lunes, 30 de septiembre de 2024
domingo, 29 de septiembre de 2024
«La felicidad nunca fue importante. El problema radica en que nosotros no sabemos qué es lo que realmente queremos. Lo que nos hace feliz es el no alcanzar lo que deseamos, sino soñarlo. La felicidad es para oportunistas. Entonces pienso que la única vida de profunda satisfacción es una vida de una eterna lucha, especialmente, la lucha contra uno mismo. Si quieres mantenerte feliz, solo sigue siendo estúpido. Los auténticos eruditos nunca fueron felices; la felicidad es una categoría de esclavos».
sábado, 28 de septiembre de 2024
To the living, I am gone,
Margaret Mead
viernes, 27 de septiembre de 2024
Lo queramos o no
jueves, 26 de septiembre de 2024
Una forma de pseudoamor, que no es rara y suele experimentarse (y más frecuentemente describirse en las películas y las novelas) como el «gran amor», es el amor idolátrico. Si una persona no ha alcanzado el nivel correspondiente a una sensación de identidad, de yoidad, arraigada en el desenvolvimiento productivo de sus propios poderes, tiende a «idolizar» a la persona amada. Está enajenada de sus propios poderes y los proyecta en la persona amada, a quien adora como al summum bonum, portadora de todo amor, toda luz y toda dicha. En ese proceso, se priva de toda sensación de fuerza, se pierde a sí misma en la persona amada, en lugar de encontrarse. Puesto que usualmente ninguna persona puede, a la larga, responder a las expectaciones de su adorador, inevitablemente se produce una desilusión, y para remediarla se busca un nuevo ídolo, a veces en una sucesión interminable. Lo característico de este tipo de amor es, al comienzo, lo intenso y precipitado de la experiencia amorosa. El amor idolátrico suele describirse como el verdadero y grande amor; pero, si bien se pretende que personifique la intensidad y la profundidad del amor, sólo demuestra el vacío y la desesperación del idólatra. Es innecesario decir que no es raro que dos personas se idolatren mutuamente, lo cual, en los casos extremos, representa el cuadro de una folie à deux. Otra forma de pseudoamor es lo que cabe llamar amor sentimental. Su esencia consiste en que el amor sólo se experimenta en la fantasía y no en el aquí y ahora de la relación con otra persona real. La forma más común de tal tipo de amor es la que se encuentra en la gratificación amorosa substitutiva que experimenta el consumidor de películas, novelas románticas y canciones de amor. Todos los deseos insatisfechos de amor, unión e intimidad hallan satisfacción en el consumo de tales productos. Un hombre y una mujer que, en su relación como esposos, son incapaces de atravesar el muro de separatidad, se conmueven hasta las lágrimas cuando comparten el amor feliz o desgraciado de una pareja en la pantalla. Para muchos matrimonios, ésa constituye la única ocasión en la que experimentan amor —no el uno por el otro, sino juntos, como espectadores del «amor» de otros seres—. En tanto el amor sea una fantasía, pueden participar; en cuanto desciende a la realidad de la relación entre dos seres reales, se congelan. Otro aspecto del amor sentimental es la «abstractificación» del amor en términos de tiempo. Una pareja puede sentirse hondamente conmovida por los recuerdos de su pasado amoroso, aunque no haya experimentado amor alguno cuando ese pasado era presente, o por las fantasías de su amor futuro. ¿Cuántas parejas comprometidas o ién casadas sueñan con una dicha amorosa que se hará realidad en el futuro, pese a que en el momento en que viven han comenzado ya a aburrirse mutuamente? Esa tendencia coincide con una característica actitud general del hombre moderno. Ese vive en el pasado o en el futuro, pero no en el presente. Recuerda sentimentalmente su infancia y a su madre —o hace planes de felicidad futura—. Sea que el amor se experimente substitutivamente, participando en las experiencias ficticias de los demás, o que se traslade del presente al pasado o al futuro, tal forma abstracta y enajenada del amor sirve como opio que alivia el dolor de la realidad, la soledad y la separación del individuo.
Erich Fromm
miércoles, 25 de septiembre de 2024
Ese día de octubre de 1923 en el que rumiaba su pena y su mentira, Miske sintió algo. Quizá una premonición. Llevaba nueve meses sin hacer deporte, descansando y a dieta, y se sentía algo mejor, pero quizá notó algo que no sabría explicar. Veía a su familia en la ruina y se imaginó cómo sería su vida sin él. Se dio cuenta de que ese momento estaba cerca. Y se fue a hablar con su manager.
