La defensa de la contención sexual por parte de los estoicos puede parecer mojigata a los lectores modernos, pero tenían razón. Vivimos en una época de permisividad sexual, y para muchas personas las consecuencias de esta situación han sido catastróficas en términos de paz interior. Pensemos, por ejemplo, en la joven que, por no poder resistirse a la tentación sexual, ahora se enfrenta a una dura situación como madre soltera, o al joven que, por la misma razón, ahora carga con la responsabilidad (o al menos con el pago de la manutención infantil) que le impide perseguir sus sueños. Es fácil encontrar personas que estarán de acuerdo en que su vida habría sido mejor de haber sido capaces de contenerse sexualmente; es difícil encontrar a personas que piensen que su vida habría sido mejor de haberse reservado menos.
Hemos de añadir que los estoicos no eran los únicos entre los antiguos en señalar el poder destructivo del sexo. Epicuro puede haber sido el rival filosófico de los estoicos, pero compartía su desconfianza hacia el sexo: «Las relaciones sexuales nunca han hecho bueno a un hombre, y tiene suerte si no lo han perjudicado». [17]
Dicho esto, debo añadir que, a pesar de sus prevenciones respecto al sexo, los estoicos eran grandes defensores del matrimonio. Un hombre sabio, dice Musonio, se casará, y una vez casado, él y su mujer se esforzarán por hacerse mutuamente felices. De hecho, en un buen matrimonio, dos personas se vincularán en una unión amorosa e intentarán superarse uno al otro en su cuidado mutuo. [18] Tal matrimonio, imaginamos, será muy feliz.
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