viernes, 15 de marzo de 2013

Albert Casals

 

La media vuelta al mundo de Albert


Foto de www.elpais.es
Albert Casals es un chico de diecinueve años que viaja por el mundo en una silla de ruedas y sin plata, y dice que hay que hacer en la vida solamente lo que a uno lo hace feliz. - Cuando haces lo que de verdad quieres, el universo entero conspira a tu favor. Mira alrededor y decide: tú puedes elegir entre vivir triste o contento. Yo elijo la felicidad. No veo entre nosotros razones para ser infeliz. – dice Albert, en una entrevista, cuando tenía dieciséis años.- No hay nada que no pueda hacer en mi silla. He viajado por Francia, Italia, Grecia, Alemania, Escocia, Tailandia, Malasia, Singapur. La silla es más una ventaja que un inconveniente: la gente te pregunta qué te pasa, de dónde vienes, y así haces un montón de amigos.
Albert perdió su capacidad de caminar a los ocho, por culpa de una leucemia grave. Pasó la mitad de su infancia en una cama de hospital, viendo cómo se iban desvaneciendo sus opciones de saltar en ella. Alex, su padre, fue de librería en librería comprando libros de matemática, física, filosofía y sociología. Ejerció a la vez de padre, profesor, y compañero de pupitre del hijo postrado. Leyeron juntos, compartieron dudas y aprendieron a la par. Cuando Albert descubrió que su pasión era viajar, simplemente inició el camino. Al cumplir los catorce años, pidió a sus padres permiso para cruzar Europa sin un solo euro en el bolsillo ni nadie a su lado. Él con su silla. Y así empieza esta historia.
La única condición que puso su padre fue compartir con él un primer viaje de entrenamiento. Padre e hijo fueron de Barcelona, donde viven (y de donde nunca había salido), a Bruselas. Aprendió como funcionaba una estación de tren, descubrió que en algunas iglesias se puede dormir sin pagar, y aprendió medidas básicas de prudencia para evitar ladrones y avivados.
Tiene una cultura diferente a los chicos de su edad. A lo aprendido en sus años de cama, leyendo y discutiendo con su padre, le suma todo lo que aprende en ruta. Se empapa de las culturas a las que visita y de cada nueva amistad que hace por el camino. El primero año recorrió casi todos los países de Europa. Al año siguiente, su destino fue Asia: Tailandia, Malasia y Singapur. En 2008, se dejó de viajecitos de un par de meses, y decidió pasar seis meses en Sudamérica: México, Ecuador, Chile, Brasil, Paraguay y Argentina. Volvió a casa, y para los siguientes seis meses, eligió Africa. Pero la aventura africana terminó antes de lo previsto. No porque se le rompiera la silla de ruedas, sino porque a medio camino descubrió que se había enamorado. Había conocido a Anna.
Pero un aventurero enamorado, sigue siendo un aventurero. Así que cuando su familia le preguntó: – ¿Y ahora qué?,- el respondió: – Ahora, me marcho con ella.-
Su nueva aventura es la mayor de cuantas se ha planteado. Hace pocos meses, navegando por Google Earth, Albert quiso descubrir qué había exactamente en las antípodas de su casa en el pueblo de Esparreguera. Unió coordenadas e hizo cálculos, y el resultado fue una granja en Nueva Zelanda. Ese granjero neozelandés, con huso horario contrario al de Albert, no sospecha que una pareja catalana y una silla de ruedas se están dirigiendo allí, a su granja, cruzando medio mundo. No sabe, que a finales de 2011 puede tener visitas. Cruzarán Europa, visitarán medio Oriente, pasarán por Irán y Paquistán, recorrerán India, se pasearán por la Muralla China, cruzarán a Australia y de allí a Nueva Zelanda. Albert y Anna, solamente quieren visitar al señor que vive abajo. Llevan máquina de fotos y cámara, e irán documentando los pasos de su viaje, así que les contaremos más sobre esta media vuelta de Albert Casals.
Adaptación del articulo de Adriá Cuatrecases para la revista Orsai
 