"Búscame un combate", le pidió. Reddy, evidentemente, le dijo que no: "Sabes que vas a morir si peleas". Miskele miró a los ojos: "¿Qué más me da morir en el ring que esperar a la muerte sentado en una silla?". El dolor de ver a su familia sin nada le consumía. Llegaban las Navidades y sus hijos no tendrían regalos. Reddy accedió. Boxearía contra Bill Brennan el siete de noviembre.
Nadie daba un duro por Miske, visiblemente fuera de forma. Pero la pelea fue increíble. En el quinto asalto, un fulminante derechazo tumbaba a Brennan. El ganador levantó los brazos. Sólo acertó a decir que se sentía muy cansado.
Pasó unas semanas en la cama, cobró la bolsa. Se fue a gastar los 2.400 dólares de premio: compró los muebles que había vendido, encargó un piano para Marie (el sueño de toda su vida) y juguetes para sus hijos. Los mejores que nunca habían tenido. Le sobró dinero para mandarle algo a sus padres y dejarle a su esposa lo suficiente para asegurarse el futuro cercano. Se volvió a la cama.
El día de Navidad se levantó a ver el árbol que había puesto el resto de la familia. Agarró a su mujer de la mano y disfrutó con sus niños de los regalos. Apenas podía comer, pero seguía disimulando: Marie le vio devorar la cena.
El 26 de diciembre de 1923 ya no pudo tragarse el dolor. Llamó a su manager y le suplicó que lo llevara al hospital. De camino le contó a su mujer la verdad: desde hace cinco años le ocultaba una enfermedad que le comía por dentro. Seis días después, el 1 de enero de 1924, Billy Miske, 'El Rayo de St. Paul', moría entre terribles dolores. Se fue pensando que el último día de Navidad de su vida había sido el más feliz. Para él, pero sobre todo para su familia. Había merecido la pena boxear sabiendo que era su condena de muerte.
martes, 24 de septiembre de 2024
Ve a las artes. No estoy bromeando. Las artes no son una forma de ganarse la vida. Son una forma muy humana de hacer la vida más soportable. Practicar un arte, no importa lo bien o mal que sea, es una manera de hacer crecer tu alma, por el amor de Dios. Canta en la ducha. Baila a la radio. Cuenta historias. Escribe un poema a un amigo, incluso un pésimo poema. Hazlo tan bien como puedas. Recibirás una enorme recompensa. Habrás creado algo.
Siempre me ha encantado escalar montañas. Siendo niño, en mi India natal viajaba con frecuencia de mi casa en Madras hacia el norte para dedicarme a mi pasión. Cuando llegué a la universidad, me pasaba casi cuatro meses al año dedicándome a lo que yo llamaba mi verdadera vocación, y dedicaba los otro ocho, mi tiempo libre, a la ingeniería. A medida que fui volviéndome mejor escalador, me sentí tentado por el Himalaya.
En esas montañas, tuve una experiencia que amenazó mi vida al tiempo que la cambiaba, conformando mi punto de vista sobre la relación entre privilegio y responsabilidad y me condujo a una pasión completamente nueva.
Era un día de verano de 1966 y me encontraba con uno de mis más íntimos compañeros de escalada en la cima del Himalaya. Nuestra ascensión final había comenzado en el campamento más alto a las dos de la mañana y había resultado ser mucho más difícil y dura de lo que habíamos previsto.
Después de una breve celebración empezamos el descenso. El descenso siguió un reborde especialmente precario, donde el viento había creado una cornisa, una plancha de hielo y nieve que se extendía en cierto puntos más allá de la roca sólida.
Yo iba a la cabeza. A punto de dar mi siguiente paso, oí un sonido fuerte y explosivo. Instintivamente salté hacia un lado y mi amigo hacia el otro.
Aterricé en una ladera resbaladiza y durante un segundo me sentí aliviado al notar terreno sólido, pero el terreno era tan inclinado que mis pies resbalarón y caí de espaldas.
Empecé a deslizarme hacia abajo adquiriendo una velocidad tremenda a cada momento.
Para guiar mi camino hundí los pies con toda mi fuerza en la superficie de nieve y hielo, confiando evitar una colisión fatal con las rocas que se acercaban a toda velocidad. Lsa fricción de mi cuerpo contra la superficie abrasiva me chamuscó las ropas y me laceró el cuerpo.
Por fin el terreno se niveló y me detuve. Mi piel estaba ensangrentada y chamuscada y gran parte de mi torso estaba en carne viva. Como era consciente de que la exposición al frío extremo de la noche pronto me dejaría inmóvil, me puse en pie lentamente.
Era una agonía. Utilizando mis piernas para intentar relentizar mi rápido descenso, las había dañado gravemente. Aparte de un pequeño paquete de comida, había perdido todas las provisiones. Y lo que era peor, ami amigo no se le veía por parte alguna.
