miércoles, 18 de marzo de 2020

Walt Whitman

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Había una vez un niño que salía todos los días,
Y el primer objeto que miraba era el objeto en que se convertía,
Y aquel objeto se volvía parte de él por todo el día o por cierta parte del día,
O por muchos años o ciclos prolongados de años.
Las lilas tempranas se volvieron parte de este niño,
Y el pasto y las blancas y rojas maravillas, y el trébol blanco y rojo, y el canto del frailecillo,
Y los corderos del tercer mes, y la cría rosa pálido de la marrana, y el potro de la yegua y el ternero de la vaca,
Y la ruidosa cría del corral lo cerca del fangal de la laguna,
Y los peces que tan curiosamente se suspenden allá abajo, y el bello y curioso líquido,
Y las plantas acuáticas con sus cabezas gráciles y planas, todos se volvían parte de él.
Los renuevos del campo en el Cuarto y en el Quinto mes se volvían parte de él.
Los renuevos del grano de invierno y los del maíz amarillo claro, y las raíces comestibles del jardín,
Y los manzanos cubiertos de capullos y de fruta después, y las bayas del bosque, y las malezas más comunes del camino,
Y el viejo ebrio tambaleándose camino de casa desde la accesoria de la taberna de donde salió poco antes,
Y la maestra de escuela que pasó camino de la escuela,
Y los niños amigos que pasaron, y los niños pendencieros,
Y las limpias niñas de frescas mejillas, y el chico y la chica negros y descalzos,
Y todos los cambios del campo y de la ciudad donde quiera que iba…
En casa la madre poniendo silenciosamente los platos de la cena en la mesa,
La madre con mansas palabras, y limpios su toca y su vestido, despidiendo un olor saludable su persona y sus ropas conforme camina,
El padre, fuerte y suficiente, viril, malo, colérico e injusto,
El golpe, la palabra altisonante y pronta, el cicatero negocio, el astuto reclamo.
Las costumbres y el lenguaje familiares, la compañía, los muebles, el corazón, henchido y anhelante,
El afecto que no será negado, el sentido de lo real, la idea de que si fuera a resultar irreal después de todo,
Las dudas del día y de la noche, el curioso si y cómo,
Si lo que así parece es así, ¿o es sólo relámpago y manchas?
Los hombres y mujeres que se apiñan en las calles, ¿si no son destellos y manchas, qué son?
Las calles mismas y las fachadas de las casas, y las cosas en los escaparates,
Vehículos y troncos, los muelles de pesadas tablas, el inmenso cruzar en los embarcaderos,
La aldea en la montaña, vista en el crepúsculo, río de por medio,
Las sombras, la aureola y la niebla, la luz cayendo en los techos y remates blancos o cafés a dos millas de allí,
La goleta cercana deslizándose soñolientamente marea abajo, el pequeño barco perezosamente remolcado a popa,
Las olas que se desploman presurosas, deshechas pronto sus crestas, golpeando,
Los lechos de coloridas nubes, la larga franja color marrón solitaria a lo lejos, la extensión de pureza en que yace inmóvil,
El filo del horizonte, la corneja marina volando, la fragancia de la marisma y del fango de la ribera,
Todos ellos se hicieron parte de aquel niño que salía todos los días, y que ahora sale, y seguirá saliendo siempre todos los días.

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