miércoles, 25 de enero de 2023

Paramahansa Yogananda

  


"¿Has oído alguna vez de las extraordinarias circunstancias bajo las cuales tu padre se hizo discípulo de Lahiri Mahasaya?”

    Era apacible tarde de verano, cuando Abinash y yo nos reunimos en mi casa, y él hizo esta interesante pregunta. Yo moví la cabeza en sentido negativo con una sonrisa de anticipada satisfacción. "Hace años, antes de que tú hubieras nacido, le pedí a mi jefe, tu padre, que me permitiera una licencia de una semana para ausentarme de mi trabajo y visitar a mi gurú en Benares. Tu padre ridiculizó mi plan”.
    "¿Te vas a convertir en un religioso fanático?” me preguntó. "Mejor concentra tu atención en el trabajo, si quieres adelantar”.
    "Ese día, caminando tristemente rumbo a mi casa por una vereda del bosque, me encontré con tu padre, que venía en un palanquín; se bajo de él, y despidiendo a los sirvientes que lo traían, principió a caminar a mi lado. Tratando de consolarme, indicóme las ventajas de trabajar para obtener un éxito material en el mundo. Pero yo lo oía distraídamente. Mi corazón repetía: "¡Lahiri Mahasaya, yo no puedo vivir sin verte!”
    El sendero nos condujo a la parte más tranquila de la pradera, en donde los rayos del sol del atardecer aún cubría las altas espigas de la hierba. Nos paramos en medio del campo, para contemplarlo, cuando, a unas cuantas yardas de nosotros, la forma de mi gran gurú apareció repentinamente .
    "¡Bhagabati, eres demasiado duro con tu empleado!” La voz resonaba en nuestros asombrados oídos. Mi gurú desapareció tan misteriosamente como había venido. De rodillas, yo exclamaba: "¡Lahiri Mahasaya! ¡Lahiri Mahasaya!” Tu padre quedó inmóvil de estupefacción durante algunos minutos.
    "Abinash, no sólo te doy permiso para ausentarte, sino que yo también me lo concedo para salir mañana mismo para Benares”.
    "¡Debo conocer a este gran Lahiri Mahasaya, quien puede materializarse a voluntad para interceder por ti! Llevaré conmigo a mi esposa y le pediré a este maestro que nos inicie en el sendero espiritual. ¿Nos guiarás tú hacia él?”
    "Por supuesto que sí”. El gozo me rebosaba al ver la respuesta milagrosa que mi oración había tenido, y el muy favorable cauce que este asunto había tenido.
    "La noche siguiente, tu padre y yo tomamos el tren para Benares. Al otro día, subimos a un carro tirado por un caballo, y luego caminamos por callejuelas estrechas para llegar a la casa apartada de mi gurú. Entrando en su pequeña sala, le hicimos reverencia; estaba ensimismado en su postura meditativa habitual, la del loto. Luego, sus penetrantes ojos se fijaron parpadeando en tu padre.
 "Bhagabati, eres demasiado duro con tu empleado”. Sus palabras fueron las mismas que él mismo había pronunciado dos días antes en la pradera de Gorakhpur. Y luego agregó: "Mucho me alegro que le hayas permitido a Abinash que viniera a verme y que tú y tu esposa lo hayan acompañado”.
    Para satisfacción de tus padres, los inició desde luego en la práctica de Kriya Yoga

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