Sin ninguna idea de dónde me encontraba o de lo lejos que estaba la civilización, decidí andar hasta que ya no pudiera más. Estuve andando día y noche. Me es difícil describir esas horas: la terrible soledad y desespero, el agonizante dolor físico y el frío así como el conocimiento que me perseguía de que mi amigo era casi seguro que había perecido.
De repente oí un perro que ladraba en la distacia. Seguí avanzando y llegué a un claro donde había una pequeña y modesta cabaña. Abrumado de alivio y agotamiento me desplomé sin conocimiento.
Me desperté y vi a una mujer bajita que me limpiaba las heridas y hablaba en un idioma que no era capaz de comprender. Me quede inmóvil durante horas, incapaz de hacer nada que no fuera aceptar comida y el agua que la mujer me ofrecía e intentar comunicarle por signos que necesitaba seguir adelante.
Ante mi sorpresa, la mujer me hizo señales de que tenía intención de llevarme a cuestas hasta el pueblo más próximo. Colocándome sobre su espalda, me sacó de la cabaña, camino unos cuantos metros y luego me dejó en el suelo para poder descansar. Seguimos así, avanzando unos cuantos metros cada vez, durante tres días enteros.
Cuando llegamos al pueblo más cercano, la mujer se negó a abandonarme hasta que estuvo segura de que llegaría a salvo y se negó a aceptar pago alguno por su amabilidad y generosidad. Parecía estar satisfecha sabiendo que estaría a salvo. Se limitó a hacerme un gesto de despedida y se marchó.
Me estuve preguntando cuál era la fuente de la generosidad de la pastora, con quien nunca pude mantener una conversación y quie, sin embargo, ma había dado tanto sin condiciones.
Mi recuperación física fue rápida, pero no podía dejar de pensar en mi caída y en los acontecimientos inmediatamente posteriores. Durante mi recuperación empecé a reflexionar en lo afortunado que había sido, en la suerte de haber saltado al lado derecho de la cornisa y de haber sobrevivido, en la suerte de haber tropezado con la cabaña y con su magnánima ocupante y en la suerte de recuperarme lo bien que lo hice.
Me di cuenta de que cualquier éxito que tuviera era fruto de mi buena suerte y la obligación nacía de mi propio éxito.
Al cabo de un año de mi caída, consciente de mi gratitud con la pastora, planeé mi vuelta a su pueblo, confiando en devolverle, de alguna manera, mi enorme deuda. El dinero, lo sabía, era de poca utilidad para ella, pero como recordaba lo aislada que era el área y los recursos limitados de sus habitantes, tuve una idea ¿por qué no intentar mejorar la "suerte" de los habitantes del pueblo construyendo una escuela y dar a los niños del lugar su primera oportunidad de una educación? A lo largo de los meses siguientes conseguí reunir reunir fondos para pagar los sueldos de los maestros y los costes de la construcción. En los treinta años pasados desde mi caída he seguido consiguiendo dinero para apoyar la construcción y funcionamiento de escuelas en comunidades remotas. Todo, por supuesto, mientras sigo dedicándome a mi verdadera vocación: escalar montaña tras montaña.
El éxito nace con la buena suerte y la obligación nace con el éxito. Al crear suerte para los demás, usted puede alcanzar la cima más alta.
Jai Jaikumar
lunes, 23 de septiembre de 2024
Buda peregrinaba por el mundo para encontrarse con aquellos que se decían sus discípulos y hablarles acerca de la Verdad.
A su paso, la gente que creía en sus decires venía por cientos para escuchar su palabra, tocarlo o verlo, seguramente por única vez en sus vidas.
Cuatro monjes que se enteraron de que Buda estaría en la ciudad de Vaali, cargaron sus cosas en sus mulas y emprendieron el viaje que llevaría, si todo iba bien, varias semanas.
Uno de ellos conocía menos la ruta a Vaali y seguía a los otros en el camino.
Después de tres días de marcha, una gran tormenta los sorprendió. Los monjes apuraron el paso y llegaron al pueblo, donde buscaron refugio hasta que pasara la tormenta.
Pero el último no llegó al poblado y debió pedir refugio en casa de un pastor, en las afueras. El pastor le dio abrigo, techo y comida para pasar la noche.
A la mañana siguiente, cuando el monje estaba pronto para partir fue a despedirse del pastor. Al acercarse al corral,.vio que la tormenta había espantado las ovejas del pastor y que éste trataba de reunirlas.
