UNA PERSONA ES ENORME cuando habla de frente y vive de acuerdo con lo que dice, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe con franqueza.
viernes, 30 de julio de 2021
En lugar de decir que Budha está en el corazón, sería mejor decir que la libertad está en el corazón y simplemente depende de si hacemos uso de ella o no. Si cambiamos la libertad por otra cosa, entonces el ave de la libertad escapará, porque ese es el precio de la libertad.
El escritor escribe lo que él quiere, sin buscar recompensa no sólo para afirmarse, sino también para desafiar la sociedad. Este desafío no es pretensión, y el escritor no tiene necesidad de inflar su ego cuando se convierte en un héroe o un guerrero. Los héroes y los guerreros luchan para alcanzar alguna gran obra o para consolidar algún hecho meritorio y estas cosas son logros de las obras literarias.
Si el escritor desea desafiar la sociedad debe ser a través de la lengua y debe apoyarse en los personajes y los acontecimientos de sus obras. De otra manera, sólo conseguirá dañar la literatura.
La literatura no es un grito iracundo y tampoco puede convertir la indignación de un individuo en acusaciones. Solamente cuando los sentimientos del escritor como individuo se reflejan en su obra, éstos resisten el paso del tiempo y sobreviven por un largo período.
Por lo tanto, no se trata del desafío del escritor a la sociedad, sino más bien, una respuesta poderosa a los tiempos y la sociedad del escritor. El clamor del escritor y sus acciones podrán desaparecer, pero mientras haya lectores, su voz y sus escritos continuarán divulgándose.
En verdad, ese desafío no puede transformar la sociedad; es solamente la aspiración individual de trascender las limitaciones del entramado social y de asumir una postura encubierta, Sin embargo esto es, sin dudas, una actitud normal, porque es alguien que está orgulloso de su humanidad. Sería triste si la historia humana fuera sólo manipulada por leyes desconocidas y se moviera ciegamente con la corriente de manera que las diferentes voces de los individuos no se pudieran escuchar. Es en este sentido que la literatura llena el vacío de la historia. Cuando las grandes leyes de la Historia no se utilicen para interpretar la Humanidad la gente será capaz de dejar atrás sus voces. La Historia no es todo lo que la Humanidad posee, también está el legado de la literatura. En la literatura la gente son invenciones, pero mantienen la creencia esencial en su propia valía.
En su elogio de la «ciencia de las ciencias», Cicerón llega a exclamar: «¡Oh, filosofía, guía de la vida, que buscas la virtud y expulsas los vicios! ¿Qué habría sido de nosotros y de los hombres de todos los tiempos sin ti? Tú has producido ciudades y has convocado a los hombres que estaban dispersos para que disfrutaran de la vida en sociedad».
El peor de los casos es el de los poetas. Su trabajo resulta irremediablemente poco fotogénico. Uno permanece sentado a la mesa o acostado en un sofá, con la vista inmóvil, fija en un punto de la pared o en el techo; de vez en cuando escribe siete versos, de los cuales, después que transcurre un cuarto de hora, va a quitar uno y de nuevo pasa una hora en la que no ocurrirá nada_ ¿Qué clase de espectador podría soportar una cosa semejante?
He mencionado la inspiración. A la pregunta de qué cosa es, suponiendo que algo sea, los poetas contemporáneos responden de modo evasivo. Y no porque nunca hayan sentido los beneficios de este impulso interior, más bien se debe a otra causa: no es fácil explicar a los demás algo que ni siquiera se comprende bien.
Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo «no lo sé».
La gente así es bastante escasa. La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja porque necesita conseguir los medios de subsistencia, trabaja porque no le queda de otra. No fueron ellos quienes por pasión escogieron su trabajo, son las circunstancias de la vida las que escogen por ellos. El trabajo mal querido, el trabajo que aburre, es respetado únicamente porque no resulta accesible para todos, y está situación constituye una de las más penosas desgracias humanas. No se vislumbra que los siglos venideros traigan un cambio feliz al respecto.
Así pues, tengo derecho a decir que aunque le estoy escamoteando a los poetas el monopolio de la inspiración, de cualquier manera los coloco en un grupo reducido de elegidos por la suerte.
sábado, 24 de julio de 2021
Cuando evitamos asumir la responsabilidad de nuestros errores e intentamos encubrirlos con medias verdades y falsedades absolutas, tejemos una densa red de engaños en la que nos perdemos. Es posible que comencemos a creernos las mentiras que hemos contado, incluso cuando no tienen sentido. Podemos destruir nuestras relaciones con otras personas y arruinar nuestra reputación. Pero el peor daño es que desperdiciamos el poder personal que podríamos haber usado para soñar un mundo de belleza y hacerlo realidad.