Entrevista en La Vanguardia con Albert Casals, viajero en silla de ruedas, sin acompañantes y sin dinero. Una demostración de que los límites siempre son imaginarios… Acaba de publicar un libro: “El mundo sobre ruedas” en el que cuenta sus aventuras
¿Desde cuándo vas en silla de ruedas?
Desde los ocho años. Tuve mononucleosis y leucemia: o me trataban a saco, con riesgo de provocarme alguna discapacidad, o me moría.
Y fueron a saco.
Sí. ¡Y el resultado ha sido perfecto!
¿No te importa la silla de ruedas?
Si hubiese querido ser futbolista… ¡Pero no hay nada que yo no pueda hacer en mi silla!
¿No?
Subo, bajo, entro, salgo, he atravesado selvas y playas, he viajado por Francia, Italia, Grecia, Alemania, Escocia, Tailandia, Malasia, Singapur… Acabo de regresar de un viaje de seis meses por toda Sudamérica…
¿Con quién viajas?
Me gusta viajar solo.
¿En silla de ruedas… ¡y solo!?
La silla es más ventaja que inconveniente: la gente te pregunta qué te pasa, de dónde vienes…, y así haces un montón de amigos.
¿Desde cuándo viajas así?
A los catorce años les dije a mis padres que me iba. Fue muy duro para ellos permitir mi felicidad. Pusieron una condición: el primer viaje lo haría acompañado por mi padre. Fuimos a Bruselas y aprendí cosas útiles para viajar. Y, a partir de los quince años, ya he hecho todos esos viajes yo solo.
¿Y qué dicen hoy tus padres?
Sufren un poco, pero están contentos viéndome contento. Agradezco que se hayan esforzado tanto en no ayudarme, en no decirme: “Esto no puedes hacerlo porque vas en silla de ruedas”. Ellos facilitan mi felicidad.
¿Eres feliz, pues?
Plenamente, pues no hago nada que no quiera hacer en cada momento. Ahora me apetece hablar contigo, y si no, no estaría aquí.
¿Con qué dinero viajas?
Con tres euros al día.
No es posible.
Hace seis meses salí de casa con 20 euros para irme a Sudamérica, ¡y he vuelto con 20 euros en el bolsillo!
Pero… ¿y dónde duermes, y cómo comes y… cómo lo haces?
¿Por qué nos complicamos tanto la vida? Siempre hay dónde dormir, siempre hay algo que comer. Conoces a gente, y todo fluye. ¡Qué sencillo es el mundo! Lo he entendido viajando. Bastan cuatro cosas: dormir, comer, ducharse y hacer amigos.
Dicho así, sí parece fácil.
Claro. ¿Qué impide a todos los europeos hacerse vagabundos? Es maravilloso…
¿Qué buscas en tus viajes? 
Ver cómo vive la gente, ver cómo son, conocerles, vivir con ellos, ser su amigo.
¿Y qué opinan tus amigos de aquí? 
Me entienden, mis amigos son como yo: todos están haciendo lo que desean hacer, aunque a ellos no les apetece viajar.
¿No te da miedo viajar solo? 
¿Qué puede pasarme peor que no realizar mis sueños?
Pueden robarte… 
Al poco tiempo volveré a tener lo necesario, ¡seguro! Y nunca podrán robarme lo vivido.
… Puedes sufrir un accidente, morir…
Aun así, habría hecho lo que realmente quería, ¡habría sido más feliz que quedándome aquí contra mi deseo!
¿Qué haces al llegar a un sitio nuevo?
Voy a un parque, a una plaza, saco mis naipes… Al cabo de un rato hay niños, ¡y luego medio pueblo está alrededor!
¿Qué te dice la gente nueva con la que te vas encontrando? 
Los adultos repiten dos preguntas: “¿De dónde sales?”, “¿Y tus padres?”. Algunos se escandalizaban de mis padres por dejarme solo… Alguna vez la policía me ha detenido por si me había escapado… Un niño solo por el mundo, feliz…, ¿qué tiene de malo?
Hombre… 
Ahora, ya con 18 años cumplidos, ¡soy libre!
¿Qué llevas en tu mochila? 
Una libreta, algún libro, un boli, una linterna, los naipes para juegos de manos, jabón, cojín, dos pantalones y dos camisetas, calzoncillos, chaqueta, botiquín, la tienda de campaña y el kit de reparación de la silla.
Dime lugares en que hayas dormido. 
Playas, vagones de tren, parques, estaciones, coches, campos, comisarías, castillos en ruinas, casas abandonadas, casas de gente, cuevas, mansiones…
¿Cuál ha sido el mejor momento? 
Viajar de noche en la caja de un camión en marcha, destapada. Podía sacar la cabeza al viento o acurrucarme. Fue chulísimo.
¿Y tu momento más peligroso? 
He estado a punto de palmar volcando en un camión, y atravesando una selva con vampiros, y en una lancha de traficantes de motores entre islas caribeñas, zarandeados por una tormenta con olas de cinco metros: me golpeé, caí al agua inconsciente… y pudieron rescatarme por pelos.
¿Qué planes tienes ahora? 
Recorrer toda el Áfricaoriental hasta llegar a Madagascar.
¿Nada te frena? 
Cuando haces lo que de verdad quieres, el universo entero conspira a tu favor. Mira alrededor y decide: tú puedes elegir vivir triste o contento. Yo elijo la felicidad. No veo entre nosotros razones para ser infeliz.
¿Y no piensas estudiar, trabajar…? 
No, si no me divierte. Me gustaría ser mediador o acoger niños… A veces me dicen: “Si no trabajas, ¡de viejo serás pobre!”. Pero, si llego a viejo, ¡tendré amigos por todo el mundo! ¿Se puede tener más?

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