El monje pensó que sus cofrades estarían dejando el pueblo y si no salía pronto, los demás se alejarían. Pero él no podía seguir su camino, dejando a su suerte al pastor que lo había cobijado. Por ello decidió quedarse con él hasta juntar el ganado.
Así pasaron tres días, tras los cuales se puso en camino a paso redoblado, para tratar de alcanzar a sus compañeros.
Siguiendo las huellas de los demás, paró en una granja a reponer su provisión de agua.
Una mujer le indicó dónde estaba el pozo y se disculpó por no ayudarlo, pero debía seguir con la cosecha... mientras el monje abrevaba sus mulas y cargaba sus odres con agua, la mujer le contó que tras la muerte de su marido, era difícil para ella y sus pequeños hijos llegar a recoger la cosecha antes de que se pudriera.
El hombre se dio cuenta de que la mujer nunca llegaría a recoger la cosecha a tiempo, pero también supo que si se quedaba, perdería el rastro y no podría estar en Vaali cuando Buda arribara a la ciudad.
Lo veré algunos días después, pensó, sabiendo que Buda se quedaría unas semanas en Vaali.
La cosecha llevó tres semanas y apenas terminó la tarea, el monje retomó su marcha...
En el camino, se enteró de que Buda ya no estaba en Vaali. Buda había partido hacia otro pueblo más al norte.
El monje cambió su rumbo y se dirigió hacia el nuevo poblado.
Podría haber llegado aunque más no fuera para verlo, pero en el camino tuvo que salvar a una pareja de ancianos que eran arrastrados corriente abajo y no hubieran podido escapar de una muerte segura. Sólo cuando los ancianos estuvieron recuperados, se animó a continuar su marcha sabiendo que Buda seguía su camino...
...Veinte años pasaron con el monje siguiendo el camino de Buda... y cada vez que se acercaba, algo sucedía que retrasaba su andar. Siempre alguien que necesitaba de él evitaba, sin saberlo, que el monje llegara a tiempo..Finalmente se enteró de que Buda había decidido ir a morir a su ciudad natal.
Esta vez, dijo para sí, es la última oportunidad. Si no quiero morirme sin haber visto a Buda, no puedo distraer mi camino. Nada es más importante ahora que ver a Buda antes de que muera. Ya habrá tiempo para ayudar a los demás, después.
Y con su última mula y sus pocas provisiones, retomó el camino.
La noche antes de llegar al pueblo, casi tropezó con un ciervo herido en medio del camino. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco. El ciervo boqueaba tratando de tragar el aire, que cada vez le faltaba más.
Alguien debería quedarse con él, pensó, para que yo pueda seguir mi camino.
Pero no había nadie a la vista.
Con mucha ternura acomodó al animal contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y comida al alcance del hocico y se levantó para irse.
Sólo llegó a hacer dos pasos, inmediatamente se dio cuenta que no podría presentarse ante Buda, sabiendo en lo profundo de su corazón que había dejado solo a un indefenso moribundo...
Así que descargó la mula y se quedó a cuidar al animalito. Durante toda la noche veló su sueño como si cuidara a un hijo. Le dio de beber en la boca y cambió paños sobre su frente.
Hacia el amanecer, el ciervo se había recuperado.
El monje se levantó, se sentó en un lugar apartado y lloró... Finalmente, había perdido también su última oportunidad.
—Ya nunca podré encontrarte –dijo en voz alta.
—No sigas buscándome –le dijo una voz que venía desde sus espaldas— porque ya me has encontrado.
El monje giró y vio cómo el ciervo se llenaba de luz y tomaba la redondeada forma de Buda.
Cuando esté muerta, mi amor,
domingo, 22 de septiembre de 2024
sábado, 21 de septiembre de 2024
Te digo adiós, amor, y no estoy triste.
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,
un solo beso lento y prolongado
que se truncó en dolor cuando partiste.
No supiste entender, no comprendiste
que era un amor final, desesperado,
ni intentaste arrancarme de tu lado
cuando con duro corazón me heriste.
Lloré tanto aquel día que no quiero
pensar que el mismo sufrimiento espero
cada vez que en tu vida reaparece
ese amor que al negarlo te ilumina.
Tu luz es él cuando mi luz decrece,
tu solo amor cuando mi amor declina.
