domingo, 28 de febrero de 2021

Alda Merini

La gente quando non capisce, inventa. E questo è molto pericoloso ...

Una vez me dijo que una persona no puede reclamarse poeta. ¿Todavía piensa así?

Absolutamente. Nadie puede. De lo contrario, se corre el riesgo de escribir sobre el quinto elemento. Sí, algo que explota de forma inesperada. Me gusta mucho la idea de ciertos psiquiatras acerca de controlar los modos y tiempos de la inspiración poética: la poesía es intemporal, sobre todo aquella que se volverá eterna. La poesía conoce, de antemano, su propia eternidad. Aquel que lleva consigo este tipo de poesía sabe que escribe para la eternidad y no puede eludir esta tarea.

La poesía negada, el no poder hacer poesía, entonces, ¿es un sufrimiento físico?

Naturalmente, sí. Si me perdonas la comparación, es como decirle a un futbolista que permanezca inmóvil, detenido, en espera de estallar. Desgraciadamente, las curas de un cierto tipo de médico me han dejado inerte, mientras que cuando estuve en el hospital, el neurólogo me ha liberado, me dio todo el espacio que necesitaba. La condición fundamental de la poesía es la libertad, la alegría. La poesía es júbilo, es transferencia. No se puede hacer poesía en un lugar donde se ha restringido la propia residencia del ser. La poesía es total. Es innegable que en ella hay un punto de encuentro con el dolor, pero no un dolor psiquiátrico inútil. Bartolini dice: «El manicomio es un dolor inútil». Y tiene toda la razón, es este dolor inútil el que crea la poesía aterradora.
https://liberoamerica.com/2017/09/02/alda-merini-la-poesia-conoce-de-antemano-su-propia-eternidad/

Alvaro Neil

¿Alguno de vosotros ha viajado en bicicleta? ¿Habéis hecho algún viaje en bicicleta? Bueno, es lo más grande que hay. Es lo más grande que hay. La bicicleta me ha enseñado lo rica que es el agua. Yo, antes de viajar, mi bebida favorita era la cerveza. Después de dar la vuelta al mundo, el agua. Y sin hielo, por favor. Porque si bebes el agua con hielo, el cuerpo tiene que calentarla. Gasta energía en eso. En China, cuando crucé por primera vez la frontera, me dieron un vaso de agua caliente. En China beben agua caliente. Hice… Y digo: «Pero ¿estás loco?». «Perdón, aquí el agua se toma así, así el cuerpo no tiene que calentar». «¡Ah! Mira por dónde». La bicicleta es un medio de transporte humano. Todo lo que ocurre en la bicicleta, ocurre a velocidad humana. Porque el que está encima es un ser humano. En la bicicleta puedes escuchar a los pájaros, puedes escuchar un arroyo, puedes escuchar a la gente que te dice: «¡Eh, dónde vas! ¡Para! «. La bicicleta me ha abierto muchas puertas. «¿Que vienes de Mali hasta aquí, hasta Angola, en bicicleta? Pasa, chaval, pasa. ¿Qué quieres tomar?»
La bicicleta ha hecho que me borrara del gimnasio. Yo hacía unas cinco o seis horas de bicicleta al día. Y cuando las pulsaciones estaban pum, pum, pum, pum… Paraba, sacaba una foto, bebía agua. No estaba batiendo ningún récord. La bicicleta ha llevado toda mi casa encima. La bicicleta me ha enseñado que el viento sopla de frente. Cómo molesta, ¿eh? O que te empuja porque sopla de espaldas. La bicicleta es el mejor descapotable que existe. Y el más barato. No tiene ventanillas ni puertas. El sol, por la mañana, te saluda, la lluvia te moja… Y cuando subes una montaña de 5000 metros, en bicicleta, y tardas varios días, cuando llegas arriba, no sacas un selfi, te tiras en el suelo a descansar. Y entonces llegan los turistas en el coche, en el 4×4, y se sacan selfies y se van. Y ahí está la montaña. Y ahí estás tú, dándole las gracias a la montaña porque te ha permitido subir. La bicicleta te enseña humildad. Y te enseña que la montaña de 5000 metros que subiste ayer no te sirve el mes que viene para subir una montañita de 1000 metros. Porque requiere otra vez todo tu esfuerzo. Si viajas en coche, el mundo lo ves así. A 120 por hora. En moto, así, a 110 por hora. Y en bicicleta, así. Uno de mis documentales se llama A la velocidad de las mariposas. Porque yo he viajado a la velocidad de las mariposas. Incluso me adelantaban en las subidas. Solo que yo luego, en la bajada, las pasaba.

 Me hizo acordar de otro paciente que había tratado el año anterior, una médica de cuarenta y cuatro años, excesivamente responsable y concienzuda. Una noche, en medio de una disputa conyugal, bebió demasiado, algo poco común para ella, perdió el control, tiró platos contra la pared y le arrojó una torta de merengue a su marido en la cara, aunque no dio en el blanco. Cuando la vi dos días después, ella se sentía culpable y deprimida. En un esfuerzo por consolarla, traté de sugerir que perder el control no siempre es una catástrofe. Ella me interrumpió y me dijo que yo había entendido mal: no se sentía culpable sino que estaba arrepentida de haber esperado hasta los cuarenta y cuatro años para sentirse liberada y dejar aflorar sus verdaderas emociones.



 Maciza lentitud, lentitud martillada;

Humana lentitud, lentitud forcejeada;
Desierta lentitud, desanda tus ardores;
Sublime lentitud, sube desde el amor;
Que la lechuza ha vuelto.

