Observemos, contemplemos. Creo que nos da miedo detenernos, creo que nos da miedo pararnos, creo que nos da miedo mantenernos en atención flotante sin aparentemente nada que hacer, cuando, a veces, es el espacio de mayor fertilidad y creatividad para nosotros y para los demás. Pascal decía que la gran parte de los problemas de la humanidad vienen por la incapacidad del ser humano de estar sentado en una silla en una habitación, y mientras estás sentado, observa a tus hijos. Y, sobre todo, dejar de proyectar. Es decir, cuestionarnos en qué medida ese niño hace esa actividad deportiva porque nosotros queríamos ser un gran futbolista. ¿Estás teniendo en cuenta a ese ser humano único y excepcional, o estás haciendo que compense tus faltas? Entonces, si quieres liberarlos, cuestiónate. Hay que tener el coraje de cuestionarlo todo, tu religión, tu padre, tu madre, a ti mismo, porque cuestionar no implica matar, es cuestionar. Porque si no caemos en dogmas conscientes o inconscientes que lo que hacen es perpetuar el sufrimiento. La pregunta que tendríamos que hacernos muchas veces es: ¿Qué es lo que tengo que aceptar? Que mi hijo no es como yo, que quiere otras cosas. Pues qué bien, cuánto puedo aprender de ella o de él.
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