Rafael Alberti
Sabiendo lo que sabía, conociendo todo del hombre (¡ah!, ! quién hubiera pensado que el crimen no consiste tanto en hacer morir como en no morir uno mismo!), confrontado día y noche a su crimen inocente, se hacía demasiado difícil para él mantenerse en pie y continuar. Más valía terminar, no defenderse, morir, para no seguir siendo el único con vida y para ir a otra parte, a un lugar donde quizá le apoyarían. No fue apoyado, se quejó y, para rematarlo todo, fue censurado. Sí, creo que fue el tercer evangelista el que empezó por suprimir su queja. «¿Por qué me has abandonado?» Era un grito sedicioso, ¿no es cierto? ¡Y por lo tanto, las tijeras! Por otra parte, observe que si Lucas no hubiera suprimido nada, apenas hubiéramos advertido la cosa; en todo caso no hubiera ocupado tanto lugar. De ese modo el censor pregona lo que proscribe. También el orden del mundo es ambiguo.
Ello no impide que el censurado no pudiera continuar. Y sé de lo que hablo, querido amigo. Hubo un tiempo en que yo ignoraba cada minuto cómo haría para llegar al siguiente. Sí, en este mundo se puede hacer la guerra, imitar el amor, torturar al prójimo, exhibirse en los periódicos, o simplemente hablar mal del vecino haciendo calceta. Pero en ciertos casos, continuar, únicamente continuar, resulta sobrehumano. Y él no era sobrehumano, puede usted creerme. Pregonó su agonía y por eso le amo, amigo mío, porque murió sin saber.
Albert Camus,
viernes, 20 de septiembre de 2024
"Dostoievski me cambió. El idiota, los demonios, los hermanos Karamazov, el jugador. Me puso del revés como un guante. Entendí que podía respirar, podía ver horizontes invisibles. El odio hacia mi padre se desvaneció. Amaba a mi padre, pobre desgraciado sufriente y perseguido. También amaba a mi madre y a toda mi familia. Era hora de hacerse hombre, de dejar San Elmo y salir al mundo. Quería pensar y sentir como Dostoievski. Yo quería escribir".
jueves, 19 de septiembre de 2024
Observemos, contemplemos. Creo que nos da miedo detenernos, creo que nos da miedo pararnos, creo que nos da miedo mantenernos en atención flotante sin aparentemente nada que hacer, cuando, a veces, es el espacio de mayor fertilidad y creatividad para nosotros y para los demás. Pascal decía que la gran parte de los problemas de la humanidad vienen por la incapacidad del ser humano de estar sentado en una silla en una habitación, y mientras estás sentado, observa a tus hijos. Y, sobre todo, dejar de proyectar. Es decir, cuestionarnos en qué medida ese niño hace esa actividad deportiva porque nosotros queríamos ser un gran futbolista. ¿Estás teniendo en cuenta a ese ser humano único y excepcional, o estás haciendo que compense tus faltas? Entonces, si quieres liberarlos, cuestiónate. Hay que tener el coraje de cuestionarlo todo, tu religión, tu padre, tu madre, a ti mismo, porque cuestionar no implica matar, es cuestionar. Porque si no caemos en dogmas conscientes o inconscientes que lo que hacen es perpetuar el sufrimiento. La pregunta que tendríamos que hacernos muchas veces es: ¿Qué es lo que tengo que aceptar? Que mi hijo no es como yo, que quiere otras cosas. Pues qué bien, cuánto puedo aprender de ella o de él.
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Un día que Blachevelle atravesaba el arroyo de la calle Guérin - Boisseau, vio a una hermosa muchacha con medias blancas y muy estiradas que enseñaba las piernas. Este prólogo le agradó y Blachevelle amó. La que amó era Favourite. ¡Oh, Favourite, tienes unos labios jónicos! Había un pintor griego llamado Euforión al que habían puesto el sobrenombre de pintor de los labios. Solamente este griego hubiera sido digno de pintar tu boca. ¡Escucha! Antes que tú, no hubo criatura digna de este nombre. Estás hecha para recibir la manzana, como Venus, o para comerla, como Eva. La belleza empieza en ti. Acabo de hablar de Eva, eres tú quien la ha creado. Mereces la patente de invención de la mujer hermosa. ¡Oh!, Favourite, dejo de tutearos, porque paso de la poesía a la prosa. Hablabais de mi nombre hace poco. Esto me ha enternecido; pero seamos lo que