 


También yo quise huir del mundo. Ustedes me lo impidieron, con sus cartas, con sus palabras por las calles, con su desamparo. Les propongo entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizá ya lo está haciendo, de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno. Algo por lo que todavía vale la pena sufrir y morir, una comunión entre hombres, aquel pacto entre derrotados. Una sola torre, sí, pero refulgente e indestructible. En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió desde la cárcel donde finalmente encontró la muerte: Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra. Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía. Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.



 Me acabo de levantar, pronto serán las cinco de la madrugada; trato de no hacer ruido, voy a la cocina y me hago una taza de té, mientras intento recordar fragmentos de mis semisueños, esos semisueños que, a estos ochenta y seis años, se me presentan intemporales, mezclados con recuerdos de la infancia. Nunca tuve buena memoria, siempre padecí esa desventaja; pero tal vez sea una forma de recordar únicamente lo que debe ser, quizá lo más grande que nos ha sucedido en la vida, lo que tiene algún significado profundo, lo que ha sido decisivo —para bien y para mal— en este complejo, contradictorio e inexplicable viaje hacia la muerte que es la vida de cualquiera. Por eso mi cultura es tan irregular, colmada de enormes agujeros, como constituida por restos de bellísimos templos de los que quedan pedazos entre la basura y las plantas salvajes. Los libros que leí, las teorías que frecuenté, se debieron a mis propios tropiezos con la realidad. Cuando me detienen por la calle, en una plaza o en el tren, para preguntarme qué libros hay que leer, les digo siempre: “Lean lo que les apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia”.

Camino por la Costanera Sur contemplando el portentoso río que, en el crepúsculo del siglo pasado, cruzaron miles de españoles, italianos, judíos, polacos, albaneses, rusos, alemanes, corridos por el hambre y la miseria. Los grandes visionarios que entonces gobernaban el país, ofrecieron esa metáfora de la nada que es nuestra pampa a “Todos los hombres de buena voluntad”, necesitados de un hogar, de un suelo en que arraigarse, dado que es imposible vivir sin patria, o Matria, como pretería decir Unamuno, ya que es la madre el verdadero fundamento de la existencia. Pero en su mayoría, esos hombres encontraron otro tipo de pobreza, causada por la soledad y la nostalgia, porque mientras el barco se alejaba del puerto, con el rostro surcado por lágrimas, veían cómo sus madres, hijos, hermanos, se desvanecían hacia la muerte, ya que nunca los volverían a ver. De ese irremediable desconsuelo nació la más extraña canción que ha existido, el tango. Una vez el genial Enrique Santos Discépolo, su máximo creador, lo definió como un pensamiento triste que se baila. Artistas sin pretensiones, con los instrumentos que les venían a mano, algún violín, una flauta, una guitarra, escribieron una parte fundamental de nuestra historia sin saberlo. ¿Qué marinero, desde algún puerto germánico, trajo entre sus manos el instrumento que le daría su sello más hondo y dramático: el bandoneón? Creado para servir a Dios por las calles, en canciones religiosas de los servicios luteranos, aquel instrumento humilde encontró su destino a miles de leguas. Con el bandoneón, sombrío y sagrado, el hombre pudo expresar sus sentimientos más profundos. Cuántos de esos inmigrantes seguirían viendo sus montañas y sus ríos, separados por la pena y por los años, desde esta inmensa factoría caótica, esta ciudad levantada sobre el puerto, y ahora convertida en un desierto de amontonadas soledades. Y al caminar por este terrible Leviatán, por las costas que por primera vez divisaron aquellos inmigrantes, creo oír el melancólico quejido del bandoneón de Troilo. 

 Como un exiliado camino por las callejuelas de la ciudad más antigua, la primera en nacer. Mi alma va delante de mí, vacilante y ansiosa. ¿Qué la perturba? ¿Su abandono o su búsqueda de una nueva morada? Allí estoy, sonámbula, huérfana y vencida. Añoro la playa y las altas colinas y aquella barca azul que cerca de la costa está esperándome. 

MATILDE KUSMINSKY-RICHTER

sábado, 27 de febrero de 2021

 



A veces uno amanece con ganas de extinguirse, Rocamadour.  Como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente. A veces nos arden terriblemente los labios y los ojos y nuestras narices se hinchan y somos horribles y lloramos y queremos extinguirnos. Seguro que ahora no comprendes esto, pero cuando seas mayor habrá días en que amanezcas con ganas de que un aliento gigante sople sobre ti, apagándote. Así es la vida, Rocamadour, un constante querer apagarse y encenderse". 





Guillermo Prieto dirá: “Santa Anna, a la vez sucio y abyecto como es, representaba la crápula del cuartel, era la expresión de la soldadesca de la república, su nombre, su ignorancia, su licencia, su veleidad misma, se identificaban con todo lo que en una sociedad agitada va depositándose sobre la espuma de las revoluciones: era el bello ideal de los holgazanes, de los libertinos, de los tránsfugas que buscaban en un despacho militar una especie de patente de corso para lanzarse sobre el trabajo, sobre la vida regular del pueblo”. 



