Hace unos 65 millones de años, los dinosaurios, junto con otras tres cuartas partes del resto de especies, perecieron de forma súbita. La causa es todavía motivo de debate, pero muchos científicos defienden que esa extinción masiva fue resultado de la colisión de un meteorito con el planeta Tierra. Las especies actuales están desapareciendo a un ritmo que, de seguir así, sobrepasará el de esa última gran extinción. La causa no es ninguna catástrofe cósmica. Como bien dice Lovelock, es una plaga de personas. 18 «Los dados de Darwin han sido desfavorables para la Tierra», señala Wilson. La jugada afortunada que llevó a la especie humana hasta su poder actual ha acarreado la ruina de otras innumerables formas de vida. Cuando los seres humanos llegaron al Nuevo Mundo hace unos doce mil años, abundaban en el continente los mamuts, los mastodontes, los camellos, los perezosos de tierra gigantes y docenas de otras especies similares. La mayoría de esas especies autóctonas fueron cazadas hasta la extinción. América del Norte perdió, según Diamond, más del 70% de sus grandes mamíferos y América del Sur, el 80%. La destrucción del mundo natural no es el resultado del capitalismo global, de la industrialización, de la «civilización occidental» o de algún fallo en las instituciones humanas. Es consecuencia del éxito evolutivo de un primate excepcionalmente voraz. A lo largo de toda la historia y la prehistoria, el progreso humano ha coincidido con la devastación ecológica. Es cierto que algunos pueblos tradicionales vivieron en equilibrio con la Tierra durante períodos prolongados. Los inuit y los bosquimanos desarrollaron modos de vida que tenían un escaso impacto. Nosotros no podemos pasar tan de puntillas por la Tierra. El Homo rapiens se ha hecho demasiado numeroso.
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