martes, 3 de enero de 2012

Fernando Pessoa


 
Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?

¡Aprovecha el momento! Yo, que amo tanto la muerte y la vida,

si osara matarme, además me mataría...

Ya que llegas a osar ¡hazlo!

¿De qué te vale el cuadro sucesivo de imágenes externas

al que llamamos mundo?

Ese cine de las horas que van representando

Los actores de unas convenciones y poses determinadas,

Circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin ...

¿De qué te vale el mundo interior, que desconoces?

Tal vez si te matas lo conozcas, por fin.

Tal vez al acabar comiences...

En todo caso, si te cansa ser,

Ah, cánsate noblemente,

¡No cantes como yo, la vida por borrachera,

no saludes, como yo , la muerte en literatura!

¿Haces falta? ¡Oh sombra fútil llamada hombre!

Nadie hace falta; a nadie le haces falta...

Sin ti, todo marchará sin ti.

Para los otros tal vez sea peor tu existencia que tu muerte...

Tal vez les peses más durando que dejando de durar...

¿El dolor de los otros? ¿Sientes remordimientos anticipado

por su llanto?

No te preocupes: poco te han de llorar.

El impulso vital extingue poco a poco las lágrimas

Cuando no son por cosas propias,

Cuando son por lo que les sucede a los demás, sobre todo la muerte,

Que es algo tras lo cual ya nada les sucede a los demás...

Al principio es la angustia, la sorpresa de que haya llegado

El misterio y la falta de tu vida hablada...

Después es el horror del ataud visible y material,

Y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar allí.

Después, el velatorio de toda la familia, inconsolable y contando historietas

Mientras lamenta ese castigo que es tu muerte,

Y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,

Tú, en verdad muerto, mucho más muerto de lo que imaginas,

Mucho más muerto aquí de lo que te imaginas

Aunque estés mucho más vivo más allá...

Después la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,

Y después es comienzo del morir de tu recuerdo.

Primero hay en todos un alivio

De la tragedia, algo pesada, de tu muerte.

Después se aligera la conversación cotidiana

Y la vida de cada día recupera los días...

Después, lentamente te olvidad.

Sólo serás recordado en dos fechas, por tus aniversarios:

Cuando cumpla los años tu nacer, cuando cumpla los años tu morir.

Nada más, nada más, absolutamente nada más.

Pensarán en ti dos veces cada año.

Cada año suspirarán por ti dos veces aquellos que te amaron.

Y alguna que otra vez suspirarán si por casualidad se habla de ti.

Enfréntate a ti mismo en frío, y enfrenta en frío lo que somos...

Si te quieres matar, mátate.

¡No tengas escrúpulos morales, recelos en la inteligencia!

¿Qué escrúpulos o que recelos tiene el mecanismo de la vida?

¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso que genera

las savias y la circulación de la sangre y el amor?

¿Qué memoria guarda de los otros el ritmo alegre de la vida?

Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre,

¿No ves que tu importancia es nula?

Eres importante para ti porque es a ti a quien tú sientes.

Lo eres todo para ti porque eres para ti el universo,

El universo propio y los otros

Satélites de tu subjetividad objetiva.

Eres importante para ti porque sólo tú te importas.

Y si eres así, oh mito, ¿Por qué los otros no han de ser así?

¿Sientes, como Hamlet, pavor a lo desconocido?

Pero, ¿Qué es lo conocido? ¿Qué es lo que conoces

Para que llames desconocida a cualquier cosa espacial?

¿Sientes como Falstaff el amor adiposo a la vida?

Si tan materialmente la amas, más materialmente ámala aún:

¡Tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!

Dispérsate, sistema físico-químico

De células nocturnamente conscientes,

En la nocturna consciencia de la inconsciencia de los cuerpos,

En el gran embozo, que no emboza nada, de las apariencias,

En la hierba o el césped de la proliferación de los seres,

En la niebla atómica de las cosas,

En las paredes voragianantes

Del vacío dinámico del mundo...

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