     Venid amigos míos

    no es demasiado tarde para partir en busca
    de un mundo nuevo
    porque sigo teniendo el propósito
    de bogar más allá del sol poniente
    y si hemos perdido esa fuerza
    que otrora movía el cielo y la tierra
    lo que somos lo somos
    corazones heroicos y del mismo temple
    debilitados por el tiempo y el destino
    pero fuertes por la voluntad
    de buscar; luchar, encontrar, y no ceder

 


Si depende de ti, ¿por qué lo haces? Pero si depende de otro, ¿a quién censuras? ¿A los átomos o a los dioses? En ambos casos es locura. A nadie debes reprender. Porque, si puedes, corrígele, si no puedes, corrige al menos su acción. Y si tampoco esto te es posible, ¿de qué te sirve irritarte? Porque nada debe hacerse al azar.

viernes, 26 de febrero de 2021



 Actúa, habla, con plena conciencia, y descubrirás un tremendo cambio en ti. El hecho mismo de que estés consciente cambia tus actos. Entonces no puedes cometer pecados. No es que tengas que controlarte, no. El control es un mal sucedáneo de la conciencia, un sustituto muy malo; no sirve de mucha ayuda. Si estás consciente, no necesitas controlar la ira; estando consciente, la ira nunca surge., No pueden existir al mismo tiempo, no hay coexistencia para las dos cosas. Estando consciente, nunca surgen los celos. Estando consciente, muchas cosas simplemente desaparecen: todas las cosas que son negativas. Es como una luz. Cuando hay luz en tu casa, ¿cómo Puede existir en ella la oscuridad? La oscuridad simplemente escapa. Cuando tu casa está iluminada, ¿cómo puedes tropezar? ¿Cómo puedes chocar con la pared? La luz está encendida, y tú sabes dónde está la puerta; simplemente vas a la puerta y entras o sales. Cuando está oscuro, tropiezas, andas a tientas, te caes. Cuando estás inconsciente andas a tientas, tropiezas, caes. La ira no es sino tropezar; los celos no son más que andar a tientas en la oscuridad. Todo lo que está mal no está mal por sí mismo, sino porque tú vives en la oscuridad. Si Jesús quiere enfurecerse, puede hacerlo; lo puede utilizar. Tú no puedes utilizarlo, tú eres utilizado por la ira. Si Jesús siente que será bueno y servirá de ayuda, puede utilizar cualquier cosa. Es un maestro. Jesús puede estar furioso sin estar furioso. Mucha gente trabajó con Gurdjieff, y era un hombre terrible. Cuando se enfurecía, se ponía terriblemente furioso, parecía un asesino. Pero aquello no era más que un juego, solo era una situación para ayudar a alguien. E inmediatamente, sin un solo instante de intervalo, miraba a otra persona y estaba sonriendo. Y volvía a mirar a la misma persona con la que se había mostrado irritado, y otra vez tenía un aspecto furioso y terrible. Es posible. Cuando estás consciente puedes utilizar cualquier cosa. Hasta el veneno se convierte en elixir cuando estás despierto. Y cuando estás dormido, hasta el elixir se convierte en veneno, porque todo depende de si estás alerta o no. Los actos no significan nada. Los actos no importan. Lo que importa eres tú, tu conciencia, el que estés consciente. Lo que hagas no tiene importancia. Ocurrió lo siguiente: Había un gran maestro, un maestro budista llamado Nagarjuna. Un ladrón acudió a él. El ladrón había quedado prendado del maestro porque nunca había visto una persona tan bella, con tan infinita gracia. Le preguntó a Nagarjuna: -¿Existe alguna posibilidad de que yo también crezca? Pero tiene que quedarte clara una cosa: soy un ladrón. Y otra cosa: no puedo dejarlo, así que por favor no me pongas esa condición. Haré cualquier cosa que digas, pero no puedo dejar de ser ladrón. Lo he intentado muchas veces, pero nunca da resultado, así que he renunciado a ello. He aceptado mi destino, que siempre seré un ladrón y seguiré siéndolo, así que no me hables de eso. Que quede claro desde el principio. Nagarjuna dijo: -¿Por qué tienes miedo? ¿Quién te va a hablar de que eres un ladrón? -Es que cada vez que acudo a un monje, a un sacerdote o a un santo religioso, siempre me dicen: «Lo primero es que dejes de robar» -dijo el ladrón. Nagarjuna se echó a reír y dijo: -Entonces debes de haber acudido a ladrones. Si no, ¿por qué habría de importarles? A mí no me importa. El ladrón se puso muy contento y dijo: -Pues entonces, de acuerdo. Parece que ahora podré ser discípulo. Eres el maestro adecuado. Nagarjuna le aceptó y dijo: -Ahora puedes irte y hacer lo que quieras. Solo tienes que cumplir una condición: sé consciente. Ve y asalta casas, entra y coge cosas, roba. Haz lo que te parezca, a mí no me importa porque yo no soy 1adrón. Pero haz lo con plena conciencia. El ladrón no se daba cuenta de que estaba cayendo en la trampa y dijo: -Entonces, todo está muy bien. Lo intentaré. Al cabo de tres semanas, regresó y dijo: -Eres un tramposo. Porque si me hago consciente no puedo robar. Si robo, la conciencia desaparece. Estoy en un buen lío. Nagarjuna le dijo: -Ya basta de hablar de robar y de que eres ladrón. A mí eso no me importa, yo no soy ladrón. Ahora decide tú. Si quieres conciencia, tú decides. Si no la quieres, también decides tú. -Pero es que ahora es difícil -dijo el hombre- Lo he probado un poquito, y es tan hermoso... Lo dejaré todo, haré lo que tú digas. -y siguió diciendo- La otra noche, por primera vez, conseguí entrar en el palacio del rey. Abrí el tesoro. Podría haberme convertido en el hombre más rico del mundo, pero tú me ibas siguiendo y tuve que ser consciente. Cuando me hice consciente, perdí de pronto toda motivación, todo deseo. Cuando me hice consciente, los diamantes me parecían simples piedras, piedras vulgares. Cuando perdí la conciencia, el tesoro estaba allí. Esperé y lo volví a hacer muchas veces. Me volvía consciente y era como un buda, y no podía ni tocar el tesoro porque todo el asunto me parecía una tontería, una estupidez... simples piedras. ¿Qué estoy haciendo? ¿Perderme por unas piedras? Pero entonces perdía la conciencia y volvían a parecerme preciosas, toda la ilusión volvía. Pero al final decidí que no valían la pena. Cuando has conocido la conciencia, nada compensa perderla. Has conocido la mayor bendición de la vida. De pronto, muchas cosas simplemente desaparecen; se convierten en estupideces, se convierten en tonterías. La motivación ha desaparecido, el deseo ha desaparecido, los sueños han cesado.