seamos, desconfiemos de nuestros nombres. Pueden engañarnos. Yo me llamo Félix, y no soy feliz. Las palabras son engañosas. No aceptemos ciegamente las indicaciones que nos dan. Sería un error escribir a Lieja para tener tapones, y a Pau para tener guantes [146] . Miss Dahlia, en vuestro lugar yo me llamaría Rosa. Es preciso que la flor huela bien, y que la mujer tenga ingenio. No digo nada de Fantine, es una soñadora, una visionaria, una pensadora, una sensitiva; es un fantasma con cuerpo de ninfa y el pudor de una monja, que se extravía en la vida de modistilla, pero que se refugia en las ilusiones, y que canta, y que ruega, y que mira al cielo sin saber lo que ve ni lo que hace, y que, con la vista en la inmensidad, vaga por un jardín donde hay más pájaros que los que existir puedan. ¡Oh!, Fantine, oye bien esto: yo, Tholomyès, soy una ilusión; ¡pero no me oye!, la rubia hija de las quimeras. Por lo demás, todo en ella es frescor y suavidad, juventud, dulce claridad matinal. ¡Oh!, Fantine, muchacha digna de llamaros margarita o perla, sois una mujer del más bello Oriente. Señoras, un segundo consejo: no os caséis; el matrimonio es un injerto; coge bien o mal; huid de este riesgo. ¡Pero, bah!, ¿qué estoy diciendo? Mis palabras se pierden. Las mujeres, en cuanto a matrimonio, son incurables; y todo lo que podamos decir, nosotros los sabios, no impedirá en absoluto que las chalequeras y ribeteadoras sigan soñando en maridos ricos y llenos de diamantes. En fin, sea; pero, hermosas, recordad esto: coméis demasiado azúcar. ¡Oh!, sexo roedor, ¡tus lindos pequeños y blancos dientes adoran el azúcar! Ahora bien, escuchadme, el azúcar es una sal. Toda sal es secante. La más secante de todas las sales es el azúcar. Absorbe, a través de las venas, los líquidos de la sangre; de ahí la coagulación y luego la solidificación de la sangre; de ahí la tuberculosis en los pulmones; de ahí la muerte. Por esto es por lo que la diabetes confina con la tisis. Así pues, ¡no comáis azúcar y viviréis! Me vuelvo hacia los hombres. Señores, haced conquistas. Robaos los unos a los otros, sin remordimientos, vuestras bienamadas. Cambiad de pareja. En amor no existen los amigos. Dondequiera que haya una mujer bonita, están rotas las hostilidades. ¡Sin cuartel, guerra de exterminio! Una hermosa mujer es un casus belli ; una hermosa mujer es un flagrante delito. Todas las invasiones de la historia están determinadas por zagalejos. La mujer es el derecho del hombre. Rómulo raptó a las sabinas; Guillermo [147] raptó a las sajonas; César raptó a las romanas. El hombre que no es amado planea como un buitre sobre las amantes del prójimo; y en cuanto a mí, a todos esos infortunados que están viudos, lanzo la sublime proclama de Bonaparte al ejército de Italia: «Soldados, carecéis de todo. El enemigo lo tiene».
martes, 17 de septiembre de 2024
"Todos tenemos un enigma
lunes, 16 de septiembre de 2024
Una vez más me sentía impotente ante la complejidad de la mente humana y desesperado por la futilidad de los intentos de la psiquiatría por simplificar con el fin de producir manuales para tratar a los pacientes de forma colectiva y prefabricada. Aquí había dos pacientes que se habían sumergido en el océano de conocimiento de un hombre de gran espíritu y se habían beneficiado, cada uno a su manera, de una forma que ni yo ni ninguna otra mente podría haber previsto. Me pregunté qué tendría ese océano para mí que estaba acercándome a mi cumpleaños número ochenta y dos, lleno de vida, pasión y curiosidad, pero entristecido por la pérdida de tantas personas que conocí y amé; lamentando, a veces, la pérdida de mi propia juventud, distraído por el deterioro de mi andamiaje, por mis articulaciones chirriantes y mi vista y mi oído cada vez peores. Y siempre consciente del crepúsculo cada vez más profundo y la proximidad inevitable de la oscuridad final. Abrí las Meditaciones, busqué en la página, y encontré el mensaje pensado para mí: «Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, cuando está madura, cae bendiciendo a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo.»
