martes, 30 de noviembre de 2021

 «hablaba en verso y vivía en poesía»

 


′′ Nunca te metas en el sufrimiento ajeno.

El hombre debe cansarse de sí mismo y beber hasta el fondo la copa de veneno que le corresponde.
No seas presuntuoso y no esperes poder ayudar a todos, solo es posible ayudar a aquellos que están preparados para aceptar la ayuda.
Una persona que sufre ve el mundo a través de su dolor, por lo que es sorda y ciega.
Cada uno se arrastra tras su experiencia de vida sin ver que se trata de un peso muerto.
Si intervienes en el sufrimiento ajeno, el vórtice kármico te succionará en un juego ajeno.
Recuerda que el hombre es capaz de contagiar, con su sufrimiento.
Procede por tu camino sin mirar.
Solo si estás haciendo tu propio camino podrás ayudar a la gente a levantarse."


 «Los dados de Darwin han sido desfavorables para la Tierra», señala Wilson. La jugada afortunada que llevó a la especie hu­mana hasta su poder actual ha acarreado la ruina de otras innu­ merables formas de vida. Cuando los seres humanos llegaron al Nuevo Mundo hace unos doce mil años, abundaban en el con­ tinente los mamuts, los mastodontes, los camellos, los perezosos de tierra gigantes y docenas de otras especies similares. La mayo­ ría de esas especies autóctonas fueron cazadas hasta la extinción. 

América del Norte perdió, según Diamond, más del 70% de sus grandes mamíferos y América del Sur, el 80%.
La destrucción del mundo natural no es el resultado del ca­ pitalismo global, de la industrialización, de la «civilización oc­ cidental» o de algún fallo en las instituciones humanas. Es con­ secuencia del éxito evolutivo de un primate excepcionalmente voraz. A lo largo de toda la historia y la prehistoria, el progre­ so humano ha coincidido con la devastación ecológica.
Es cierto que algunos pueblos tradicionales vivieron en equi­ librio con la Tierra durante períodos prolongados. Los inuit y los bosquimanos desarrollaron modos de vida que tenían un es­ caso impacto. Nosotros no podemos pasar tan de puntillas por la Tierra. El Homo rapiens se ha hecho demasiado numeroso.
El estudio de la población no es una ciencia muy exacta. Na­ die predijo el colapso poblacional que está teniendo lugar en la Rusia europea poscomunista, ni la escala de la caída de la fertili­ dad que se está produciendo en buena parte del mundo. El mar­ gen de error en los cálculos de la fertilidad y de la esperanza de vida es amplio. Aun así, es inevitable un gran aumento adicio­ nal. Tal y como aprecia Morrison, «aun asumiendo un descenso de la tasa de nacimientos debido a factores sociales y un incre­ mento de la tasa de fallecimientos debido al hambre, a la enfer­ medad y a los genocidios, la actual población mundial de más de 6.000 millones de personas crecerá al menos en 1.200 millones de habitantes hasta el año 2050».
Una población humana cercana a los 8.000 millones de per­ sonas sólo puede ser mantenida desolando la Tierra. Si el hábi­ 19 tat salvaje se dedica al cultivo y al poblamiento humano, si las selvas tropicales pueden ser convertidas en desiertos verdes, si la ingeniería genética hace posible que se extraigan rendimientos cada vez mayores de unos terrenos cada vez más mermados, en­tonces los seres humanos acabarán creando para sí mismos una nueva era geológica, la eremozoica, la «era de la soledad», en la que sobre la Tierra quedará poca cosa más que ellos mismos y el entorno protésico que los mantenga con vida.
Pero por muy horrible que sea esa visión, no es más que una pesadilla que no se llegará a hacer realidad. O bien los propios mecanismos autorreguladores de la Tierra hacen el planeta me­ nos habitable para los humanos, o bien los efectos secundarios de sus propias actividades cortarán en seco su actual expansión de­ mográfica.
Lovelock sugiere cuatro resultados posibles para la Primate- maia disseminata: «La destrucción de los organismos infecciosos invasores; la infección crónica; la destrucción del huésped; o una simbiosis, una relación duradera de beneficio mutuo entre el huésped y el invasor».
De los cuatro resultados, el último es el menos probable. La humanidad nunca iniciará una simbiosis con la Tierra. Pero tampoco destruirá a su huésped planetario (el tercer resultado posible según Lovelock). La biosfera es más vieja y más fuerte de lo que los seres humanos jamás llegarán a ser. Tal y como escri­ be Margulis, «ninguna cultura humana, por muy grande que sea su inventiva, puede acabar con la vida en este planeta, ni aunque se lo propusiera».
Tampoco pueden los seres humanos infectar a su huésped de manera crónica. Cierto es que la actividad humana ya está alte­ rando el equilibrio planetario. La producción de gases invernade­ ro ha cambiado los ecosistemas globales de forma irreversible. En pleno proceso de industrialización a nivel mundial, esos cambios no harán más que acelerarse. En el peor de los casos (un panora­ ma que algunos científicos se están tomando muy en serio), el cam­ bio climático podría destruir países costeros tan poblados como 20 Bangladesh y provocar una crisis agrícola en otras zonas del mun­do —un auténtico desastre para miles de millones de personas— antes del final del presente siglo.
No se puede saber con certeza la escala del cambio actual­mente en marcha. En un sistema caótico, es imposible predecir con exactitud ni siquiera el futuro más inmediato. Pero parece probable que ya estén cambiando las condiciones de la vida de buena parte de la humanidad y que amplios sectores de ésta se es­tén enfrentando hoy a climas mucho menos acogedores que anta­ño. Según ha sugerido el propio Lovelock, el cambio climático puede ser un mecanismo mediante el cual el planeta se esté ali­gerando de su carga humana.
Es posible que, como consecuencia del cambio climático, surjan nuevos modelos de enfermedad que reduzcan la pobla­ción humana. Nuestros cuerpos son comunidades bacterianas, ligadas indisolublemente a una biosfera también bacteriana en gran parte. La epidemiología y la microbiología constituyen me­jores guías para conocer nuestro futuro que cualquiera de nues­tras esperanzas o planes.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Mary Oliver

Mary Oliver More | Words, Mary oliver poems
Cuando la muerte venga
como un oso hambriento en otoño;
cuando la muerta venga y tome todas las monedas brillantes de
su bolsa
para comprarme, y cerrar su bolsa de golpe;
cuando la muerte venga
como el sarampión,
cuando la muerte venga
como un iceberg entre los omoplatos,
quiero atravesar la puerta llena de curiosidad,
preguntándome:
¿cómo será, aquella cabaña de oscuridad?
Y por lo tanto, lo veo todo
como una fraternidad y una hermandad,
y miro al tiempo como no más que una idea,
y considero a la eternidad como otra posibilidad.
y pienso en cada vida como una flor, tan común
como una margarita de campo, y tan singular,
y a cada nombre una música cómoda en la boca,
tendiendo, como hace toda la música, hacia el silencio,
y a cada cuerpo un león de coraje, y algo
precioso para la tierra.
Cuando se acabe, quiero decir que toda mi vida
fui esposa que se casó con el asombro.
Fui el esposo, tomando al mundo entre mis brazos.
Cuando se acabe, no quiero preguntarme
si hice de mi vida algo particular y
real.
No quiero encontrarme a mí misma suspirando y asustada,
repleta de argumentos.
No quiero terminar simplemente habiendo visitado este mundo.