Yan Ai Lin



Tú, la Muerte, me sujetaste fuerte.
Te di mi aliento,
llevando el calor de mi cuerpo
a tu abrazo.

Cariño, una vez más morí
por la noche, en la habitación que visitaste.
Una vez más, morí puramente, nunca de forma inocente.



 Desde hace miles y miles de años, hasta remontarnos a los albores de la humanidad, se ha predicado y practicado el poder de la gratitud, y desde entonces se ha ido transmitiendo a través de los siglos, extendiéndose por los continentes, impregnando una civilización y cultura tras otra. En todas las grandes religiones – el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el budismo, el sijismo y el hinduismo –, la gratitud tiene una importancia capital. Mahoma dijo que la gratitud por la abundancia que recibimos es la mejor garantía de que la abundancia proseguirá. Buda dijo que no tenemos razón alguna para ninguna otra cosa que no sea el agradecimiento y la felicidad. Lao Tse dijo que si te alegras por cómo son las cosas, el mundo entero te pertenecerá. Krishna dijo que él acepta con gozo todo lo que se le ofrezca. El rey David habló de dar las gracias al mundo entero, por todo lo que existe entre los cielos y la Tierra. Y Jesús decía gracias antes de realizar cada milagro. Desde los aborígenes australianos hasta los masais y zulúes africanos, desde los nativos americanos navajo, shawnee y cheroqui, hasta los tahitianos, esquimales y maoríes, la práctica de la gratitud es el centro de la mayoría de las tradiciones indígenas. “Cuando te levantes por la mañana, da las gracias por la luz matinal, por tu vida y por tu fuerza. Da gracias por tus alimentos y por la alegría de vivir. Si no ves razón para dar las gracias, el fallo está en ti.” 


 


Amor y Apego no siempre deben ir de la mano. Lo hemos entremezclado hasta tal punto, que ya confundimos el uno con el otro. Equivocadamente, entendemos el desapego como dureza de corazon, indiferencia o insensibilidad, y eso es incorrecto. El desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son:
 independencia, no posesividad y no adiccion.. La persona no apegada (emancipada) es capaz de controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia identidad en nombre del amor, pero tampoco promocionar el egoismo y la deshonestidad.

Desapegarse no significa salir corriendo a buscar un sustituto afectivo, volverse un ser carente de toda etica o instigar la promiscuidad. La palabra libertad nos asusta y por eso la censuramos.
Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresion, es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la tenura. El individuo que decide romper con la adiccion a su pareja entiende que desligarse psicologicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relacion interpersonal nos hace humanos (los sujetos “apegados al desapego” no son libres, sino esquizoides). No podemos vivir sin amor, pero si podemos amar sin esclavizarnos. “Una cosa es defender el lazo afectivo y otra muy distinta ahocarse con el”.
El desapego no es mas que una eleccion que dice a gritos: “EL AMOR ES AUSENCIA DE MIEDO”

jueves, 25 de febrero de 2021


 ¿Qué clase de poesía es aquella que no salva

Naciones o pueblos?
Una conspiración de mentiras oficiales.
Una tonadilla de borrachos cuyas gargantas serán cortadas de inmediato,
Una conferencia para señoritas.
He deseado la buena poesía sin saberlo,
He descubierto, ya tarde, su saludable objetivo.
En ella y sólo en ella, encuentro salvación.

Se solía esparcir millo o alpiste sobre las tumbas
Para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros.
Aquí os dejo este libro, vosotros quienes alguna vez vivisteis
Para que nunca más volváis.

 

“So therefore I dedicate myself, to my art, my sleep, my dreams, my labours, my suffrances, my loneliness, my unique madness, my endless absorption and hunger because I cannot dedicate myself to any fellow being.”

 


Carver es la voz de las tragedias mundanas. De las pequeñas desgracias privadas e invisibles que ocurren en cualquier casa, al otro lado de una puerta cerrada. Escribía sobre la gente común. Sobre su cotidianidad. Sobre sus dramas silenciosos perdidos en un océano de dramas silenciosos. En sus relatos no se plantean interrogantes. No hay juicio ni condena. Tan solo una perspectiva cenital. Ajena a la escena. Vacía. Parca en palabras. Una perspectiva desde la que poder percibir el mundo en toda su deformidad. Y para ello le bastaba con fotografiar. No precisaba de filtros. Por eso sus historias no comienzan por el principio ni terminan por el final. Se mueven en ninguna parte. Sencillamente vienen y se van, inmortalizando un momento concreto en una vida corriente, que en realidad podría ser cualquier otro momento en cualquier otra vida. Todos sus personajes, en cierta forma, son el mismo personaje. Y eso, para los que alguna vez hemos sido inconscientemente fotografiados, tiene algo de aterrador.

