domingo, 28 de noviembre de 2021

 


Los humanos, los únicos seres dotados de autoconciencia, bendecidos o malditos por esta facultad superior torturante, siempre hemos querido saber por qué. Y no es sólo la gran pregunta ontológica de por qué estamos aquí, a la cual las religiones y las filosofías han tratado de responder varias personas durante diferentes épocas, y la ciencia tentativamente trata de dar explicaciones luminosas y quizás vayamos a morir este milenio, como los dinosaurios, sin haber desarrollado la comprensión necesaria para entendernos como un todo. Desde que los humanos se volvieron auto-conscientes hemos buscado explicaciones para los fenómenos comunes de la procreación, muerte, el ciclo de las estaciones, la tierra, el mar, el viento, las estrellas, el sol, la luna, la abundancia y el desastre. Con los mitos, los ancestros de los escritores, los contadores de historias orales comenzaron a sentir y formular estos misterios, usando los elementos de la vida diaria, la realidad observable y la facultad de la imaginación -el poder de proyectar en lo oculto- para hacer historias.

Roland Barthres preguntaba: ¿Cuáles son las características de los mitos? Y respondía: Transformar un significado a una forma. Los mitos son historias que actúan de mediador entre lo conocido y lo desconocido. Claude Levi- Strauss: ingeniosamente des-mitifica el mito como un género entre un cuento de hadas y una historia de detectives. Estamos aquí, pero no sabemos quien lo ha hecho. Es grato que si no tenemos la respuesta, podemos inventarla. El mito fue el misterio más la fantasía -los dioses, animales antromorfizados y los pájaros, la quimera, criaturas fantasmagóricas – que propone nuestra imaginación como una clase de explicación al misterio. Los humanos y sus criaturas amigas eran la materialidad de la historia, pero como escribió alguna vez Nikos Kazantzakis: “El arte es la representación no del cuerpo, sino de las fuerzas que crean el cuerpo”.

Hay muchas explicaciones probadas de los fenómenos naturales ahora; y hay nuevas preguntas que surgen de algunas de esas respuestas. Por esta razón, el género del mito nunca ha sido totalmente abandonado, aunque tendemos a pensar de él que es arcaico. Es confinado a los cuentos para dormir a los niños en algunas sociedades, en partes del mundo protegidos por bosques o desiertos de la mega cultura ha continuado vivo, para ofrecer arte como un sistema de meditación entre el individuo y el ser. Y ha hecho un tumultuoso retorno fuera del Espacio, un Ícaro en el avatar de Batman y los de su clase, que nunca caen en el océano del fracaso al enfrentar a las fuerzas dela vida. Estos nuevos mitos, sin embargo, no buscan tanto iluminar dar respuestas como distraer, proveer una ruta de escape fantástica para las personas que ya no quieren enfrentar el peligro de dar respuesta a los terrores de su existencia. (Quizás sea saber positivamente que ahora el ser humano posee los medios para destruir todo el planeta, el miedo que tienen de volverse ellos mismos dioses, condenados a su propia existencia continuada, lo que ha creado a los escapistas del mito de los comics y películas). Las fuerzas del ser permanecen. Son con lo que el escritor, como algo distinto del hacedor de mitos contemporáneo, trabaja, como hacía el mito en su antigua forma anhelaba hacer.

Los estudiantes literarios estudian más que nunca como los escritores enfocan este compromiso y experimentan con él. El escritor en relación a la naturaleza de la realidad percibida y lo que hay más allá – la realidad imperceptible- es la base de todos estos estudios, sin importar que como etiqueten los conceptos resultantes y sin importar en que micro archivo categoricen a los escritores, guardándolos en los anales de la histografía literaria. La realidad se construye de muchos elementos y entidades, vistas y no vistas, expresadas y no expresadas para dejar espacio en la mente para respirar. Sin embargo, lo que se concibe como el análisis psicológico a los estudios modernistas, post-modernistas, estructuralistas, post-estructuralistas, todos los estudios literarios buscan el mismo fin: poder decir consistentemente (¿y que es la consistencia sino el principio escondido dentro del acertijo?) a través de una metodología definir cómo toma el escritor las fuerzas de la vida. Pero la vida es aleatoria en si misma; constantemente es jalada y modificada por las circunstancias y los diferentes niveles de conciencia. No hay un puro estado del ser, y no hay un texto puro, “real”, totalmente incorporando lo aleatorio. No puede alcanzarse con ninguna metodología crítica, aunque los intentos sean interesantes. Desarmar un texto es siempre una contradicción, pues desarmar es hacer otra construcción con los pedazos, como lo hace Roland Barthres tan fascinantemente y lo admite en su disección lingüística y semántica de la historia de Balzac “Sarrasine”. Así que los escolares literarios terminan siendo también, una especia de contadores de historias.

¿Será que no hay otra manera de llegar a un entendimiento más que a través del arte? Los escritores mismos no analizan lo que hacen; analizar sería ver hacia abajo mientras se cruza un cañón en una cuerda. Decir esto no es mistificar el proceso de la escritura, sino hacer una imagen de la intensa concentración interna que el escritor debe tener para poder cruzas los abismos de lo aleatorio y hacerlos palabras de uno mismo, así como el explorador planta una bandera. “El impulso solitario del deleite” de Yeats en el vuelo solitario del piloto, y su “belleza terrible” nacida de su crianza , tanto opuesta como conjunta; E.M. Forrester y su modesta “única conexión”; la elección de Joyce del astuto “silencio, ingenioso y exilio”; más contemporáneo Gabriel García Márquez y su laberinto en que el poder sobre los otros, en la persona de Simon Bolivar, lleva a esclavitud del único poder que no se puede asir, la muerte –estos son algunos ejemplos de las variadas maneras en que un escritor enfrenta el estado del ser frente al mundo. Cualquier escritor con algo de valía espera poder ser una antorcha de luz – y raramente a través del genio, una súbita flama- al cuerpo y sin embargo, bello laberinto de la experiencia humana, de ser.

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