 Recuerdo, por ejemplo, a una joven y brillante investigadora de la Facultad de Medicina de Pittsburg. Había aceptado participar en un experimento en mi laboratorio acercar de la localización de las emociones en el cerebro. En ese estudio se trataba de que los sujetos situados en el interior de un escáner IRM* visionasen cortes de películas con imágenes muy fuertes, a menudo violentas. Recuerdo muy bien este experimento, porque desarrollé una auténtica aversión hacia esas películas a fuerza de verlas. La chica se metió por completo en el escáner IRM, y desde el principio del experimento vi que el ritmo cardíaco y la tensión arterial de esta chica ascendieron como un cohete, signo de un estrés importante. Me resultó muy inquietante, hasta tal punto que le propuse interrumpir el experimento. Sorprendida, me respondió que estaba muy bien, que no sentía nada, que las imágenes no tenían ningún efecto sobre ella, ¡y que no podía comprender por qué le proponía detener el experimento! Más tarde me enteré de que esta joven tenía muy pocos amigos y que sólo vivía para su trabajo. Sin saber exactamente por qué, los miembros de mi equipo la consideraban más bien antipática. ¿Era porque hablaba demasiado de sí misma y porque parecía indiferente respecto a quienes la rodeaban? Por su parte, ella no comprendía por qué no era más apreciada. Para mí representó el ejemplo típico de la persona cuyo CI es muy elevado y el “CE” deplorable. Su principal defecto parecía ser no tener conciencia de sus propias emociones y, de paso, permanecer sorda a las emociones de los demás. No me dio la impresión de que fuese a triunfar en su carrera. Incluso en las disciplinas más científicas hay que saber trabajar en equipo, hacer alianzas, dirigir a los colaboradores, etc. Sea cual se a nuestro campo de actividad siempre nos vemos obligados a relacionarnos con otros seres humanos. No podemos escapar a ello. Y nuestras disposiciones hacia este tipo de relaciones son las que determinan nuestro éxito a largo plazo.

 


Los humanos, los únicos seres dotados de autoconciencia, bendecidos o malditos por esta facultad superior torturante, siempre hemos querido saber por qué. Y no es sólo la gran pregunta ontológica de por qué estamos aquí, a la cual las religiones y las filosofías han tratado de responder varias personas durante diferentes épocas, y la ciencia tentativamente trata de dar explicaciones luminosas y quizás vayamos a morir este milenio, como los dinosaurios, sin haber desarrollado la comprensión necesaria para entendernos como un todo. Desde que los humanos se volvieron auto-conscientes hemos buscado explicaciones para los fenómenos comunes de la procreación, muerte, el ciclo de las estaciones, la tierra, el mar, el viento, las estrellas, el sol, la luna, la abundancia y el desastre. Con los mitos, los ancestros de los escritores, los contadores de historias orales comenzaron a sentir y formular estos misterios, usando los elementos de la vida diaria, la realidad observable y la facultad de la imaginación -el poder de proyectar en lo oculto- para hacer historias.

Roland Barthres preguntaba: ¿Cuáles son las características de los mitos? Y respondía: Transformar un significado a una forma. Los mitos son historias que actúan de mediador entre lo conocido y lo desconocido. Claude Levi- Strauss: ingeniosamente des-mitifica el mito como un género entre un cuento de hadas y una historia de detectives. Estamos aquí, pero no sabemos quien lo ha hecho. Es grato que si no tenemos la respuesta, podemos inventarla. El mito fue el misterio más la fantasía -los dioses, animales antromorfizados y los pájaros, la quimera, criaturas fantasmagóricas – que propone nuestra imaginación como una clase de explicación al misterio. Los humanos y sus criaturas amigas eran la materialidad de la historia, pero como escribió alguna vez Nikos Kazantzakis: “El arte es la representación no del cuerpo, sino de las fuerzas que crean el cuerpo”.

Hay muchas explicaciones probadas de los fenómenos naturales ahora; y hay nuevas preguntas que surgen de algunas de esas respuestas. Por esta razón, el género del mito nunca ha sido totalmente abandonado, aunque tendemos a pensar de él que es arcaico. Es confinado a los cuentos para dormir a los niños en algunas sociedades, en partes del mundo protegidos por bosques o desiertos de la mega cultura ha continuado vivo, para ofrecer arte como un sistema de meditación entre el individuo y el ser. Y ha hecho un tumultuoso retorno fuera del Espacio, un Ícaro en el avatar de Batman y los de su clase, que nunca caen en el océano del fracaso al enfrentar a las fuerzas dela vida. Estos nuevos mitos, sin embargo, no buscan tanto iluminar dar respuestas como distraer, proveer una ruta de escape fantástica para las personas que ya no quieren enfrentar el peligro de dar respuesta a los terrores de su existencia. (Quizás sea saber positivamente que ahora el ser humano posee los medios para destruir todo el planeta, el miedo que tienen de volverse ellos mismos dioses, condenados a su propia existencia continuada, lo que ha creado a los escapistas del mito de los comics y películas). Las fuerzas del ser permanecen. Son con lo que el escritor, como algo distinto del hacedor de mitos contemporáneo, trabaja, como hacía el mito en su antigua forma anhelaba hacer.

Los estudiantes literarios estudian más que nunca como los escritores enfocan este compromiso y experimentan con él. El escritor en relación a la naturaleza de la realidad percibida y lo que hay más allá – la realidad imperceptible- es la base de todos estos estudios, sin importar que como etiqueten los conceptos resultantes y sin importar en que micro archivo categoricen a los escritores, guardándolos en los anales de la histografía literaria. La realidad se construye de muchos elementos y entidades, vistas y no vistas, expresadas y no expresadas para dejar espacio en la mente para respirar. Sin embargo, lo que se concibe como el análisis psicológico a los estudios modernistas, post-modernistas, estructuralistas, post-estructuralistas, todos los estudios literarios buscan el mismo fin: poder decir consistentemente (¿y que es la consistencia sino el principio escondido dentro del acertijo?) a través de una metodología definir cómo toma el escritor las fuerzas de la vida. Pero la vida es aleatoria en si misma; constantemente es jalada y modificada por las circunstancias y los diferentes niveles de conciencia. No hay un puro estado del ser, y no hay un texto puro, “real”, totalmente incorporando lo aleatorio. No puede alcanzarse con ninguna metodología crítica, aunque los intentos sean interesantes. Desarmar un texto es siempre una contradicción, pues desarmar es hacer otra construcción con los pedazos, como lo hace Roland Barthres tan fascinantemente y lo admite en su disección lingüística y semántica de la historia de Balzac “Sarrasine”. Así que los escolares literarios terminan siendo también, una especia de contadores de historias.