Los años, el contexto, las tendencias o la equidad —honestamente, lo ignoro— quisieron que muchos de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX repudiasen en mayor o menor medida a Ernest Hemingway. Vladimir Nabokov lo despreciaba pública y manifiestamente. Ricardo Piglia ha calificado los textos de sus últimos años —especialmente El viejo y el mar— como «mala literatura»: «No conozco un ejemplo más patético (salvo, quizás, el de Salinger) de autodestrucción de una escritura que el de Ernest Hemingway». Jorge Luis Borges, que era brillante hasta para ser un cabrón desalmado, dijo de él tras su muerte: «Hemingway se dio cuenta de que era un mal escritor y se disparó un tiro en la cabeza. Ese hecho de alguna manera lo redime». De Raymond Carver, por ahora, uno no acostumbra a leer más que elogios. Sin embargo algo me dice que, con el tiempo, cuando el viento vuelva a cambiar y escribir ya no tenga que ser fácil —una vez más—, serán muchos los que carguen las tintas contra su estilo.

Solo espero que en ese momento recuerden que alguna vez Roberto Bolaño dijo que Carver era el mejor escritor de relatos del siglo junto con Chéjov. Vaya usted a saber a qué siglo se refería, eso sí. Pero llevarle la contraria a Bolaño en cuestiones literarias, en cualquier caso, es posicionarse voluntariamente en contra de la razón.

https://www.jotdown.es/2018/10/raymond-carver-el-mejor-escritor-de-relatos-del-siglo-junto-con-chejov/

 


«Si deseas ser un auténtico buscador de la verdad, es necesario que, al menos una vez en la vida, pongas en duda, en la medida de lo posible, todas las cosas».

    RENÉ DESCARTES 



 «Hay dos maneras de dejarse engañar. Una es creer lo que no es cierto; la otra negarse a creer lo que es verdad».

    SØREN KIERKEGAARD

miércoles, 24 de febrero de 2021

 -“Aquí eres como un esclavo. Siempre trabajas como un burro, incluso en las fiestas, la Pascua, Navidad. Sólo estás libre el Viernes Santo, y te aseguro que si a Jesucristo no le hubieran crucificado, también se trabajaría en Viernes Santo”.


Alfredo a Totó, Cinema Paradiso

 


Un senador romano llega tarde a una sesión y descubre que Cicerón ya está enfrascado en uno de sus discursos. Después de intentar enterarse de qué está hablando durante unos minutos, se da por vencido y le pregunta a otro senador: "¿De qué está hablando ahora?". Y el hombre responde: "No sé, todavía estamos esperando el verbo".

 


Nunca jamás uso la palabra renuncia. Lo que digo es: goza de la vida, del amor, de la meditación, de las bellezas del mundo, del éxtasis de la existencia... ¡goza de todo! Transforma lo mundano en sagrado. Transforma esta orilla en la otra orilla, transforma la tierra en el paraíso. Y sin embargo, indirectamente, empieza a producirse una cierta renuncia. Pero es una cosa que ocurre, no lo haces tú. No es algo que haces, es algo que ocurre. Empiezas a renunciar a tus tonterías, empiezas a renunciar a la basura. Empiezas a renunciar a las relaciones insensatas. Empiezas a renunciar a trabajos que no satisfacen tu ser. Empiezas a renunciar a lugares en los que no era posible el crecimiento. Pero yo a eso no lo llamo renuncia. Lo llamo entendimiento, conciencia. Si llevas piedras en la mano creyendo que son diamantes, yo no te diré que renuncies a: Esas piedras. Me limitaré a decirte: «Mantente alerta y echa otra mirada.» Si tú mismo ves que no son diamantes, ¿qué necesidad hay de renunciar a ellas? Caerán de tus manos por sí mismas. De hecho, si quieres seguir llevándolas tendrás que hacer un gran esfuerzo, tendrás que aplicar mucha voluntad para seguir llevándolas. Pero no podrás llevarlas mucho tiempo; en cuanto hayas visto que son inútiles, que no valen nada, tendrás ganas de tirarlas. Y cuando tus manos queden vacías, podrás buscar auténticos tesoros. Y los tesoros auténticos no están en el futuro. Los auténticos tesoros están aquí mismo, ahora.

 ¿Tiene la filosofía algo que ver con el amor? Todo, si hemos de creer a Platón. A pesar de que no todos los amantes son filósofos, los filósofos son los únicos amantes auténticos, ya que solo ellos comprenden lo que el amor busca ciegamente. En todos nosotros, el amor evoca la memoria inconsciente de la belleza de las Ideas, y esa memoria nos enloquece; nos sentimos poseídos por un sentimiento frenético de añoranza de nuestro complementario y de «procrear en lo Bello», como también bellamente propone El banquete (209 a. C.). Aquellos que poseen autodominio intelectual se unen intelectualmente y comulgan con las Ideas, lo cual es el objetivo de la filosofía, mientras que aquellos a quienes les falta ese autodominio purgan sus pasiones carnalmente y permanecen unidos al mundo. Platón enseña que el deseo erótico debe ser tratado con sumo cuidado precisamente porque muchas veces no llega al ámbito de la filosofía. Cuando el eros se libera en una persona inmoderada, el alma se hunde en el placer sensual, el amor al dinero, en la bebida e incluso en la locura. Tan grande es su poder que esta fuerza puede sojuzgar nuestra razón y nuestros instintos naturales, dirigiéndolos hacia su propio fin y convirtiéndose en un tirano del alma. En La república, Platón hace que Sócrates pregunte si la tiranía política puede ser otra cosa que la injusta regla de un hombre cuyo ser es dominado por sus deseos más bajos. Para Platón, el eros es una fuerza demoníaca que flota entre lo humano y lo divino, que nos ayuda a elevarnos o a hundirnos en una vida de sevicias y sufrimientos en la que los otros sufren con nosotros. El filósofo y el tirano, lo más alto y lo más bajo de la humanidad, están unidos por un perverso giro de la naturaleza: por el poder del amor. Hemos perdido el hábito de pensar el eros de esta manera. Lo erótico, lo mental y lo político son para nosotros dominios autónomos que operan de manera independiente y que están gobernados por leyes totalmente distintas. 