Yalom
Séneca ofrece muchos consejos específicos para evitar la ira. Afirma que deberíamos combatir nuestra tendencia a creer lo peor de los demás , así como nuestra tendencia a establecer conclusiones respecto a sus motivaciones. Hemos de tener presente que el hecho de que las cosas no salgan como esperábamos no significa que alguien haya sido injusto con nosotros. En particular, afirma Séneca, hemos de recordar que, en algunos casos, la persona que nos enfada en realidad nos ha ayudado; en tales situaciones, lo que nos irrita es que no nos ayudó más. [5]
Si somos hipersensibles, nos irritaremos con facilidad. En líneas generales , dice Séneca, si nos concedemos todos los caprichos, si nos dejamos corromper por el placer, nada nos parecerá tolerable; las cosas nos parecerán intolerables no porque sean duras, sino porque nosotros somos blandos. Por lo tanto, Séneca recomienda estar vigilantes para asegurarnos de que no nos acomodamos demasiado (por supuesto , esta es solo una de las razones que dan los estoicos para renunciar a la comodidad; en el capítulo 7 hemos examinado otras). Si nos endurecemos así, afirma, será más difícil que un portazo o el grito de un criado nos perturben, y por lo tanto será menos probable que nos enfademos por estas cosas. No seremos tan abiertamente hipersensibles a lo que los demás hacen o dicen, y no percibiremos las «vulgares trivialidades» como una provocación, por ejemplo, que nos sirvan agua tibia o que el lecho esté poco mullido. [6]
Para evitar enfadarnos, dice Séneca, hemos de tener presente que las cosas que nos enfadan generalmente no nos causan daño alguno; son meros fastidios. Al permitir que situaciones ínfimas nos irriten, convertimos lo que sería una perturbación apenas perceptible en un estado de agitación que destruye nuestra serenidad . Además, como observa Séneca, «nuestra ira dura invariablemente más que el daño que nos han infligido». [7] Por lo tanto , qué ridículos somos cuando permitimos que cuestiones tan insignificantes perturben nuestro ánimo.
domingo, 15 de septiembre de 2024
Recientemente usted se definió como un ‘optimista compulsivo’, señor, ¿Es posible serlo entre guerras y pandemias?
La prueba es que yo lo soy. Lo inteligente es ser pesimista, pero como no soy inteligente, soy optimista. Y lo soy de manera visceral. ¿Qué es un pesimista? Es alguien que piensa como Ricardo Reis, el heterónimo de Fernando Pessoa, que dice: Quien nada espera, cuanto le depare el día, por poco que sea, será mucho. Eso es un pesimista. Y es un hombre que vive feliz porque no espera nada, por lo tanto, todo lo que el día le depara es bueno, es una maravilla, es un milagro.
Ambrose Bierce, el escritor norteamericano, definía en el ‘Diccionario del diablo’ la palabra ‘año’, así lo definía: ‘periodo de 365 decepciones’. Eso soy yo, un hombre que se levanta por la mañana pensando que las cosas irán bien y siempre la realidad le castiga.
Hablando en serio, yo creo que lo inteligente es lo que dijo (Antonio) Gramsci famosamente: el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Hay que trabajar para lo mejor siendo consciente de lo peor. Esa es la mejor manera de plantearse las cosas.
https://trome.com/actualidad/entrevista-javier-cercas-la-literatura-es-antes-que-nada-un-placer-como-el-sexo-literatura-historia-relato-noticia/
Hay también otro mundo en el que no querría vivir: el mundo en el que se demoniza el cuerpo y el pensamiento independiente y se rotula de pecado a cosas que pertenecen a lo mejor que podemos experimentar. Un mundo en el que se nos exige sentir amor por los tiranos, los torturadores y los asesinos alevosos, ya sea que las pisadas de sus botas resuenen con eco ensordecedor por las calles o que, con silencio felino, como sombras cobardes, se deslicen por las calles y ataquen a sus víctimas por la espalda, clavándoles el acero reluciente en el corazón. No hay nada más absurdo que exigirles a los hombres desde el púlpito que perdonen a tales seres, hasta que los amen. Aun si alguien pudiera en verdad hacerlo, sería una falta a la verdad sin igual, una autonegación despiadada, que sería recompensada con la deformidad más total. Ese mandamiento, ese mandamiento insensato, antinatural, de amar al enemigo fue pensado para quebrar a los hombres, para despojarlos de su valor y su confianza en sí mismos, para hacerlos débiles en las manos de los tiranos, para que no puedan encontrar la fuerza para levantarse contra ellos, por las armas si es necesario.
Pascal Mercier
sábado, 14 de septiembre de 2024
La literatura le concede un gran lugar al tema del “doble”, alguien idéntico a ti que poco a poco te expulsa de tu propia vida, se apropia de tu territorio, de tus amistades, de tu familia, de tu trabajo, hasta transformarte en un paria e incluso tratar de asesinarte... Te debo decir que en realidad eres el “doble” y no el original. La identidad que crees la tuya, tu ego, no es más que una copia pálida, una aproximación de tu ser esencial. Te identificas con ese doble tan irrisorio como ilusorio y de pronto aparece el auténtico. El amo del lugar vuelve a tomar el sitio que le corresponde. En ese momento tu Yo limitado se siente perseguido, en peligro de muerte, lo que es cierto. Porque el ser auténtico terminará por disolver al doble. Nada te pertenece. Tu única posibilidad de ser es que aparezca el otro, tu naturaleza profunda, y te elimine. Se trata de un sacrificio sagrado en el cual deberás entregarte por entero al amo, sin angustia... Puesto que vives preso en tus ideas locas, sentimientos confusos, deseos artificiales, necesidades inútiles, ¿por qué no adoptas puntos de vista totalmente distintos? Por ejemplo, mañana serás un inmortal. Como un inmortal te levantarás y te cepillarás los dientes, como un inmortal te vestirás y pensarás, como un inmortal recorrerás la ciudad... Durante una semana, veinticuatro horas al día, y para ningún cómplice espectador salvo tú mismo, serás el hombre que nunca morirá, actuando cual otra persona con tus amigos y conocidos, sin darles ninguna explicación. Lograrás ser un autor-actor-espectador, presentándote no en un teatro sino en la vida».
