Guillermo Prieto dirá: “Santa Anna, a la vez sucio y abyecto como es, representaba la crápula
del cuartel, era la expresión de la soldadesca de la república, su nombre, su ignorancia, su
licencia, su veleidad misma, se identificaban con todo lo que en una sociedad agitada va
depositándose sobre la espuma de las revoluciones: era el bello ideal de los holgazanes, de los
libertinos, de los tránsfugas que buscaban en un despacho militar una especie de patente de
corso para lanzarse sobre el trabajo, sobre la vida regular del pueblo”.
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