¿Será que no hay otra manera de llegar a un entendimiento más que a través del arte? Los escritores mismos no analizan lo que hacen; analizar sería ver hacia abajo mientras se cruza un cañón en una cuerda. Decir esto no es mistificar el proceso de la escritura, sino hacer una imagen de la intensa concentración interna que el escritor debe tener para poder cruzas los abismos de lo aleatorio y hacerlos palabras de uno mismo, así como el explorador planta una bandera. “El impulso solitario del deleite” de Yeats en el vuelo solitario del piloto, y su “belleza terrible” nacida de su crianza , tanto opuesta como conjunta; E.M. Forrester y su modesta “única conexión”; la elección de Joyce del astuto “silencio, ingenioso y exilio”; más contemporáneo Gabriel García Márquez y su laberinto en que el poder sobre los otros, en la persona de Simon Bolivar, lleva a esclavitud del único poder que no se puede asir, la muerte –estos son algunos ejemplos de las variadas maneras en que un escritor enfrenta el estado del ser frente al mundo. Cualquier escritor con algo de valía espera poder ser una antorcha de luz – y raramente a través del genio, una súbita flama- al cuerpo y sin embargo, bello laberinto de la experiencia humana, de ser.

sábado, 27 de noviembre de 2021


Un día, Buda estaba pronunciando su discurso matutino y el rey había acudido a escucharle. Estaba sentado enfrente de Buda y no paraba de mover el dedo gordo del pie. Buda dejó de hablar y miró el dedo del pie del rey. Como es natural, cuando Buda miró su dedo, el rey dejó de moverlo. Buda empezó a hablar de nuevo, y el rey empezó otra vez a mover el dedo gordo del pie. Entonces Buda le preguntó: -¿Por qué haces eso? El rey respondió: -Solo cuando dejaste de hablar y me miraste el dedo me di cuenta de lo que estaba haciendo. No era nada consciente de lo que hacía. -Es tu dedo y no eres consciente -dijo Buda-. Entonces, podrías llegar a matar a una persona sin ser consciente de ello. Y exactamente de esa manera se ha matado a gente y el homicida no ha sido consciente. Muchos homicidas han negado en los tribunales haber matado a alguien. Al principio se pensaba que simplemente mentían, pero recientemente se ha descubierto que no estaban mintiendo, que lo hicieron en estado de inconsciencia. En aquel momento estaban tan rabiosos, tan enfurecidos, que fueron poseídos por su furia. Y cuando estás furioso, tu cuerpo segrega ciertas toxinas y tu sangre se intoxica. Estar enfurecido es estar en un estado de locura temporal. Y la persona se olvidará por completo de lo que hizo, porque no era consciente de lo que hacía. Y así es como la gente se enamora, mata a otros, se suicida, hace todas esas cosas. 



 Lao Tzu es una de las personas más grandes y más sabias que han existido, pero entre vosotros se siente tonto. Lao Tzu dice: “Todos parecen pensar con tanta claridad, y yo ¡estoy todo confuso” Lo que Aristóteles dice de Heráclito, Lao Tzu lo dice de sí mismo. Lao Tzu dice: «Cuando alguien escucha mis enseñanzas sin la mente, se ilumina. Si alguien escucha mis enseñanzas a través de la mente, lo único que encuentra son sus propias explicaciones, que no tienen nada que ver conmigo. Y cuando alguien escucha sin escuchar -hay personas que escuchan sin escuchar-, cuando alguien escucha como si estuviera escuchando pero sin escuchar, se ríe de mis tonterías. Y el tercer tipo de mente es la mayoría. Dice Lao Tzu: Si la mayoría no se ríe de ti, ten cuidado, porque puedes estar diciendo algo equivocado. Si la mayoría se ríe, entonces es que estás diciendo algo que es verdad. Cuando la mayoría piensa que eres tonto, existe alguna posibilidad de que seas un sabio; de lo contrario, no hay ninguna posibilidad.

 


El mundo de las letras y de la cultura en España ha perdido a una de sus figuras más destacadas. La prolífica escritora Almudena Grandes ha fallecido este sábado en Madrid a causa del cáncer que padecía. La autora de los Episodios de una guerra interminable tenía 61 años y llevaba más de uno tratando de superar la enfermedad que ella misma anunció que sufría hace poco más de un mes. Dio la noticia en su columna de El País Semanal, bajo el título Tirar una valla, donde reconocía: "he tenido que escribir algunos artículos muy complicados a lo largo de mi vida", pero "ninguno como este".


viernes, 26 de noviembre de 2021

 La racionalidad humana, nacida en la era moderna a partir del primer renacimiento humanístico, está tocando fondo en su especulación científica: la física cuántica no puede ir más allá en su investigación sin tener en cuenta a la conciencia del observador; del mismo modo, la teoría de cuerdas postula otras dimensiones inaccesibles a nuestros sentidos pero que rayan con planteamientos filosóficos y espirituales. La conciencia y su expansión a otras dimensiones, parecen ser las consignas epistemológicas que brotan desde la ciencia, todo un acercamiento de la racionalidad pragmática (objeto) a la racionalidad espiritual (sujeto). Por otro lado, esa racionalidad humana ha caído presa del pragmatismo utilitarista fomentado por el sistema capitalista de producción, causando ello el actual colapso civilizatorio tanto en la biosfera como en la noosfera; del mismo modo, la espiritualidad de la humanidad secuestrada por las religiones, se está degradando inexorablemente por el anacronismo de sus dogmas, amén de los escándalos económicos y sexuales de la Iglesia Católica. Por todo ello, por la carencia de completitud del materialismo científico, por la fragmentación del ego durante la postmodernidad, y por la inutilidad de las religiones como causa explicativa del más allá, el mundo se halla ante un colapso social, mental y espiritual, y requiere urgentemente de un revisionismo epistemológico

 Siempre estoy contigo, así que no quiero ver ni una lágrima en tu cara.

 Tú puedes derrotar al mundo. 

Por eso te desafío. 

Atrévete.

jueves, 25 de noviembre de 2021

 


El 10 de diciembre de 1909 Selma Lagerlöf dio un discurso. Autora de, entre muchas otras obras, el clásico de la literatura infantil El maravilloso viaje de Nils Holgersson, Lagerlöf pronunciaba su discurso de aceptación del Premio Nobel de literatura. Dos mujeres tienen un lugar destacado en su discurso, por encima de todos los demás. Su amiga, compañera de viaje y apoyo imprescindible en su vida, la escritora Sophie Elkan. Y también Esselde, seudónimo de Sophie Adlersparre, una destacada intelectual, activista por los derechos de las mujeres, quien apoyó a Lagerlöf al comienzo de su carrera, cuando casi nadie apostaba por ella.

Adlersparre había muerto catorce años antes de la concesión del premio. Su sueño, y el objetivo de toda una vida de lucha, fue que la mujer recibiera el reconocimiento que su trabajo intelectual merecía. Y aquella jovencita que ella apoyó logró, tiempo después, hacer honor a su memoria.

Selma Lagerlöf consiguió el Premio Nobel. Pero ahí no termino su carrera. Siguió escribiendo y, siendo ya muy anciana, ayudó a otra escritora, esta alemana, a huir de la persecución nazi y salvar la vida.

Años después, esa escritora, Nelly Sachs, recibió también el Premio Nobel. Y se lo agradeció, cómo no, a Selma Lagerlöf.

El sueño de Adlersparre tomó vuelo con Lagerlöf y continuó en Sachs. Con muchas dificultades, sin duda, pero haciendo válido lo que afirmaba Okka, la jefa de la bandada con la que viajó Nils Holgersson: que a ella y a los suyos, “se les va el cansancio volando”.

http://revistababar.com/wp/la-maravillosa-deuda-de-selma-lagerlof/

 


Tras la epifanía de Acción de Gracias en el sofá de su cuñado, Sinek pasó meses obsesionado con el porqué. ¿Cuál era el suyo? No tardó en descubrir que siempre había sido el eterno optimista de la pandilla. "Era el que convencía a todo el mundo de que podía acometer lo que se propusiera", escribe. Ese resultó su porqué: inspirar a las personas, ayudarlas a hallar su propio porqué.