Jodorowsky
jueves, 12 de septiembre de 2024
"No puedes mover a tu cuerpo, porque está demasiado cargado de pasado.
miércoles, 11 de septiembre de 2024
La mayoría de la gente utiliza su riqueza para financiar un estilo de vida lujoso que le granjeará la admiración de los demás. Sin embargo, los estoicos argumentan que ese estilo de vida es contraproducente si nuestro objetivo no es vivir bien, sino tener una buena vida.
Consideremos, por ejemplo, las comidas extravagantes asociadas con la vida lujosa. ¿Acaso quienes comen así experimentan más placer que quienes mantienen dietas más austeras? Musonio no lo cree. Las personas con dietas extravagantes, afirma, se asemejan al hierro que, debido a su inferioridad, ha de ser constantemente afilado; más exactamente, estos individuos serán infelices con la comida a menos que haya sido «afilada» con vino puro, vinagre o vinagreta. [7]
Existe el peligro real de que, si nos exponemos a un estilo de vida lujoso, perdamos la capacidad de disfrutar de las cosas simples. Antes disfrutábamos del sabor de un plato de macarrones con queso acompañado de un vaso de leche, pero después de vivir en el lujo durante unos pocos meses descubrimos que los macarrones ya no satisfacen nuestro exigente paladar; los rechazamos en favor de los fetuccine Alfredo, acompañados de una marca específica de agua embotellada. Y poco después, y si nos lo podemos permitir, rechazaremos incluso esta comida en favor del risotto con gambas dulces de Maine y flores de calabaza recién cogidas, acompañado de esa botella de vino Riesling tan elogiada por los críticos, y precedido, evidentemente, por una buena ensalada de lechuga rizada cubierta por alcachofas braseadas, habas, queso Valençay, espárragos pequeños y tomates cherry confitados. [8]
Cuando la gente es difícil de complacer como resultado de la exposición a la vida lujosa, ocurre algo curioso. En lugar de lamentar la pérdida de su capacidad para disfrutar de las cosas sencillas, se enorgullecen de su recién adquirida capacidad para disfrutar solo de «lo mejor». Sin embargo, los estoicos compadecerían a estos individuos. Señalarían que al socavar su capacidad para disfrutar de cosas sencillas y fáciles de conseguir — un plato de macarrones con queso, por ejemplo — han perjudicado seriamente su capacidad para disfrutar de la vida. Los estoicos se esforzaban para no ser víctimas de este tipo de sibaritismo. De hecho, valoraban mucho su capacidad para disfrutar de la vida cotidiana — y su capacidad para encontrar fuentes de deleite cuando se vive en condiciones primitivas.
En parte, esa era la razón por la que Musonio defendía una dieta simple. Más exactamente, pensaba que era mejor tomar alimentos que necesitaran poca preparación, entre ellos frutas, verduras, leche y queso. Intentaba evitar la carne porque pensaba que era un alimento más apropiado para los animales salvajes. Recomendaba elegir los alimentos «no por placer, sino por su poder nutritivo, no para complacer al paladar, sino para fortalecer el organismo». Por último, Musonio nos aconseja seguir el consejo de Sócrates: en lugar de vivir para comer — en lugar de pasarnos la vida buscando el placer derivado de la comida — , deberíamos comer para vivir. [9]
¿Por qué Musonio debería privarse de lo que parecen placeres gastronómicos gastronómicos inofensivos? Porque no cree que sean inofensivos. Recuerda la observación de Zenón, según la cual deberíamos evitar aficionarnos a las exquisiteces, porque una vez que empezamos este camino será difícil parar. Otra cosa que hemos de tener en mente es que aunque pasen meses o incluso años entre nuestros encuentros con otras fuentes de placer, hemos de comer todos los días, y que cuanto más nos tiente un placer, más peligroso será que sucumbamos a él. Por esa razón, afirma Musonio, «el placer vinculado a la comida es sin duda el más difícil de combatir de todos los placeres».
William Irvine