación de amor y odio con Truman Capote, uno de los pocos escritores a quienes Mailer respetaba (llegó a decir que era "el escritor perfecto de mi generación") y con quien mantuvo agrias polémicas prácticamente por cualquier cosa: desde Kerouac y los beatnik (a quienes Capote despreciaba) hasta 'La canción del verdugo' (1979), la monumental novela por la que Mailer ganó por segunda vez el Pulitzer. Basada en la vida del asesino Gary Gilmore y escrita a la manera de un gran reportaje de investigación, el libro demuestra la influencia del nuevo periodismo y sobre todo de la obra maestra de Capote, 'A sangre fría'. Pero también supuso un triunfo personal de Mailer que, por una vez, abandonó su propio ego durante centenares de páginas para lanzarse a un exacto y descarnado ejercicio de objetivismo.
Obsesionado por la masculinidad, como London y Hemingway, Mailer también era un devoto del boxeo que siguió atentamente la carrera del mejor peso pesado de su época, Muhammad Ali. En 1973 viajó hasta Kinshasa (El Congo) para presenciar el fenomenal combate entre Ali y Foreman, y la crónica que escribió del mismo ha quedado como una de las leyendas imborrables de la profesión periodística y de la literatura deportiva. Otro tanto ocurre con el 'Homenaje a El Loco', amplio reportaje sobre un torero mexicano, donde su preciso y coloreado instrumental de escritor encuentra un terreno abonado para sus espléndidas metáforas. En cambio, a pesar de sus estudios de ingeniería aeronáutica en Harvard, 'Un fuego en la luna' (un ambicioso reportaje sobre la misión del Apolo XI), carece de ese inigualable toque de exaltación y maestría que posee Mailer cuando un tema le apasiona.
Eterno candidato al Nobel durante varias décadas, su fama de bocazas y de provocador nato lo alejaron siempre de las quinielas de ganador. Machista acérrimo, profeta aficionado, bufón a ratos, intelectual de pura raza, Mailer quiso ser y fue toda su vida un incordio, un agitador de conciencias, la encarnación misma de lo políticamente incorrecto: una piedra de escándalo para el feminismo rampante y una afrenta viva para varios presidentes, de Johnson a Bush Jr., pasando por Nixon y Carter.
Poseído de una curiosidad omnívora de la que da cuenta una amplísima bibliografía que incluye, además de docenas de libros, centenares de columnas, artículos y reseñas, hicieron época su defensa dostoievskiana de 'American Psycho' y su ataque descarnado contra Tom Wolfe. En 1983 publicó 'Noches de la antigüedad', una ambiciosa y voluminosa novela sobre el Antiguo Egipto, que incluye cuatro reencarnaciones de un personaje, y en 1991, 'El fantasma de Harlot', una novela, no menos voluminosa y ambiciosa, sobre el funcionamiento interno de la CIA.
Mailer nunca dejó el centro del cuadrilátero, ni siquiera en estos últimos años en que, viejo y enfermo, no dejaba de acudir a lecturas y encuentros con universitarios. El pasado octubre, fue sometido a una operación de pulmón de la que pocos confiaban en que pudiera recuperarse. Murió el 10 de noviembre, a los 84 años, en el hospital Monte Sinaí de Nueva York. En sus últimos libros se atrevió a sacar a la palestra a Cristo, a Hitler, y al mismísimo diablo, adversarios que él, quizá, consideraba a su altura.

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