"Compartí mi hallazgo con un grupo de amigos y me invitaron a que se lo contara a otros amigos", recuerda. "Organicé una charla en un piso, gustó, me pidieron más... Fue una difusión bastante orgánica y, en un momento dado, alguien me dijo: deberías escribir un libro. Seguí su consejo, llevé el manuscrito a un editor y, tres días después, firmaba el contrato para publicar Start with Why".

"Nunca se planteó ser un orador", le digo.

"Ni siquiera ahora", responde divertido.

¿Y cómo se ha plantado en el World Business Forum, que es la Champions de la oratoria? "No estoy mejor relacionado que los demás", escribe. "Tampoco mi ética del trabajo es superior. No tengo un título de la Ivy League y mi expediente universitario está en la media. Lo más divertido es que ni siquiera sé cómo montar un negocio. Lo único que hago que la mayor parte de la gente no hace es que he aprendido a empezar siempre con el porqué".

https://www.expansion.com/actualidadeconomica/2016/02/19/56af9c1a22601dd4678b4619.html


“Con palabras no es como mejor se expresa la filosofía de una persona; se expresa en las decisiones que uno toma. A la larga, moldeamos nuestras vidas y nos moldeamos a nosotros mismos.” 

—Eleanor Roosevelt 

martes, 23 de noviembre de 2021

 

"Ven a vivir conmigo. Tendremos todos los libros de poesía que existen en el mundo. Toda la música. Todos los alcoholes que arden en los ojos y corroen el odio. Nos embriagaremos hasta oscilar como seres de una materia fosforescente, y diremos tantos poemas que nuestras lenguas se incendiarán como rosas."

 La risa y la dicha pueden significar, para todas las células del cuerpo, un mensaje sanador que refuerza la vida, mientras que la vergüenza, la culpa y la desesperación pueden generar mensajes destructivos. Tus emociones son químicas. Es fascinante la forma en que determinados pensamientos provocan cambios en el cuerpo. Si eres feliz, tu cuerpo lo sabe, y si te deprimes y pierdes la esperanza, también. Y cuando me refiero al cuerpo estoy hablando de la médula espinal, del revestimiento de los vasos sanguíneos, del hígado... Cada órgano participa en la felicidad o en la tristeza. La conciencia y el conocimiento se dan a nivel de la membrana celular. (La neurofisióloga Candace Pert ha trabajado con los neuropéptidos, y esencialmente cree que el conocimiento y la conciencia terminarán por ser localizados en la membrana celular.) Sabemos que las personas felices tienen un conjunto de neuropéptidos (hormonas) en la sangre diferente del que presentan las personas deprimidas, coléricas o ansiosas. Nuestro sistema nervioso y otros sistemas orgánicos se comunican, por mediación de los neuropéptidos, con todas las células del cuerpo. Nuestros sentimientos viscerales, la forma en que encaramos la vida, el número de glóbulos blancos que producimos, la rapidez con que cicatriza una herida, son todas cosas que están vinculadas entre sí. Frances Hodgson Burnett lo describe muy bien en The Secret Garden, * el libro favorito de mi mujer desde que estaba en la escuela primaria, y que yo también he leído hace poco: Una de las cosas nuevas que la gente empezó a descubrir en este último siglo es que los pensamientos -los meros pensamientos- son tan poderosos como baterías eléctricas: tan buenos para ti como puede ser el sol, o tan malos como el veneno. Dejar que un mal pensamiento o uno triste se te meta en la cabeza es tan peligroso como que penetre en tu cuerpo el estreptococo productor de la escarlatina. Si dejas que se quede en tu interior, es probable que ya no te liberes de él en toda tu vida. Si visualizas un cambio corporal (no es necesario que sepas anatomía para que la imagen sea satisfactoria), tu cuerpo responderá. Si te imaginas que afluye más sangre a tu pierna herida, así será efectivamente. La mente y el cuerpo no son dos entidades separadas, sino una: somos una unidad. La mente y el cuerpo se comunican no sólo mediante las emociones, sino también por medio de la visualización y la meditación, que pueden proporcionarnos otra vía de acceso al inconsciente, a nuestro verdadero camino y a la sanación.

domingo, 21 de noviembre de 2021

 


«La afinidad por los demás es curativa: todos somos médicos para todos.» 

El cáncer ocupa una tercera parte de mi hígado, y, aunque se puede frenar su avance, este tipo específico de cáncer no se puede detener.
    Ahora me toca decidir cómo quiero vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda, y a ello me animan las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, el cual, al enterarse de que sufría una enfermedad mortal a los sesenta y cinco años, en un solo día de abril de 1776 escribió una breve autobiografía. La tituló De mi propia vida .
    «Supongo que el deterioro será rápido», escribió. «He sufrido muy poco dolor a causa de la enfermedad; y lo más extraño es que, a pesar del enorme declive físico, mi espíritu no ha sufrido ni un instante de abatimiento. Me aplico a mis estudios con el mismo ardor de siempre, y siento la misma alegría cuando estoy acompañado».

 Hume añadía: «Soy (…) un hombre de carácter ponderado, que controla su genio, de talante abierto, social y alegre, capaz de sentir afecto y poco dado a la enemistad, y de gran moderación en todas sus pasiones».

viernes, 19 de noviembre de 2021

 


"Tienen diferente forma y diferente matiz, pero unidas por los años, mis penas, o mis engaños, como sucesión de daños, son escaleras en mí".



 


«En el principio era la palabra.

La Palabra estaba con Dios, significaba la Palabra de Dios, y la palabra fue la Creación. Pero durante siglos de cultura humana la palabra ha tomado otros significados, seculares y religiosos. Tener la palabra se ha convertido en sinónimo de la máxima autoridad, con prestigio, con asombro, algunas veces con peligrosa persuasión, busca tener el horario de máxima audiencia en tv, en un programa de entrevistas , tener el don de conversar y hablar en lenguas. La palabra vuela a través del espacio, rebota desde los satélites, ahora más cerca de lo que jamás han estado del cielo de donde se cree que provino. Pero su transformación más significativa ocurrió para mí y mi raza hace largo tiempo, cuando por primera vez se talló en una arcilla de barro o trazó en un papiro, cuando se materializó de sonido a espectáculo, de ser escuchada a ser leída mediante una serie de signos, y luego letra; y viajó a través del tiempo de pergamino a Gutemberg. Esta es la génesis de la historia del escritor. Es la historia que la escribió a ella o él para existir.

Fue, extrañamente, un proceso doble; crear al mismo tiempo al escritor y el mismo propósito del escritor como una mutación en el protagonismo de la cultura humana. Fue tanto una ontogénesis como l origen y desarrollo del ser individual; y la adaptación, en la naturaleza de ese individuo, específicamente a la exploración de la ontogenia: el origen y desarrollo de ser individual. Porque nosotros, escritores, hemos evolucionado para esta tarea. Como el prisionero encarcelado con el jaguar en la historia de Borges “El Manuscrito de Dios”, que estaba tratando de leer, con un rayo de luz que aparecía solo una vez al día, el significado de ser en las manchas de la piel del animal, vivimos nuestras vidas tratando de interpretar a través de las palabras el mundo del que formamos parte a través de las lecturas que hacemos en las sociedades. En este sentido, en esta participación inefable e inextricable, la escritura es siempre y simultáneamente una exploración del yo y del mundo; del ser colectivo y del individual.



