martes, 4 de octubre de 2011


El nuevo paradigma sostiene que una célula envejecida la ha producido nuestra conciencia que ha perdido la memoria de cómo mantenerse nueva.
Cuando envejecemos, los últimos en darnos cuenta somos nosotros, porque todo el entorno se ocupa de que lo recordemos. Además cada año que se suma a nuestra biografía nos deprime porque estamos demasiado seguros que vamos a envejecer, que nos van a doler las articulaciones, que nos vamos a enfermar y que algún día luciremos decrépitos.
Sin embargo, hay gente que tiene mucha edad y nunca llega a ser viejo.
Todos vemos a diario personas envejecidas y al mismo tiempo muy deterioradas, pero muchas veces la edad no coincide con su estado, resultando ser más jóvenes de lo que hubiéramos podido imaginar. Puede haber viejos de cuarenta años y jóvenes de ochenta.
Creencias, pensamientos y emociones crean las reacciones químicas que sostienen la vida en cada célula.
La bioquímica del cuerpo es un producto de la conciencia y si cambiamos de percepción, cambia también la experiencia del propio cuerpo y del mundo, porque la percepción se aprende y crea nuestra idea de la realidad, que es ilusoria.
El espíritu es inmune a toda forma de cambio y el tiempo no existe como absoluto, sólo existe para nosotros y aunque las cosas parezcan reales, no hay pruebas de la existencia de esa realidad objetiva, sin el observador.
La prueba que existe es que no hay dos personas que compartan exactamente el mismo universo y que cada visión del mundo crea su propio mundo. No existe color en el mundo natural, ni sonido, ni texturas, ni diseños, ni belleza ni aromas, es decir que ninguno de los hechos en que basamos nuestra realidad es válido. O sea, que podríamos cambiar nuestro mundo, incluido el cuerpo, simplemente cambiando de percepción.
Todos estos supuestos se basan en los descubrimientos de la física cuántica. Este nuevo paradigma fue iniciado por Einstein, Bohr, Heisenberg y otros físicos famosos, quienes llegaron a comprender que el modo aceptado de ver el mundo físico era falso y que el tiempo y el espacio también son producto de nuestros cinco sentidos que experimentan los hechos en orden de secuencia.
El antiguo modelo del espacio tiempo fue reemplazado por un campo cuántico de transformación constante que no está separado de nosotros sino que forma parte de nosotros; y cada célula es una terminal en miniatura conectada al orden cósmico.
Los seres humanos tenemos el poder de modificar nuestras funciones corporales. En vez de dejar que se realicen en forma involuntaria, como el latir del corazón, el respirar, la digestión y la regulación de hormonas, se pueden hacer conscientes y cambiar nuestra forma de envejecer.
La vida de nuestro organismo es más que un proceso de combustión lenta, es un acto inteligente y la mente y el cuerpo es una unidad.
El gran enemigo de la renovación es el hábito y para tener un cuerpo renovado hay que estar dispuesto a tener percepciones nuevas que den origen a soluciones nuevas.
El miedo a la vejez nos hace envejecer más aprisa, aceptarla con gracia, en cambio, nos aleja de muchas miserias, tanto físicas como mentales.
El miedo surge de la idea de ser seres separados creando conflictos entre un afuera y un adentro que no existen. La experiencia de unidad se puede lograr con la meditación.
Si queremos derrotar al envejecimiento tenemos que derrotar a la entropía. La entropía es la tendencia universal del orden a descomponerse en desorden y cuando la entropía se impone la inteligencia del orden disminuye.
Sin la destrucción la vida no podría existir, porque es parte del proceso de la vida. Sin embargo toda célula puede seguir viviendo porque en ella coexisten las dos fuerzas y cada célula sabe cómo derrotar a la entropía.
Una de las maneras más simples de evitar la entropía es darle al cuerpo algo que hacer.
Pero como en todos los aspectos de la vida, la verdadera clave es el equilibrio entre el descanso y la actividad, la alegría, el buen humor, el arte de la moderación y la constancia de la regularidad.

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