La sensación de culpa puede añadir cierto morbo a vicios que, de otro modo, pasarían inadvertidos. Es indudable que hay quien se convierte al cristianismo en busca de las emociones que el mero placer ya no le puede ofrecer. Pensemos, por ejemplo, en Graham Greene, quien utilizaba como afrodisíaco la conciencia de pecado que adquirió al convertirse al catolicismo. La moral apenas ha hecho de nosotros mejores personas; sin embargo, indudablemente, ha enriquecido nuestros vicios. Los poscristianos se niegan a sí mismos los placeres de la culpa. Les ruboriza la idea de servirse de su conciencia intranquila para darle sabor a sus placeres más rancios. De ahí que estén notoriamente necesitados de joie de vivre. Entre quienes han sido cristianos en algún momento de sus vidas, el placer puede ser intenso únicamente cuando se entremezcla con la sensación de actuar de forma inmoral.
miércoles, 14 de julio de 2021
Hace unos 65 millones de años, los dinosaurios, junto con otras tres cuartas partes del resto de especies, perecieron de forma súbita. La causa es todavía motivo de debate, pero muchos científicos defienden que esa extinción masiva fue resultado de la colisión de un meteorito con el planeta Tierra. Las especies actuales están desapareciendo a un ritmo que, de seguir así, sobrepasará el de esa última gran extinción. La causa no es ninguna catástrofe cósmica. Como bien dice Lovelock, es una plaga de personas. 18 «Los dados de Darwin han sido desfavorables para la Tierra», señala Wilson. La jugada afortunada que llevó a la especie humana hasta su poder actual ha acarreado la ruina de otras innumerables formas de vida. Cuando los seres humanos llegaron al Nuevo Mundo hace unos doce mil años, abundaban en el continente los mamuts, los mastodontes, los camellos, los perezosos de tierra gigantes y docenas de otras especies similares. La mayoría de esas especies autóctonas fueron cazadas hasta la extinción. América del Norte perdió, según Diamond, más del 70% de sus grandes mamíferos y América del Sur, el 80%. La destrucción del mundo natural no es el resultado del capitalismo global, de la industrialización, de la «civilización occidental» o de algún fallo en las instituciones humanas. Es consecuencia del éxito evolutivo de un primate excepcionalmente voraz. A lo largo de toda la historia y la prehistoria, el progreso humano ha coincidido con la devastación ecológica. Es cierto que algunos pueblos tradicionales vivieron en equilibrio con la Tierra durante períodos prolongados. Los inuit y los bosquimanos desarrollaron modos de vida que tenían un escaso impacto. Nosotros no podemos pasar tan de puntillas por la Tierra. El Homo rapiens se ha hecho demasiado numeroso.
Tal y como señala Heinrich, los cuervos fingen esconder sus provisiones en un sitio para luego ocultarlas en otro. Los psicólogos evolutivos han mostrado que el engaño es muy frecuente en la comunicación animal. En el caso de los seres humanos, los mejores mentirosos son los que se mienten a sí mismos: «Nos engañamos a nosotros mismos a fin de engañar mejor a otras personas», dice Wright. Es más probable creer a un amante que promete fidelidad eterna si él mismo se cree su promesa; pero no por eso es más probable que la cumpla. Cuando se compite por compañeros o compañeras sexuales, tener una capacidad desarrollada de autoengaño es una ventaja. Y lo mismo ocurre en política y en otros muchos contextos
viernes, 9 de julio de 2021
La palabra humanismo puede tener muchos significados, pero para nosotros significa creencia en el progreso. Creer en el progreso es creer que si usamos los nuevos poderes que nos ha dado el creciente conocimiento científico los seres humanos nos podremos liberar de los límites que circunscriben las vidas de otros animales. Ésa es la esperanza de prácticamente todo el mundo en la actualidad; sin embargo, carece de fundamento. Y es que, si bien es muy probable que el saber humano continúe creciendo (y con él, el poder humano), el animal humano seguirá siendo el mismo: una especie con una gran inventiva que es también una de las más depredadoras y destructivas. Darwin mostró que los seres humanos son como cualquier otro animal; los humanistas afirman que no. Los humanistas insisten en que si usamos nuestros conocimientos, podemos controlar nuestro entorno y prosperar como nunca antes. Mediante tal aseveración, renuevan una de las promesas más dudosas del cristianismo: la de que la salvación está abierta a todos. La creencia humanista en el progreso no es más que una versión secular de ese artículo de fe cristiano. En el mundo que nos mostró Darwin, no hay nada a lo que podamos llamar progreso. Sin embargo, para cualquier persona formada en las esperanzas humanistas eso resulta intolerable. Como consecuencia, las enseñanzas de Darwin han sido subvertidas y ha vuelto a cobrar vida el error esencial del cristianismo: considerar a los seres humanos diferentes al resto de animales.