 No digas que la lucha fue en balde

que el esfuerzo y las heridas no sirven de nada

que el enemigo no ceja ni desfallece

y que todo permanece como estaba

pues aunque las olas cansadas rompan en vano 

sin que parezcan ganar aquí un palmo

a lo lejos en calas y ensenadas

temprano avanza en silencio el mar calmo

y no solo en las ventanas de levante

entra la luz cuando amanece

enfrente el sol asciende lentamente

ilumina el poniente y la tierra resplandece

Arthur Hugh Clough

martes, 16 de noviembre de 2021

 


Fue llamada Phillips, porque así se llamaba el barco que la trajo, y Wheatley, que era el nombre del mercader que la compró. Había nacido en Senegal. En Boston, los negreros la pusieron en venta:

-¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua!
Fue palpada, desnuda, por muchas manos. A los trece años, ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora. A los veinte años, Phillips fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca. Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados.
Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era mujer, era negra, era esclava, pero era poeta.

Nació en 1753 y fue la primera escritora afroamericana en publicar un libro en los Estados Unidos (Poems on various subjects, “Poemas de varios asuntos”, 1773). Raptada y sometida a la esclavitud con tan solo siete años, la familia de mercaderes se aseguró de que recibiera una buena educación, incluyendo estudios de latín, griego, mitología e historia. Pronto dominaría el inglés, con su primer poema publicado hacia 1767 a la edad de 13, en el Newport Mercury.

Era intelectualmente dotada, lo que fue un aliciente para convertirse en la mujer que fue. George Washington admiraba su poesía, llegándose a referir a ella por “gran genio poético”. Y si esta se caracterizaba muchas veces por su contenido cristiano, se debe a que fue convertida a esta fe a través de John y Susannah Wheatley, sus compradores. Tras la muerte de John y Susannah Wheatley, Phillis contrajo matrimonio con un negro liberto y de profesión verdulero llamado John Peters.

Luego de que su marido la abandonara, realizó tareas domésticas como sirvienta. Ni el trabajo duro ni su habilidad artística le brindarían prosperidad, lo que desembocaría en su temprano deceso a la edad de 31, sumida en la pobreza, y muriendo su tercer hijo unas horas después. Un segundo volumen de poesía en el que se encontraba trabajando se ha perdido.

Muchos de sus poemas están dedicados a personalidades famosas. Escasa vez menciona su propia situación en los poemas que escribe. Uno de los pocos que tratan la esclavitud es “On being brought from Africa to America” (Sobre el ser traída desde África hasta América):

`TWAS mercy brought me from my Pagan land, Taught my benighted soul to understand That there’s a God, that there’s a Saviour too: Once I redemption neither sought nor knew. Some view our sable race with scornful eye, “Their colour is a diabolic dye.” Remember, Christians, Negroes, black as Cain, May be refin’d, and join th’ angelic train.´

Fue la gracia la que me trajo desde mi tierra pagana, le enseñó a mi ignorante alma a entender que hay un Dios, que hay un Salvador también: Una vez no he buscado ni sabía de la redención. Algunos ven a nuestra oscura raza con ojo desdeñoso, “Su color es un hito diabólico.” Recordad, cristianos, negros, tanto como Caín, Podrán ser refinados, y unirse al angélico tren. Esa era Phillips, mujer negra que, en la crueldad de la esclavitud, tenía libertad intelectual. ¡Soy porque somos!

https://programaacua.org/era-mujer-era-negra-fue-esclavizada-y-era-poeta/

 Horacio, hijo de un esclavo liberto y protegido por Mecenas, vivió bajo el imperio de Augusto y viajó a Grecia a estudiar filosofía. Allí se adhirió al pensamiento de Epicuro, que afirma que el principio más importante de la existencia humana es el bienestar físico y mental. La idea del paso del tiempo y sus consecuencias recorre toda la historia de la literatura universal y ya está presente en el antiguo y famoso poema del arpista hallado en la tumba del faraón egipcio Inef o en la no menos famosa y antigua Epopeya del Gilgamesh. También Siddhartha Gautama (Buda) se apuntó al mismo tópico literario cuando dijo: «El secreto de la salud mental y corporal se encuentra en no quejarse del pasado, ni preocuparse por el futuro, ni avanzar los problemas, sino en vivir sabiamente ahora.» Otros escritores clásicos como Ovidio o Catulo también trataron el tema, pero siempre me ha parecido que el gran hallazgo de Horacio fue recoger la fuerza de este pensamiento en una única frase lapidaria final: «Carpe diem, quam minimum credula postero!» («Aprovecha el día, sin fiarte para nada del mañana»).

  A veces, el campo de posibilidades infinitas se las arregla incluso para comunicarse con personas que se mofan de él. En 1975, Gerald Jampolsky, que en esa época era «en apariencia» un exitoso psiquiatra de California, se estaba desmoronando por dentro. Su matrimonio había terminado después de veinte años. Tenía problemas con la bebida. Sufría dolor de espalda crónico e incapacitante. Por supuesto que nunca se le hubiera ocurrido buscar una guía más elevada. Como nos comenta: «Era la última persona que hubiera estado interesada en una corriente de pensamiento que utilizara términos como Dios y amor». Sin embargo, cuando leyó por primera vez Un curso de milagros, el libro que he mencionado varias veces, que enseña la transformación personal al elegir el amor en lugar del temor, escuchó una voz que le decía claramente: «Médico, cúrate a ti mismo. Este es tu camino de regreso a casa». Por supuesto lo fue. Posteriormente Jampolsky ha escrito muchos libros. Da conferencias en numerosos sitios acerca de los principios de Un curso de milagros e incluso fundó un centro para personas con enfermedades letales en Sausalito, California.

lunes, 15 de noviembre de 2021

 Entre las personas de cerebro intacto, la tendencia a la asfixia emocional puede acarrear graves consecuencias para la salud. La separación entre el cerebro cognitivo y el cerebro emocional comporta una capacidad extraordinaria para no percibir las pequeñas señales de alarma de nuestro sistema límbico. Siempre encontramos buenas razones para encerrarnos en un matrimonio o en una profesión que en realidad nos hacen sufrir, violentando a diario nuestros valores más profundos. Pero eso no se arregla haciendo oídos sordos a una desazón subyacente. Como el cuerpo es el principal campo de acción del cerebro emocional, este callejón sin salido se traduce en problemas físicos. Los síntomas son las clásicas enfermedades del estrés: la fatiga inexplicable, la hipertensión arterial, los catarros y otras infecciones repetitivas, las enfermedades cardíacas, los trastornos intestinales y los problemas de la piel. Investigadores de Berkeley han llegado incluso a sugerir hace poco que lo que más pesa sobre nuestro corazón y arterias es la supresión de las emociones negativas por parte del cerebro cognitivo, y no las emociones negativas en sí mismas.

viernes, 12 de noviembre de 2021

 Las mentiras más devastadoras para nuestra autoestima no son tanto las que decimos como las que vivimos.