 "¿A vos no te pasa que te despertás a veces con la exacta conciencia de que en ese momento empieza una increíble equivocación?."



Antón Chéjov



 "Confías demasiado en todos. Entiende el mundo. A este paso, te vas a perder". 


  


He salido a la calle abrazado a la tristeza:

vi lo que no mira nadie y me dio vergüenza y pena.

Soledad que te pegas a mi alma

en la dulce soledad de este campo de otoño.

No hay momentos de sosiego.

Rebeldía pura de amores sin amores.

Ilusiones puras y puros conformismos

intentando levantar el espíritu nostálgico

de querer estar contigo y nunca estarlo.

 


Si te afliges por alguna causa externa, no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú haces de ella. Y borrar este juicio, de ti depende. Pero si te aflige algo que radica en tu disposición, ¿quién te impide rectificar tu criterio? Y dé igual modo, si te afliges por no ejecutar esta acción que te parece sana, ¿Por qué no la pones en práctica en vez de afligirte? «Me lo dificulta un obstáculo superior». No te aflijas, pues, dado que no es tuya la culpa de que no lo ejecutes. «Mas no merezco vivir si no lo ejecuto». Vete, pues, de la vida apaciblemente, de la manera que muere el que cumple su cometido, indulgente con los que te ponen obstáculos

 


Tengo que escoger lo que detesto: o el sueño, que mi inteligencia odia, o la acción, que a mi sensibilidad repugna; o la acción para la que no nací, o el sueño para el que no ha nacido nadie. Resulta que como detesto a ambos, no escojo ninguno, pero, como alguna vez tengo que soñar o actuar, mezclo una cosa con la otra.


Fernando Pessoa

martes, 23 de febrero de 2021

 


«Las emociones siguen a los pensamientos de una forma tan clara como los patitos siguen a su madre. Pero el hecho de que los patitos sigan fielmente a su madre ¡no significa que la madre sepa a dónde va!» 

David Burns



 Tal vez la contribución más importante de Aristóteles a la filosofía y la psicología —parte de la visión mundial limitada que propuso— sea el principio de no contradicción: una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Por ejemplo, un «caballo» no puede ser su contradicción, un «no caballo»; una persona no es una «no persona». Según Aristóteles, el principio de no contradicción es axiomático y obvio y no es necesario probarlo: «Es imposible que un objeto pueda pertenecer y no pertenecer al mismo objeto al mismo tiempo y en el mismo sentido». Al principio de no contradicción de Aristóteles, le sigue, lógicamente, el principio de identidad, que sostiene que una cosa es idéntica a sí misma: una persona es una persona, una emoción es una emoción, un gato es un gato, un número es un número. El principio de identidad es la base de la lógica y las matemáticas y, por extensión, de una filosofía coherente y significativa. Aristóteles nos dice que sin los principios de no contradicción e identidad sería «absolutamente imposible demostrar nada: el proceso se prolongaría indefinidamente, y el resultado sería que no se podría demostrar nada de nada». Ni siquiera podríamos estar de acuerdo con el significado de una palabra si no aceptáramos que una cosa es idéntica a sí misma. Incluso la palabra «palabra» o la palabra «aceptar» serían sonidos sin ningún significado si no estuvieran limitados por su identidad. Gracias a que implícitamente aceptamos el principio de identidad, podemos comunicarnos y (normalmente) entendernos. El principio de identidad implica reconocer que una cosa es lo que es, con todas las implicaciones de ser lo que es. En otras palabras, algunas cosas son lo que son a pesar de lo que a una persona —o a todo el mundo— le gustaría que fueran. En una ocasión, Abraham Lincoln preguntó medio en broma: «¿Cuántas patas tiene un perro si llamas pata a la cola?». ¿Su respuesta? Cuatro, porque «llamar pata a la cola no la convierte en pata». El principio de identidad puede parecer obvio, pero influye mucho en la forma de vivir la vida. Todos, no sólo los filósofos, hemos de aceptar las implicaciones de este principio: no reconocer —y no actuar sobre la base de ese reconocimiento— que una cosa es idéntica a sí misma, puede tener consecuencias nefastas. Si, por ejemplo, una persona trata un camión como algo que no es un camión —como una flor, por ejemplo—, corre el riesgo de que la atropellen; de forma parecida, si trata el veneno como si fuera comida, seguramente morirá. Cuando decimos que una cosa tiene una identidad, estamos diciendo que es de una naturaleza específica. Un camión, por ejemplo, es sólido, duro, tiene una determinada masa...; el veneno posee una composición química concreta, actúa de una forma determinada cuando entra en el flujo sanguíneo. Vivir de acuerdo con la ley de la identidad y la ley de la no contradicción no es una opción, es una necesidad. No resulta extraño que los filósofos o los políticos desarrollen sistemas políticos o éticos que no tengan en consideración el principio de identidad. Negarse a aceptar que un ser humano es un ser humano y, al mismo tiempo, prescribir códigos de conducta para la sociedad es como cruzar la calle negándose a reconocer la naturaleza de un camión —y, en el caso de la ética o la política, las consecuencias son igual de graves, pero a una escala mucho mayor. Si bien a la mayoría le resulta fácil respetar el principio de identidad cuando se trata de objetos físicos como camiones o veneno, a muchos nos resulta difícil respetarla cuando se trata de nuestros sentimientos, especialmente si son indeseables, porque ponen en peligro la idea que tenemos de nosotros mismos. Si bien para mí es importante verme como una persona valiente, puedo negarme a aceptar que algunas veces tengo miedo; si bien me considero una persona generosa, a veces me resulta difícil aceptar sentimientos de envidia. Pero si quiero gozar de una buena salud psicológica, antes que nada debo aceptar que me siento como me siento. Tengo que respetar la realidad. El psicólogo Nathaniel Branden considera que este respeto a la realidad constituye la base de la salud mental.4 La autoaceptación —admitir la realidad de mis emociones, mis fracasos o mis éxitos— implica aceptar el principio de identidad y aplicarlo a la psicología humana. En palabras de Branden: «La aceptación de uno mismo es, de una forma muy simple, realismo. Es afirmar que lo que es, es; que lo que siento, lo siento; que lo que pienso, lo pienso; que lo que he hecho, hecho está». Y del mismo modo que el principio de identidad es la base de cualquier filosofía coherente y lógica, la autoaceptación resulta fundamental para una psicología sana y feliz.

