martes, 2 de mayo de 2023

Rafael Santandreu

 Un hombre caminaba por la playa cavilando: «Si tuviera un coche nuevo, sería feliz». Al rato se detuvo mirando el horizonte y se dijo: «Si tuviera una casa grande, me sentiría feliz». Luego se sentó en la arena y pensó: «Si tuviera un buen trabajo, por fin estaría feliz». Justo entonces vio a su lado una bolsita llena de piedras y empezó a tirarlas una por una al mar cada vez que decía: —Si tuviera esto o lo otro, sería feliz... Así lo hizo hasta que solamente quedó una piedra, la cual guardó. Al llegar a casa se dio cuenta de que aquella piedrecita era un diamante de enorme valor. —¡Maldición! ¡Si no hubiera lanzado ninguna piedra, sí sería feliz! Este cuento nos explica que en todo momento existen inagotables fuentes de gratificación. Si sabemos apreciarlas, nunca pensaremos que nos falta algo. La plenitud radica en darse cuenta de que ya lo tenemos todo. Sin embargo, con la mente del mono loco, imposible de satisfacer, ninguna riqueza es suficiente para estar bien.

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