lunes, 16 de septiembre de 2024

 Séneca ofrece muchos consejos específicos para evitar la ira. Afirma que deberíamos combatir nuestra tendencia a creer lo peor de los demás , así como nuestra tendencia a establecer conclusiones respecto a sus motivaciones. Hemos de tener presente que el hecho de que las cosas no salgan como esperábamos no significa que alguien haya sido injusto con nosotros. En particular, afirma Séneca, hemos de recordar que, en algunos casos, la persona que nos enfada en realidad nos ha ayudado; en tales situaciones, lo que nos irrita es que no nos ayudó más. [5]

 Si somos hipersensibles, nos irritaremos con facilidad. En líneas generales , dice Séneca, si nos concedemos todos los caprichos, si nos dejamos corromper por el placer, nada nos parecerá tolerable; las cosas nos parecerán intolerables no porque sean duras, sino porque nosotros somos blandos. Por lo tanto, Séneca recomienda estar vigilantes para asegurarnos de que no nos acomodamos demasiado (por supuesto , esta es solo una de las razones que dan los estoicos para renunciar a la comodidad; en el capítulo 7 hemos examinado otras). Si nos endurecemos así, afirma, será más difícil que un portazo o el grito de un criado nos perturben, y por lo tanto será menos probable que nos enfademos por estas cosas. No seremos tan abiertamente hipersensibles a lo que los demás hacen o dicen, y no percibiremos las «vulgares trivialidades» como una provocación, por ejemplo, que nos sirvan agua tibia o que el lecho esté poco mullido. [6]

 Para evitar enfadarnos, dice Séneca, hemos de tener presente que las cosas que nos enfadan generalmente no nos causan daño alguno; son meros fastidios. Al permitir que situaciones ínfimas nos irriten, convertimos lo que sería una perturbación apenas perceptible en un estado de agitación que destruye nuestra serenidad . Además, como observa Séneca, «nuestra ira dura invariablemente más que el daño que nos han infligido». [7] Por lo tanto , qué ridículos somos cuando permitimos que cuestiones tan insignificantes perturben nuestro ánimo.

William Irvine

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