La estrategia de aferrarse no es una estrategia en absoluto. No está en tu poder preservar el pasado. Hay otras personas que tienen algo que decir sobre el asunto. Y la suerte. Un buen amigo muere en un accidente. No hay nada en el mundo que pueda devolvértelo. ¿A qué vas a aferrarte? Tienes que seguir adelante sin él, aunque el dolor sea desgarrador. La gente que insiste en aferrarse a las cosas no comprende que la pérdida es una parte de la vida. Aunque tu vida haya sido un camino de rosas, no por ello eres inmune a la pérdida. Lo que crees que puedes llamar tuyo se perderá, ya sea algo material, ya sea un ser humano. Aunque se te haya concedido dar el último suspiro junto a tus seres queridos, aun así lo perderás todo al final. Así son las cosas. Acéptalo. Es algo que aceptamos ya de niños. Tu madre te lava los pantalones, y en uno de los bolsillos había un cromo de Pokemon por el que te envidiaban todos los compañeros de clase. Se te quedan pequeñas tus deportivas preferidas. Una cosa es segura, nunca volverás a ponerte un par que se te ha quedado pequeño sin hacerte un esguince. Y así durante toda la vida. El coche que fue tu fiel compañero desde que tenías diecinueve años y durante la universidad y en los primeros años de tu vida laboral termina inevitablemente en el desguace. Pierdes a tus seres queridos. O de repente hay 300 o 3000 kilómetros que os separan. O la ira y la rabia. Cuando llega el momento de decir adiós a ciertas cosas, relaciones y fases de la vida, no hay elección. Sucede. Lo único que puedes hacer es aceptar la pérdida. No aferrarte a ella. Asumirla. Si lo que has perdido no significaba mucho para ti, es fácil. A veces hasta te alegras de deshacerte de algo. ¿Llevas años torturándote en el trabajo y ahora tienes la posibilidad de algo nuevo? Entonces no hay nada que te detenga. No se te romperá el corazón si se te cae ese jarrón de cerámica que compraste en el mercadillo de la iglesia, y se te hace añicos. ¡Deberías haberlo tirado a la basura hace años! Pero si llevas algo en el corazón, desprenderte de ello será cualquier cosa menos fácil. Dar algo por terminado causa pesar. Y eso duele. Las personas que lloran una pérdida se sienten impotentes y solas, enfadadas y tristes. Así que asumir que una transición en la vida es siempre un tiempo de angustia. ¿Hay algo que pueda ahorrártelo? No. Si no pasas esa angustia, no pasas página. Y no se trata solo de ti. Todo lo que pierdes merece un periodo apropiado de duelo. Es una cuestión de respeto. No se trata solo de enterrar a una persona y dejar que el difunto se vaya sin reconocimiento. De cerrar la tapadera y se acabó de todo. Nos reunimos en su casa, ante su sepultura, lloramos juntos y hablamos y le recordamos. Así es cómo apreciamos a los difuntos. Un funeral sin un «¿Recuerdas cuando…?» no es un funeral muy digno. La razón por la que se llama ceremonia conmemorativa es porque celebramos la pausa de silencio que marca nuestra vida. Cuando lo dejamos atrás, podemos pasar a algo nuevo. El gesto de arrojar tierra sobre el ataúd es la primera señal de nuestra disposición a enterrar la pena. Primero el respeto. Después el duelo. Luego dejar atrás. Así es la vida. Llorar las pérdidas pequeñas y las grandes es una forma eficaz de sobrellevarlas. Pero no es una solución al problema. Falta algo para que seamos capaces de pasar página.
jueves, 8 de julio de 2021
Es fácil dejarse llevar por un sentimiento abrumador, de modo que resulta útil recordar que cualquier sentimiento estresante es como la alarma compasiva de un despertador que dice: «Estás atrapado en el sueño». La depresión, el dolor y el miedo son regalos que nos dicen: «Cariño, examina lo que estás pensando ahora mismo. Estás viviendo una historia que no es verdadera para ti». Atrapados en el sueño, intentamos alterar y manipular el sentimiento estresante buscando fuera de nosotros mismos. Por lo general, cobramos conciencia del sentimiento antes que del pensamiento.
