De las muchas anécdotas que sobre el pintor Pablo Ruiz Picasso se han registrado una de ellas hace referencia a su amor por los animales, y más concretamente a los perros. Según parece tenía muchos perros y de muchas razas distintas; los perros formaban parte de su vida y lo seguían siempre a cualquier lugar. Es más, según parece Picasso regalaba perros a todos sus amigos para estar seguro que no estaría nunca en su compañía sin un perro.
El genial andaluz nunca dejó de asistir a las corridas. En el transcurso de una corrida que presenciaban con un amigo, un picador le brindó la faena al pintor malagueño, lanzándole su sombrero. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante el transcurso de la misma. Al finalizar la corrida le comentó el picador a el amigo de Picasso, que uno de los toreros que intervenían en la fiesta le había ofrecido, nada más y nada menos, que cincuenta duros por su sombrero. Arias le aconsejó que lo recuperara porque había hecho un mal negocio. Años más tarde, se volvieron a encontrar y el picador le agradeció efusivamente el consejo que le había dado, ya que gracias al sombrero había podido comprarse una casa.
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