viernes, 15 de noviembre de 2019

El Roble Triste

Érase una vez un hermoso jardín lleno de árboles y flores: manzanos, perales y muchos bellos rosales. Todos vivían y crecían felices y satisfechos. En el jardín se respiraba alegría…todos excepto un árbol que estaba profundamente triste: ¡No sabía quién era!
—“Te falta atención y concentración”, le decía el manzano. “Estoy seguro de que si pones todo tu interés, muy pronto podrás llenarte de hermosas y sabro­sas manzanas como las mías” Mírame, ¿Ves qué fácil es?
¡Qué tonterías! Decía el rosal, lo importante es ser bello como yo. Fíjate que rosas tan bonitas doy. Mira que colores. Deberías aprender a ser como yo. Además lleno el jardín de un aroma exquisito.
El árbol intentaba cada día parecerse a sus compañeros del jardín pero, ni conseguía manzanas ni rosas. Estaba triste y desesperado.
Un día llegó hasta el jardín una de las aves más sabías, un búho que se posó en sus ramas y, al sentir su tristeza le dijo:
¿Qué te pasa árbol? ¿Por qué estás tan triste?
Llevo toda mi vida dedicado a conseguir manzanas, rosas, a parecerme a mis compañeros del jardín y no lo consigo.
Tienes el mismo problema que muchos otros en la tierra. Han dedicado sus vidas a ser como los demás quieren que sean. ¿Quieres una solución?
¡Siiii!, por favor, contestó el árbol triste.
Se tú mismo, le dijo el búho, conócete, escucha tu voz interior.
El búho comenzó su vuelo y dejo al árbol sumido en una profunda reflexión:
—“¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…?”
Sin darse cuenta, el árbol cerró sus ojos, abrió su corazón y pudo escuchar:
—“Nunca darás manzanas, ni rosas porque no eres ni un manzano, ni un rosal. Tu fortaleza es crecer grande y majestuoso para dar sombra y cobijo a las aves, a los caminantes, como el roble que eres. Tu ramaje llena de belleza y tran­quilidad el paisaje. Dedícate a crecer frondoso y sano, esa será tu misión”.
A partir de ese momento, el roble se dedicó a ser roble y fue admirado y res­petado por todos y sobre todo, por sí mismo. El jardín entonces, estuvo comple­tamente feliz.

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