    Vivimos en una mentira cuando desfiguramos la realidad de nuestra experiencia o la verdad de nuestro ser.
    Así, vivo una mentira cuando finjo un amor que no siento; cuando simulo una indiferencia que no siento; cuando me presento como más de lo que soy, o como menos de lo que soy; cuando digo que estoy irritado y lo cierto es que tengo miedo; cuando aparento indefensión y lo cierto es que soy un manipulador; cuando niego y oculto mi entusiasmo por la vida; cuando finjo una ceguera que niega mi comprensión; cuando pretendo poseer una información que no tengo; cuando me río y en realidad necesito llorar: cuando paso un tiempo inútil con gente que no me gusta; cuando me presento como la personificación de valores que no siento ni poseo; cuando soy amable con todos menos con las personas que digo amar; cuando me adhiero falsamente a ciertas creencias para gozar de aceptación; cuando finjo modestia; cuando finjo arrogancia; cuando permito que mi silencio implique asentimiento con respecto a convicciones que no comparto; cuando digo que admiro a una clase de persona pero duermo siempre con otra.
    La buena autoestima exige coherencia, lo cual significa que el sí-mismo interior y el sí-mismo que se ofrece al mundo deben concordar.
    Si elijo falsear la realidad de mi persona, lo hago para engañar la conciencia de los otros (y también a la mía propia). Lo hago porque considero inaceptable lo que soy. Valoro cualquier idea de otro por encima de mi propio conocimiento de la verdad. Mi castigo es que atravieso la vida con la atormentada sensación de ser un impostor. Esto significa, entre otras cosas, que me condeno a la angustia de preguntarme eternamente cuándo me descubrirán.
    Primero, me rechazo a mí mismo; esto está implícito en el hecho de vivir mentiras, en el de falsear la verdad de mi persona. Después, me siento rechazado por los demás, o busco posibles signos de rechazo, para lo cual soy generalmente rápido. Imagino que el problema se plantea entre los demás y yo. No se me ocurre que lo que más temo de los otros ya me lo he hecho a mí mismo.
    La honestidad consiste en respetar la diferencia entre lo real y lo irreal, y no en buscar la adquisición de valores mediante el falseamiento de la realidad, ni la consecución de objetivos pretendiendo que la verdad es distinta de lo que es.
    Cuando intentamos vivir de una manera poco auténtica, siempre somos nuestra primera víctima, ya que, en definitiva, el fraude va dirigido contra nosotros mismos.
    Es obvio que las mentiras más comunes de la vida cotidiana perjudican la autoestima: "No, no comí una tercera porción de tarta de fresas"; "No, no me acosté con fulano"; "No, no cogí ese dinero"; "No, no falseé los resultados de la prueba", etcétera. La conclusión es siempre que la verdad es vergonzosa, o peor que vergonzosa. Ese es el mensaje que nos transmitimos a nosotros mismos cuando decimos mentiras semejantes. Pero éste es el nivel de deshonestidad más obvio. Aquí debemos considerar una clase de deshonestidad mucho más profunda, tan íntimamente vinculada (así es como lo sentimos) a nuestra supervivencia que renunciar a ella suele ser un desafío de mucha más envergadura.
    Para evitar una posible mala interpretación, digamos que vivir auténticamente no significa practicar una sinceridad compulsiva. No significa anunciar cada pensamiento, sentimiento o acción posibles, sin tener en cuenta si el contexto es apropiado o no, o su relevancia. No significa confesar verdades de manera indiscriminada. No significa dar opiniones que no nos han pedido sobre el aspecto de otras personas, ni formular necesariamente críticas exhaustivas, aunque nos las hayan pedido. No significa ofrecerse a brindar información a un ladrón sobre unas joyas escondidas.
    Por otro lado, debemos reconocer que la mayoría de nosotros hemos sido educados casi desde el mismo día en que nacimos, para no saber qué es vivir auténticamente.



 "Pensar es insistir."



 


“Había una vez una mujer anciana. Ciega pero sabia.” ¿O era un hombre anciano? Acaso era un gurú. O un griot calmando chicos inquietos. Yo escuché esta historia, o una exactamente como ésta, en el saber popular de varias culturas.

“Había una vez una mujer anciana. Ciega. Sabia.”

En la versión que conozco la mujer es hija de esclavos, negra, americana y vive sola en una pequeña casa afuera del pueblo. Su reputación respecto de su sabiduría no tiene par y es incuestionable. Entre su gente ella es a la vez la ley y su trasgresión. El honor que y el respeto que le tienen, va hasta mucho más allá de su pueblo; llega hasta la ciudad donde la inteligencia de los profetas rurales es una fuente de mucho asombro.

Un día a la mujer la visitan unos jóvenes que vienen con la intención de desaprobar su clarividencia y poner en evidencia el fraude que creen que ella es. Su plan es simple: entran en su casa y le hacen la única pregunta cuya sola respuesta manifiesta la diferencia que tienen con ella, una diferencia que ven como una profunda ineptitud: su ceguera. Se le paran enfrente y uno le dice: “Anciana, tengo en mi mano un pájaro. Dígame si está vivo o muerto.”

Ella no contesta y repiten la pregunta. “¿Está vivo o muerto el pájaro que tengo?”

Tampoco contesta. Es ciega y no puede ver a sus visitantes, mucho menos lo que tienen en sus manos. No sabe el color de su piel, de dónde vienen ni si son hombres o mujeres. Sólo conoce sus motivos.

El silencio de la mujer es tan largo que los jóvenes tienen dificultad para aguantar la risa.

Finalmente habla y su voz es suave pero severa. “No sé”, dice, “no sé si el pájaro que tienen está vivo o muerto, lo único que sé es que está en sus manos. Está en sus manos.”

Su respuesta puede ser tomada así: si está muerto, ustedes lo encontraron de este modo o lo mataron. Si está vivo, todavía pueden matarlo. En caso de que lo dejen vivo, es su decisión. En todo caso, es su responsabilidad.

Por querer burlar los poderes y la impotencia de la anciana, los jóvenes reciben una reprimenda, porque son responsables no sólo del acto de burla sino también por el pequeño manojo de vida sacrificado para conseguir sus fines. La anciana deja de prestarles atención a las aserciones de poder para prestarle atención al instrumento mediante el cual ese poder es ejercido.

La especulación de qué podría significar ese pájaro-en-la-mano (otra que su propio cuerpo frágil) siempre fue algo atractivo para mí, especialmente ahora, pensando, como lo vengo haciendo, acerca del trabajo que me ha traído ante ustedes. Por eso elijo leer al pájaro como el lenguaje y a la mujer como a una escritora con práctica. Ella está preocupada por cómo el lenguaje con el cual ella sueña, y que le fue dado al nacer, es manejado, puesto al servicio de diversos intereses, incluso apartado de ella con nefastos propósitos. Siendo una escritora, considera al lenguaje en parte como un sistema, en parte como una cosa viviente sobre la cual una tiene control, pero sobre todo como una operación- un acto con consecuencias. Entonces, la pregunta que los chicos le hicieron, “¿Está vivo o muerto?”, no es irreal porque ella piensa al lenguaje como algo susceptible de muerte, de erosión. Desde luego expuesto al peligro y salvable sólo por un esfuerzo de la voluntad. Cree que si el pájaro en las manos de los visitantes está muerto, los custodios son responsables por el cadáver. Para ella una lengua muerta no es sólo esa que no se habla o no se escribe más, sino que sobre todo es la obstinada lengua que se contenta con la admiración de su propia parálisis. Como una lengua estática, censurada y censuradora. Despiadada en su actividad policial, no tiene deseos ni otro propósito que mantener el campo abierto de su propio narcisismo narcótico, su exclusividad y dominio. Por más moribundo que esté, no queda sin efecto ya que frustra activamente el intelecto, ahoga la conciencia, suprime la potencia humana. Inmune a las preguntas, no puede formar o tolerar nuevas ideas, armar nuevos pensamientos, contar otra historia, llenar los desconcertantes silencios. Una lengua oficial, fragmentada para sancionar la ignorancia y preservar los privilegios, es una armadura pulida para dar brillo, una cáscara de donde el caballero se ha ido hace mucho tiempo. Y sin embargo, ahí está: tonta, predatoria, sentimental. Excitando la reverencia en las escuelas, dando resguardo a los déspotas, reuniendo falsas memorias de estabilidad y de armonía entre la gente.