"El ikigai es la razón por la que nos levantamos por la mañana ". Así es como explican los naturales de Okinawa , la isla con mayor número de centenarios del planeta (en la que se encuentra Ogimi) , el concepto que parece estar en el centro de su apacible y larga existencia. Para estos ancianos, es básico tener un propósito en la vida, una razón de ser*, por lo cual se mantienen activos incluso después de jubilarse.
Es el caso, por ejemplo, de Hayao Miyazaki, director del famoso Studio Ghibli y ganador de varios Oscars. "El día después de su 'retirada', en vez de irse de viaje o quedarse en casa, fue al Studio Ghibli y se sentó a dibujar. Los compañeros de trabajo pusieron cara de póquer, sin saber que decir", se recoge en el libro. No importa que Miyazaki no sea natural de Okinawa: este afán por seguir trabajando en lo que a uno le gusta es muy común en el país, y está íntimamente relacionado con el concepto del 'fluir', uno de los ingredientes fundamentales para experimentar el ikigai.
https://www.traveler.es/viajeros/articulos/ikigai-secreto-ogimi-japon-vida-larga-y-feliz/12170
"Las preguntas son éstas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera".
sábado, 3 de julio de 2021
COMERCIANTE: Pero permíteme: si no posees nada, ¿qué cosas quieres dar? SIDDHARTHA: Cada cual da lo que tiene. El guerrero da su fuerza; el mercader, su mercancía; el maestro, sus conocimientos; el campesino, su arroz; el pescador, sus peces. COMERCIANTE: Muy bien. Y ahora dime ¿qué es lo que tú puedes dar? ¿Qué has aprendido? ¿Qué sabes hacer? SIDDHARTHA: Sé meditar, esperar y ayunar. COMERCIANTE: ¿Es todo? SIDDHARTHA: Sí, creo que es todo. COMERCIANTE: ¿Y de qué te sirve? El ayuno, por ejemplo, ¿para qué es útil? SIDDHARTHA: Es muy útil, señor. Cuando un hombre no tiene qué comer, lo más inteligente será que ayune. Si, por ejemplo, Siddhartha no hubiera aprendido a ayunar, ahora tendría que aceptar cualquier empleo, en tu casa o en otra parte, pues el hambre lo impulsaría a ello. Pero al ser como es, Siddhartha puede esperar tranquilamente, pues desconoce la impaciencia y la necesidad; puede aguantar el asedio del hambre largo tiempo, y encima reírse de él. Para eso, señor, sirve el ayuno.
Pienso a menudo en las respuestas de Siddhartha y en los siguientes términos:
«Sé meditar» →Guiarse por reglas buenas para tomar decisiones, y tener buenas preguntas que plantearse a uno mismo y a los demás.
«Sé esperar» →Ser capaz de planear algo a largo plazo, de jugar a largo plazo sin distribuir mal los recursos.
«Sé ayunar» → Ser capaz de soportar las dificultades y el desastre. Entrenarse para desarrollar una resistencia fuera de lo común y una tolerancia elevada al dolor.
viernes, 2 de julio de 2021
El amor no es sacrificio ni es sufrimiento. Darlo todo para tener una relación llena de amor no vale la pena si se sufre. Por eso, la escritora Karla Galleta cuenta su experiencia en una carta para dejar de aferrarse a una relación que duele más de lo que vale.