«No es que algunos tengan fuerza de voluntad y otros no la tengan. Es que algunos están dispuestos a cambiar y otros no.» 

James Gordon



 Tuve el privilegio de visitar a Arthur Hays Sulzberger (1935-1961), editor de uno de los más famosos diarios del mundo, The New York Times. Sulzberger me dijo que, cuando la segunda guerra mundial envolvió a toda Europa, quedó tan aturdido, tan preocupado por el futuro, que apenas podía dormir. Se levantaba muchas veces a media noche, tomaba unas telas y unas pinturas, se miraba a un espejo e intentaba retratarse. No sabía nada de pintura, pero pintaba de todos modos, a fin de borrar de su espíritu las preocupaciones. Sulzberger también me dijo que nunca fue capaz de conseguir esto y encontrar la paz hasta que adoptó un lema de cinco palabras de un himno religioso: 

Un paso me es bastante. Conduce, amable Luz... Mi guia tú serás, que lo distante no quiero ver; un paso me es bastante.


  Se habla mucho de la depresión y del estrés que provoca la vida moderna ¿Es cierto que en nuestra sociedad la gente está cada vez menos feliz? 

Bueno, es distinto hablar de la felicidad y de la depresión. Tenemos estudios muy rigurosos desde hace sesenta años sobre el nivel de felicidad en los Estados Unidos y en algunos otros países, y lo que indican es que este nivel no ha variado en absoluto. Lo cual es sorprendente, dado que todos los indicadores económicos se han disparado en el mismo período. Está muy comprobado que el dinero, a partir de un cierto nivel mínimo, no da la felicidad. Pero además en todos los países desarrollados se dan diez veces más casos de depresión hoy que en los años cincuenta, y han aumentado en menor medida otras patologías como la ansiedad.
¿Qué explicación le da a esto?
 Nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque yo tengo mi hipótesis. Creo que influyen varios factores. Uno es que la gente tiende a tomar atajos para conseguir el placer: las drogas, el sexo sin amor, la televisión, las compras. Y no soy tan moralista como para sugerir que la gente no haga estas cosas, pero si alguien basa su vida exclusivamente en atajos y descuida los otros aspectos de su vida, como el desarrollo personal o el sentido que da a la vida, acabará sacrificando su felicidad a largo plazo. El problema es que cuando más rica sea una sociedad, más atajos existen. Otro es el tamaño relativo de la dimensión del yo frente a la dimensión del grupo. Cada vez pesa más el individuo y menos las colectividades. La familia cada vez es más pequeña, se desvanecen las ataduras a la nación, a la comunidad, al grupo religioso. Éstas eran las instituciones tradicionales nos apoyaban en los momentos difíciles, que a lo largo de la historia han sido las medidas antidepresivas más eficaces, y están desapareciendo Y por otro lado las ciencias sociales nos han enseñado que somos víctimas de nuestro entorno, que lo importante no es el individuo quien está en control sino los factores externos que nos limitan y nos manipulan. Esto es una formula perfecta para la depresión.
 ¿Cuál, entonces, es su receta para la felicidad? 
En realidad tengo tres, que se aplican a tres niveles que llamo la vida placentera, la vida buena y la vida con sentido. Para la primera la receta es llenar la vida de todos los placeres posibles, y aprender una serie de métodos para saborearlos y disfrutarlos mejor. Por ejemplo compartirlos con los demás, aprender a describir y recordarlos, y también utilizar técnicas como la meditación para ser más conscientes de los placeres. Pero este es el nivel más superficial. El segundo nivel, el de la buena vida, se refiere a lo que Aristóteles llamaba eudaimonia, que ahora llamamos el estado de flujo. Para conseguir esto la formula es conocer las propias virtudes y talentos y reconstruir la vida para ponerlos en práctica lo más posible. Con esto se consigue no una sonrisa sino la sensación de que el tiempo se para, de total absorción en lo que uno hace. La buena vida no es esa vida pesada de pensar y sentir, sino de sentirse en armonía con la música vital. Creo que mi perro lo podría resumir así: “corro y persigo ardillas, luego existo”. El tercer nivel consiste en poner tus virtudes y talentos al servicio de alguna causa que sientas como más grande que ti. De esta manera dotas de sentido a toda tu vida.

