martes, 16 de noviembre de 2021

 Horacio, hijo de un esclavo liberto y protegido por Mecenas, vivió bajo el imperio de Augusto y viajó a Grecia a estudiar filosofía. Allí se adhirió al pensamiento de Epicuro, que afirma que el principio más importante de la existencia humana es el bienestar físico y mental. La idea del paso del tiempo y sus consecuencias recorre toda la historia de la literatura universal y ya está presente en el antiguo y famoso poema del arpista hallado en la tumba del faraón egipcio Inef o en la no menos famosa y antigua Epopeya del Gilgamesh. También Siddhartha Gautama (Buda) se apuntó al mismo tópico literario cuando dijo: «El secreto de la salud mental y corporal se encuentra en no quejarse del pasado, ni preocuparse por el futuro, ni avanzar los problemas, sino en vivir sabiamente ahora.» Otros escritores clásicos como Ovidio o Catulo también trataron el tema, pero siempre me ha parecido que el gran hallazgo de Horacio fue recoger la fuerza de este pensamiento en una única frase lapidaria final: «Carpe diem, quam minimum credula postero!» («Aprovecha el día, sin fiarte para nada del mañana»).

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