https://elvuelodelalechuza.com/2014/07/01/friedrich-holderlin-divina-locura/
Se le llama unas veces la epidemia de la gran gripe porcina y otras la epidemia de la gran gripe española, pero, en cualquier caso, fue feroz. La Primera Guerra Mundial mató 21 millones de personas en cuatro años; la gripe porcina hizo lo mismo en sus primeros cuatro meses. Casi el 80 % de las bajas estadounidenses en la Primera Guerra Mundial no fue por fuego enemigo sino por la gripe. En algunas unidades la tasa de mortalidad llegó a ser del 80 %. La gripe porcina surgió como una gripe normal, no mortal, en la primavera de 1918, pero lo cierto es que, en los meses siguientes —nadie sabe cómo ni dónde—, mutó convirtiéndose en una cosa mas seria. Una quinta parte de las víctimas sólo padeció síntomas leves, pero el resto cayó gravemente enfermo y muchos murieron. Algunos sucumbieron en cuestión de horas; otros aguantaron unos cuantos días. En Estados Unidos, las primeras muertes se registraron entre marineros de Boston a finales de agosto de 1918, pero la epidemia se propago rápidamente por todo el país. Se cerraron escuelas, se cancelaron las diversiones públicas, la gente llevaba mascarillas en todas partes. No sirvió de mucho. Entre el otoño de 1918 y la primavera del año siguiente murieron de gripe en el país 584.425 personas. En Inglaterra el balance fue de 220.000, con cantidades similares en Francia y Alemania. Nadie conoce el total mundial, ya que los registros eran a menudo bastante pobres en el Tercer Mundo, pero no debió de ser de menos de veinte millones y, probablemente, se aproximase más a los cincuenta. Algunas estimaciones han elevado el total mundial a los cien millones. Las autoridades sanitarias realizaron experimentos con voluntarios en la prisión militar de la isla Deer, en el puerto de Boston, para intentar obtener una vacuna. Se prometió a los presos el perdón si sobrevivían a una serie de pruebas. Estas pruebas eran, por decir poco, rigurosas. Primero se inyectaba a los sujetos tejido pulmonar infestado de los fallecidos y, luego, se les rociaba en los ojos, la nariz y la boca con aerosoles infecciosos. Si no sucumbían con eso, les aplicaban en la garganta secreciones tomadas directamente de los enfermos y de los moribundos. Si fallaba también todo esto, se les ordenaba que se sentaran y abrieran la boca mientras una víctima muy enferma se sentaba frente a ellos, y un poco más alto, y se le pedía que les tosiese en la cara. De los trescientos hombres (una cifra bastante asombrosa) que se ofrecieron voluntarios, los médicos eligieron para las pruebas a sesenta y dos. Ninguno contrajo la gripe… absolutamente ninguno. El único que enfermó fue el médico del pabellón, que murió enseguida. La probable explicación de esto es que la epidemia había pasado por la prisión unas semanas antes y los voluntarios, que habían sobrevivido todos ellos a su visita, poseían una inmunidad natural. Hay muchas cosas de la gripe de 1918 que no entendemos bien o que no entendemos en absoluto. Uno de los misterios es como surgió súbitamente, en todas partes, en lugares separados por océanos, cordilleras y otros obstáculos terrestres. Un virus no puede sobrevivir más de unas cuantas horas fuera de un cuerpo anfitrión, así que ¿cómo pudo aparecer en Madrid, Bombay y Filadelfia en la misma semana? La respuesta probable es que lo incubó y lo propagó gente que sólo tenía leves síntomas o ninguno en absoluto. Incluso en brotes normales, aproximadamente un 10 % de las personas de cualquier población dada tiene la gripe pero no se da cuenta de ello porque no experimentan ningún efecto negativo. Y como siguen circulando tienden a ser los grandes propagadores de la enfermedad. Eso explicaría la amplía difusión del brote de 1918, pero no explica aún cómo consiguió mantenerse varios meses antes de brotar tan explosivamente más o menos a la vez en todas partes. Aún es más misterioso el que fuese más devastadora con quienes estaban en la flor de la vida. La gripe suele atacar con más fuerza a los niños pequeños y a los ancianos, pero en el brote de 1918 las muertes se produjeron predominantemente entre gente de veintitantos y treinta y tantos años. Es posible que la gente de más edad se beneficiase de una resistencia adquirida en una exposición anterior a la misma variedad, pero no sabemos por qué se libraban también los niños pequeños. El mayor misterio de todos es por qué la gripe de 1918 fue tan ferozmente mortífera cuando la mayoría de las gripes no lo es. Aún no tenemos ni idea. Ciertos tipos de virus regresan de cuando en cuando. Un desagradable virus ruso llamado H1N1 produjo varios brotes en 1933, de nuevo en los años cincuenta y, una vez más, en la de los setenta. Donde estuvo durante ese tiempo, no lo sabemos con seguridad. Una explicación es que los virus permanezcan ocultos en poblaciones de animales salvajes antes de probar suerte con una nueva generación de seres humanos. Nadie puede desechar la posibilidad de que la epidemia de la gran gripe porcina pueda volver a levantar cabeza.
jueves, 1 de julio de 2021
Cuando el Buda era muy viejo, justo antes de morir, dijo: “Mis queridos amigos, mis queridos discípulos, no se refugien en nada fuera de ustedes. En cada uno de nosotros hay una isla muy segura a la que podemos ir. Cada vez que regresa a su hogar en esa isla con una respiración consciente, crea un espacio de relajación, concentración y percepción. Si vives en esa isla en ti mismo con tu respiración consciente, estás a salvo. Ese es un lugar donde puede refugiarse siempre que se sienta temeroso, inseguro o confundido.
Ahora soy experto, soy profesional /, la mandíbula se me ha roto /, he golpeado el suelo un par de veces /, soy malo! /. He cortado árboles /, he hecho algo nuevo /luché con un cocodrilo /, así es, he luchado con un cocodrilo! /