Ella está convencida de que cuando el lenguaje muera, a causa del descuido, el desuso, la indiferencia y la falta de estima, o sea asesinado por una orden, no sólo ella, sino todos los hablantes y creadores serán responsables de su muerte. En su país los chicos se sacaron la lengua a mordiscos y usan balas para no repetir la voz sin habla, la voz de un lenguaje lisiado y golpeador; ese dispositivo para luchar con significados que los adultos abandonaron, y que podría proveerlos de una guía o expresar amor. Pero ella sabe que sacarse la lengua no es sólo una opción de niños. Es muy común entre las infantiles cabezas de estado y los comerciantes del poder, cuyos vaciados lenguajes los dejaron sin acceso a lo que queda de sus instintos humanos, dado que sólo les hablan a aquellos que obedecen, o en todo caso hablan para forzar una obediencia.

El saqueo sistemático del lenguaje puede ser reconocido como la tendencia de sus hablantes a renunciar a sus matizadas, complejas y mayéuticas propiedades para usarlo como medio de amenaza y subyugación. El lenguaje opresivo hace más que representar la violencia; es violencia; hace más que representar los límites del conocimiento, lo limita. Sea el oscuro lenguaje de estado o las tergiversaciones de los insensatos medios; sea el maligno lenguaje de la ley-sin-ética, o aquél designado para el alienamiento de las minorías, escondiendo sus saqueos racistas debajo de un maquillaje literario- todo esto debe ser rechazado, alterado y expuesto. Es el lenguaje que chupa sangre, que se ajusta la bota fascista con crinolinas de respetabilidad y patriotismo al tiempo que se mueve implacablemente hacia el último y más oscuro lugar de la mente. Lenguaje sexista, lenguaje racista, lenguaje teísta- son todas formas típicas de las políticas de lenguaje del dominio, que no pueden y no permiten nuevos conocimientos ni el encuentro de nuevos intercambios de ideas.

La anciana es profundamente conciente de que ningún intelecto mercenario, ningún dictador insaciable, ni político a sueldo o demagogo, ni ningún periodista impostor serían persuadidos por estos pensamientos suyos. Hay y habrá un lenguaje que excite a los ciudadanos a mantenerse armados, asesinando y siendo asesinados en los shoppings, juzgados, correos, plazas, cuartos y bulevares; un lenguaje agitado, conmemorativo, que enmascara la pena y el gasto de una innecesaria muerte. Va a haber un lenguaje diplomático que apruebe la violación, la tortura, el asesinato. Hay y seguirán habiendo más lenguajes seductores, mutantes, designados para estrangular a las mujeres, hacer de sus gargantas un paté con sus propias palabras transgresivas e imposibles de decir; va a haber más lenguajes de vigilancia disfrazados como investigación, de política e historia, calculados para someter al silencio a millones de personas que sufren, un lenguaje glamoroso para maravillar a los insatisfechos para que asalten sus barrios, arrogantes lenguajes seudo empíricos maquinados para encerrar a las mentes creativas en jaulas de inferioridad y desamparo.

Debajo de la elocuencia, el glamour, las asociaciones aprendidas de memoria, por más seductoras o incitantes que sean, por debajo, el corazón de ese lenguaje está languideciendo o quizá ya no late más… si el pájaro ya está muerto.

Ella pensó en cómo podría haber sido la historia intelectual de cualquier disciplina si no se hubiera insistido en el gasto de tiempo y vida que las racionalizaciones y representaciones de la dominación requirieron; pensó cómo podría haber sido si esa disciplina no hubiera sido metida a la fuerza en los letales discursos de exclusión que bloquean el acceso al conocimiento tanto al guardián como al prisionero.

La convencional enseñanza de la historia de la Torre de Babel es que ese derrumbe fue una desgracia. Fue la distracción o el peso de tantas lenguas lo que precipitó la fallada arquitectura de la torre. Ese único y monolítico lenguaje hubiera dado curso a la construcción y el paraíso hubiera sido alcanzado. ¿El paraíso de quién?, ella se pregunta. ¿Y de qué tipo? Quizás alcanzar el Paraíso hubiera sido una cosa prematura y un poco apresurada, si nadie se podía tomar el trabajo de entender otras lenguas, otras miradas, otros períodos narrativos. Si así hubiera sido, es posible que ese paraíso lo hubieran encontrado a sus pies. Complicado, demandante, sí, pero sería una visión del paraíso como vida, y no como vida más allá.

Ella no quisiera dejar irse a los jóvenes con la impresión de que el lenguaje debe ser forzado a mantenerse vivo para que meramente sea. La vitalidad del lenguaje reside en su habilidad para pintar lo actual, las vidas imaginadas y posibles de sus hablantes, lectores, escritores. Aunque a veces su equilibrio esté en desplazar la experiencia, no es es sustituto de ella. Se extiende y arquea hacia donde el significado puede estar. Cuando un presidente de los Estados Unidos pensó en el cementerio en que su país se había convertido, dijo “El mundo apenas notará ni recordará por mucho tiempo lo que digamos ahora. Pero nunca va a olvidar lo que acá pasó”: sus simples palabras son estimulantes en cuanto a sus propiedades para mantener la vida porque se negaron a encapsular la realidad de 600.000 muertos de una catastrófica guerra racial. Negándose a monumentalizar, desdeñando la “palabra final”, el conteo preciso, reconociendo su “pobre poder para sumar o apartar”, sus palabras señalan deferencia hacia lo incapturable de la vida que llora. Es esa deferencia lo que la mueve a la anciana, ese reconocimiento de que el lenguaje nunca puede coincidir completamente con la vida. Cosa que tampoco debería. El lenguaje nunca puede fotografiar la esclavitud, el genocidio, la guerra. Ni debería lamentarse por la arrogancia de poder hacerlo. Su fuerza, su felicidad radica en lanzarse hacia lo inefable.

Grandiosa o escasa, excavando, estallando, o negándose a santificarse, aunque se ría en voz alta o llore sin un alfabeto, la palabra elegida, el silencio elegido, el sereno lenguaje surge y se dirige hacia el conocimiento, no hacia su destrucción. Pero, ¿quién no sabe de literatura prohibida por ser cuestionadora, desacreditada por ser crítica, borrada porque invierte? ¿Y cuántos son violentados por el pensamiento de un idioma que se autodestruye?

Ella piensa que el trabajo con las palabras es sublime porque es generativo, toma un significado que asegura nuestra diferencia, nuestra humana diferencia- del modo en que no somos como ninguna otra vida.

Morimos. Ese puede ser el significado de la vida. Pero nosotros hacemos el lenguaje. Esa puede ser la medida de nuestras vidas.

“Había una vez…” Unos visitantes le hacen una pregunta a una anciana. ¿Quiénes son esos chicos?, ¿qué hicieron de ese encuentro?, ¿qué escucharon en esas palabras finales: “El pájaro está en tus manos”?: ¿una oración que gesticula alguna posibilidad o una que deja caer un picaporte? Quizás lo que los chicos escucharon es “No es mi problema. Soy vieja, mujer, negra, ciega. Lo único que sé ahora es que no puedo ayudarlos. El futuro del lenguaje es suyo, no mío.”

