viernes, 30 de abril de 2021

 LAS 7 REGLAS DEL ALQUIMISTA PARACELSO (1493-1541)


1.- Lo primero es mejorar la salud.– Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento.

2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por mas motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas, murmuradoras, chismosas o vanidosas. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.

3.- Haz todo el bien posible.Pero, debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.

4.- Hay que olvidar toda ofensa, mas aun: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio.

5.- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias.

6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.

7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el DESASTRE.

Teofrasto Paracelso, fue un alquimista, médico y astrólogo suizo.


 

Hace 30 años, el 21 de febrero, Sándor Márai se suicidó en San Diego de un disparo. Estaba a punto de cumplir 89 años. Salió de su país en 1948 y jamás volvió. Quizá si hubiese vivido unos meses más hubiera recogido los reconocimientos que en vida no pudo recibir. Porque en septiembre de ese mismo año la Academia Húngara de Ciencias, que lo había expulsado por motivos políticos, lo aceptó de nuevo y en noviembre se celebró en Budapest un simposio sobre él y su obra. Después los reconocimientos han seguido dentro y fuera de Hungría (Ernö Zeltner, Sándor Márai, Universidad de Valencia, 2005).

En febrero de 1985 da cuenta que su hermano menor, Gábor, murió. Pero su quiebre anímico se produce con la enfermedad, agonía y muerte de su esposa: Ilona Matzner, Lola, con quien vivió más de 60 años. Ella se rompe el brazo izquierdo, luego tiene que ser apoyada por enfermeras en su propia casa, aparecen los síntomas de senilidad, y es internada en el hospital. Quiere que la muerte los alcance antes de que él quede definitivamente ciego y ya ni siquiera siente nostalgia, “ya no queda esperanza alguna”. “Irnos juntos, sin dolor, es mi última ilusión”.

Se mantiene firme por sentido de responsabilidad. En el hospital donde acompaña a su mujer, piensa que “si no creyera que ella me necesita (o me hiciera ilusiones de ello) tomaría una decisión drástica respecto a mí mismo. Pero no tengo derecho a escapar”. Ella ya casi no está consciente, no ve ni oye, parece que no sufre. “Tal vez haya sido un error esperar tanto; habríamos tenido que irnos antes, a la vez”.

“Se ha acabado la vida que no me ha dado otra cosa que una vejez grotesca y una muerte absurda”. “Mi estado general es desastroso; debilidad, agotamiento, desgana. Sin embargo, sigo aferrado a la vida”. “La muerte no constituye un problema. El hecho de morir, sí”.

https://www.nexos.com.mx/?p=43030

  "Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta."

Aristóteles



 Hay personas que están en un estado depresivo y no quieren salir de dicha situación aunque parezca que sí. A nivel inconsciente sabotean todos sus deseos conscientes de recuperación. En las profundidades de su mente existe el convencimiento de que «yo soy así y nada se puede hacer para que cambie».

    ¿Cómo es posible que el ser humano, que se sabe tan inteligente, pueda caer en semejante trampa?
    Sencillamente, y como ya hemos visto, porque la crea sin darse cuenta de que la está creando.
    En algunos sitios de Asia, para capturar ciertas variedades de monos, utilizan una trampa muy curiosa y que me trae algunas asociaciones con lo que estamos hablando. Es una caja de madera atada a un árbol. La caja tiene un orificio circular que permite que la mano estirada del mono pueda penetrar en el interior de la caja. Dentro de la caja se pone un alimento que el mono percibe como exquisito y entonces lo único que hay que hacer es esperar. Al cabo de un tiempo aparece un mono que empieza primero a explorar el lugar, para luego poco a poco introducir su mano por el orificio y agarrar el manjar que está dentro de la caja. Con el puño cerrado para que no se le escape su festín, intenta sacar la mano del orificio, pero ahora al estar cerrada y con la comida agarrada, no puede sacarla. En ese momento salen de su escondite los cazadores y con facilidad pasmosa atrapan al mono.
    Nosotros somos un poco parecidos al mono: construimos una identidad, una personalidad, una descripción de nosotros mismos y nos aferramos a ella, no queremos soltarla, y cuando la vida nos dice que si queremos mantener nuestra libertad real hemos de soltar esa identidad, cambiar, transformarnos, no lo hacemos.
    Hay una razón profunda para no soltar la identidad, la personalidad, y es fácil de entender al menos intelectualmente. Cuando uno se ha identificado completamente con una imagen, si esa imagen desaparece, entonces la sensación que tenemos es que nos morimos, que desaparecemos. Por eso, no es que las personas no podamos cambiar, es que por dentro nos resistimos tremendamente al cambio sin darnos cuenta de ello. Es algo así como un gusano que se resistiera a verse convertido en mariposa. Yo me imagino que en el momento en el que el gusano entra en ese espacio oscuro e informe que es el capullo para dejar que las enzimas proteolíticas le liberen de su identidad de gusano, sólo la confianza en que la naturaleza tiene una inteligencia superior puede hacer que se mantenga dentro del capullo y comience su fase de crisálida. Cuando se abre el capullo, el ser que sale de ahí ya no es un gusano, sino una mariposa. Ha habido no ya un cambio, sino una verdadera transformación. Desde la identidad de gusano, aunque él no lo supiera, volar era una posibilidad. Sin embargo, sólo su transformación en mariposa ha hecho que esa posibilidad se despliegue en una extraordinaria realidad. Lo mismo ocurre con una bellota, la cual encierra en su interior la posibilidad de una encina. Sin embargo, hasta que no desaparezca la bellota, no podrá aparecer la encina.