https://www.alzheimeruniversal.eu/2012/10/06/entrevista-a-martin-seligman-fundador-del-movimiento-de-la-psicologia-positiva/


Everyday Courage 
Courage is the ability to do things that feel difficult, scary, or uncertain. It isn’t reserved for just a chosen few. Courage is a birthright. It’s inside all of us. And it’s waiting for you to discover it. One moment of courage can change your day. One day can change your life. And one life can change the world. That’s the true power of courage; it reveals you. The greatest version of you. Discover your courage, and you will be capable of accomplishing and experiencing anything you dream about. Yes, even changing the world

lunes, 22 de febrero de 2021

 Metieron a varios voluntarios en un escáner cerebral y les hicieron probar dos vinos diferentes. Ambos eran Cabernet Sauvignon, pero uno costaba 90 dólares la botella y el otro 5 dólares. Los participantes conocían el precio de cada vino antes de probarlo, y cuando les preguntaban cuál les había gustado más, la inmensa mayoría contestaba que el caro. No se trataba sólo de un juicio racional a posteriori, el escáner cerebral confirmaba mayor actividad en la zona del placer cuando los voluntarios tomaban el vino caro. ¿Cuál era la gracia del estudio? Pues que los científicos habían intercambiado las etiquetas de los vinos.

 


Así lo expresó William James, el padre de la psicología moderna: Existe una ley en psicología que dice que si usted se forma una imagen mental de lo que le gustaría ser, y la mantiene y retiene esa imagen el tiempo suficiente, pronto será exactamente como deseó ser.



Tú no eres necesariamente lo que dices. Tu comportamiento es un barómetro mucho más adecuado para medir tu valor. Lo que haces en tus momentos presentes es el único indicador de lo que eres como persona, Emerson escribió una vez lo siguiente: No digas cosas. Lo que eres, relumbra sobre ti mientras lo haces, y atrona con tal fuerza que no puedo oír lo que alegas en su contra. La próxima vez que digas que harás algo, a sabiendas de que no lo harás, recuerda esas palabras. Son el antídoto de la postergación

Clarice Lispector



 “Ya escondí un amor por miedo de perderlo. Ya perdí un amor por esconderlo. Ya me aseguré en las manos de alguien por miedo. Ya he sentido tanto miedo, hasta el punto de no sentir mis manos. Ya expulsé a personas que amaba de mi vida, ya me arrepentí por eso. Ya pasé noches llorando hasta quedarme dormida. Ya me fui a dormir tan feliz, hasta el punto de no poder cerrar los ojos. Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que ellos no existen. Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que me amaron".


 


"En el carácter de cada persona hay algo que es irrompible: el esqueleto del carácter"


domingo, 21 de febrero de 2021

 


"La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso". 

Francis Bacon


 Para salvaguardar tu salud mental sería mejor no dejarte llevar por la curiosidad morbosa y empezar a escudriñar en el asunto más de la cuenta: «¿Por qué?», «¿Dónde?», «¿Cuándo?», «¿Qué hice mal?». Obsesiones, pensamientos intrusivos que te lastiman. Quédate en lo importante, no te desvíes. La solución es sencilla y con carácter definitivo: si verificas que no fuiste bienvenido, empaca y vete, o no vuelvas. ¿Qué más te queda? No preguntes nada: mutis por el foro, silenciosa y decorosamente. Y mientras te vas yendo, que tu pensamiento repita como un ritual tibetano desconocido: «No merece estar conmigo quien no me quiera». Y adiós. 

 


Cinco dificultades para escribir la verdad: El valor de escribirla, la perspicacia de descubrirla, el arte de hacerla manejable, la inteligencia de saber elegir a los destinatarios y la astucia de saber difundirla


Bertolt Brecht


 Kerouac escribía con una técnica a la que llamó “prosa espontánea” y así la definió: “Ninguna ‘selectividad’ e expresión, sino seguir el libre desvío de la mente hacia los infinitos mares del pensamientos, zambullirse en el océano del inglés sin otra disciplina que los ritmos de exhalación retórica y de la narración protestada, como un puño que cae sobre una mesa con cada sonido completo ¡bang!”. En otra entrevista, comentó: Pasé toda mi juventud escribiendo despacito, haciendo correcciones e interminables especulaciones y tachaduras y lo único que conseguí fue un día escribir una frase... y la frase no tenía sentimiento".

Entonces, solo se sentaba a escribir sin interrupciones, sin pausas. Página tras página. Pero el hecho de tener que cambiar de hojas le fastidiaba, cortaba su flujo. No le interesaba encontrar “la palabra adecuada”, ni detenerse en cuestiones de puntuación que rompían con esa energía, que lo alejaban de ese deseo de convertirse en un músico de bebop - la manera que encontró el jazz de los ‘40 de romper con su enquistamiento- de poder componer, improvisar, una nota tras otra.

https://www.infobae.com/america/cultura/2019/10/21/el-camino-de-jack-kerouac-la-vida-veloz-furiosa-y-adicta-del-gran-escritor-beat/