Están parados ahí. ¿Y si suponemos que no hay nada en sus manos? Supongamos que la visita no fue más que una astucia, un truco para que les hablaran, para ser tomados seriamente como nunca lo habían sido anteriormente. Una oportunidad para interrumpir y violar el mundo adulto, su discurso de miasma acerca de ellos, para ellos, pero nunca dirigido hacia ellos. Urgentes preguntas están en juego, incluyendo la que hicieron: “Está vivo o muerto el pájaro?” Quizá la pregunta quería decir: “¿Alguien podría decirnos qué es la vida, qué la muerte?” Ningún truco, ninguna tontería. Una pregunta directa que vale la atención de alguien con sabiduría. Y experiencia. Pero si quien tiene experiencia y sabiduría y ha vivido una vida y enfrentado la muerte no puede describir ni una ni la otra, ¿quién, entonces?

Pero ella no lo hace, se guarda su secreto, la buena opinión que tiene de sí misma, sus pronunciamientos de gnomo, su arte sin compromiso. Mantiene su distancia, la refuerza y se retrae en su singularidad y desolación, en un espacio sofisticado y de privilegio.

Nada, ninguna palabra sigue a su declaración de transferencia. Ese silencio es profundo, más profundo que el significado disponible en las palabras que ella ha dicho. Tiembla ese silencio y los chicos, enojados, lo llenan con un lenguaje inventado en el momento.

“¿No hay discurso o palabras”, le preguntan, “que pueda usted darnos para atravesar su historial de fracasos, atravesar la enseñanza que nos acaba de dar, que no es tal cosa porque le estamos prestando mucha atención tanto a lo que acaba de hacer como a lo que dijo?; ¿no hay palabras para atravesar la barrera que usted levantó entre la generosidad y la sabiduría?”

“No hay ningún pájaro en nuestras manos, ni vivo ni muerto. Sólo la tenemos a usted y a nuestra impotente pregunta. ¿Es la nada en nuestras manos algo que no soportaría contemplar, ni siquiera adivinar? ¿No recuerda su juventud cuando el lenguaje era mágico sin significado, cuando lo que podía decir podía no significar, cuando lo invisible era lo que la imaginación se esforzaba por ver, cuando las preguntas y demandas de respuestas quemaban tanto que temblaba de furia al no conocer?

“¿Tenemos que llegar a ser adultos y concientes luchando esa batalla que héroes y heroínas como usted ya pelearon y perdieron dejándonos con nada en nuestras manos, salvo lo que ustedes imaginaron que había? Su respuesta es un hábil artificio y nos avergüenza y debería avergonzarla a usted. Su respuesta es indecente en su autocomplacencia. Es un guión hecho para la televisión, que no tiene sentido si no hay nada en nuestras manos.

“¿Por qué no se estiró para tocarnos con sus dedos suaves, para retrasar el sonido de la mordida que es esta lección, hasta que supiera quiénes éramos? ¿Tanto despreció nuestro truco, nuestro modus operandi que no vio lo deslumbrados que estábamos por querer llamar su atención? Somos jóvenes. Inmaduros. Toda nuestra corta vida escuchamos que debemos ser responsables. ¿Qué puede significar eso en la catástrofe en que este mundo se ha convertido?, ¿donde, como dijo el poeta: “nada necesita ser expuesto porque todo ya está descubierto”? Nuestra herencia es una afrenta. Usted quiere que tengamos sus viejos, ciegos ojos y que veamos sólo la crueldad y la mediocridad. ¿Se cree que somos tan estúpidos como para romper las promesas que nos hicimos una y otra vez, por la mera ficción de una nacionalidad? ¿Cómo es que se atreve a hablarnos del deber cuando estamos hundidos hasta la cintura en la toxina de su pasado?

“Usted nos banaliza y vuelve trivial el pájaro que no tenemos en las manos. ¿Acaso no hay contexto para nuestras vidas, ninguna canción, literatura o poema lleno de vitaminas, ninguna historia conectada con la experiencia que nos pueda pasar para ayudarnos a empezar con más firmeza? Usted es una adulta. La anciana, la sabia. Deje de pensar en salvar su pellejo. Piense en nuestras vidas y cuéntenos su particular mundo. Invente una historia. Narrar es ago radical que nos crea al mismo tiempo que creamos. No la vamos a culpar si su alcance excede su comprensión, si el amor así enciende sus palabras, se transforman en llamas y nada queda de ellas salvo su combustión. O si, con la reticencia de la mano de un cirujano, sus palabras suturan sólo en los lugares donde la sangre podría brotar. Sabemos que nunca podría hacerlo del todo bien- así, de una vez y para siempre. La pasión nunca es suficiente, ni la habilidad. Pero intente. Para que ni nosotros ni los suyos olviden su nombre en las calles, díganos qué fue para usted el mundo en los lugares oscuros y en los luminosos. No nos diga qué creer, qué temer. Muéstrenos los amplios ámbitos de la creencia y la costura desde la cual se desenreda la membrana del miedo. Usted, anciana mujer, bendecida con la ceguera, puede hablar el lenguaje que nos dice aquello que sólo el lenguaje puede: cómo ver sin pinturas. Sólo el lenguaje nos protege del terror de las cosas sin nombre. Sólo el lenguaje es meditación.

“Díganos qué es ser una mujer así podemos saber qué es ser un hombre. Lo que es moverse en el margen. Lo que es no tener casa en este lugar. Ser puesto a la deriva y lejos de los que uno conoce. Lo que es vivir al borde de pueblos que no soportan su presencia.

“Cuéntenos acerca de los barcos alejados de la costa para Pascua, la placenta en los campos. Cuéntenos de los vagones cargados de esclavos, de cuán suavemente cantaban de modo que no podía distinguirse de la nieve cayendo, de cómo sabían, por la curvatura del hombro más cercano, que la próxima parada sería la última, de cómo, con las manos juntadas en sus sexos, pensaban en el calor, y después en el sol, levantando sus caras como si estuviera ahí nomás para tocarlo. Girando como si estuviera ahí para tocarlo. Paran en una posada. El conductor y su compañero entran en ella con una lámpara, dejándolos susurrando en la oscuridad. El vapor que sale de los resoplidos del caballo llega hasta la nieve debajo de sus patas, y ese silbido y la nieve derritiéndose son la envidia de los congelados esclavos.

“La puerta de la posada se abre: una chica y un chico se asoman desde ese adentro iluminado. Trepan al vagón. El chico tendrá un arma en tres años, pero ahora lleva una lámpara y una jarra con bebida tibia. Se la pasan de boca en boca. La chica ofrece pan, pedazos de carne y algo más: una mirada rápida a los ojos de aquellos a los que les iba sirviendo. Uno para cada hombre, dos para cada mujer. Y una mirada. Ellos devuelven la mirada. La próxima parada será la última. Pero no ésta. En ésta hay calor.”

Está todo en silencio cuando los chicos terminan de hablar, hasta que la mujer lo rompe.

“Finalmente, dice, confío en ustedes ahora. Confío en ustedes con el pájaro que no está en sus manos porque lo han atrapado verdaderamente. Miren. Qué hermoso es, esto que hemos hecho – juntos.”