 


La primera pregunta que le hemos hecho se refiere a su concepción de la literatura, y a la posible evolución de dicha concepción, desde que publicara su famoso ensayo, ¿Qué es la literatura?

J.-P.S. –Siempre he pensado que si la literatura no lo era todo, no era nada. Y cuando digo todo, entiendo que la literatura debía darnos no sólo una representación total del mundo –como pienso que Kafka la ha dado de su mundo– sino también que debía de ser un estímulo de la acción, al menos por sus aspectos críticos. Por tanto, el compromiso, del que tanto se ha hablado, no constituye de ninguna manera, para mí, una especie de rechazo, o de disminución, de los poderes propios de la literatura. Al contrario, los aumenta al máximo. Es decir, pienso que la literatura debería serlo todo. Eso es lo que pensaba en la época de ¿Qué es la literatura? Y sigo pensando lo mismo, es decir, que me parece imposible escribir si el que lo hace no rinde cuentas de su mundo interior y de la manera en que el mundo objetivo se le aparece. Digo: mundo –es una expresión de Heidegger– porque, para mí, estamos en el mundo, o sea: todo lo que hacemos tiene por horizonte el mundo en su totalidad. Por consiguiente, la literatura puede tener, totalmente, constantemente, por horizonte el mundo en su totalidad, y al mismo tiempo, [79] nuestra situación particular dentro del mundo. Pero hoy, ello es evidente, he cambiado un poco en cuanto a los poderes de la literatura. Es decir, pienso que debernos contentarnos con dar esa imagen del mundo a las gentes de esta época, para que puedan reconocerse en ella y que, luego, hagan con ella lo que puedan. Tienen que reconocerse en esa imagen, comprender que están en el mundo, hay que desvelarles su horizonte. Pero, a partir de ahí, si hemos conseguido eso, no podemos hacer más. Pienso, por ejemplo, en un libro como Los hijos de Sánchez, un libro del cual se ha dicho que podría sustituir a la literatura. Su autor es un sociólogo, que ha vivido con una familia muy pobre de México, y que ha interrogado a todo el mundo, en esa familia, durante años, con un magnetófono, naturalmente, y que luego se ha limitado a hacer una selección, sin añadir nada. Y los diferentes relatos, los diferentes discursos de esas gentes interfieren unos en otros, se completan. Allí puede encontrarse todo: datos sociológicos, el problema de las clases sociales, el problema de la miseria, y también la psicología, el tema de la técnica. En fin, es un libro riguroso, sociológico. El autor no ha intervenido, salvo para hacer la selección, para evitar las repeticiones. Pues bien ¿qué le falta a ese libro, para que sea literatura? Le falta horizonte. Esas gentes no son capaces, porque hablan como nosotros cuando no somos escritores, de desarrollar todos los horizontes que les rodean. Por eso pienso, a pesar del enorme interés intrínseco de Los hijos de Sánchez, que libros semejantes nunca podrán sustituir a la literatura. En esa encuesta, esas gentes son como son, pero la literatura es algo más...

http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri03078.htm



 «Nunca te vayas a dormir sin una petición para el subconsciente». 

 


"Me queda la sensación de que algo me falta, no sé bien si seas tú o más alcohol. Así que, por si no vuelves, iré a conseguir cerveza; y si vienes, por favor trae cerveza. Lo sé, yo también odio ese vicio, y en ocasiones, a la cerveza también". 





 Le bonheur n' est pas chose aisée: il est tres difficile de le trouver en nous, et impossible de le trouver  ailleúrs


 


El 4 de enero de 2010 moría, a los noventa y tres años de edad, el ingeniero japonés Tsutomu Yamaguchi. Un cáncer de estómago consiguió lo que sesenta y cinco años antes no habían logrado las dos bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki: llevárselo al otro mundo. Y no es retórica, es literal. Yamaguchi es la única persona reconocida por el gobierno japonés que logró sobrevivir a explosiones de las dos bombas atómicas lanzadas por EE. UU. durante la segunda guerra mundial. Algo que, cuando uno entra en detalles, se le antoja como un fallo del software de la existencia, vamos, que es imposible.

    Y es que, el 6 de agosto de 1945, cuando el Enola Gay dejó caer su carga letal sobre la ciudad de Hiroshima, el malogrado Yamaguchi caminaba tan sólo a dos kilómetros del punto cero, la zona terrestre situada en la vertical de la explosión de la bomba bautizada como Little Boy . Por si no lo sabes, la radiación ionizante de una bomba de un megatón (como las lanzadas en Japón) mataría a todo ser vivo que estuviera situado en un radio de quince kilómetros a la redonda. De hecho, en Hiroshima la temperatura del aire al explotar el artefacto alcanzó varios millones de grados centígrados. Varias millonésimas de segundo después, apareció una bola de fuego que irradiaba calor blanco. Una diezmilésima de segundo más tarde, la bola de fuego se expandió hasta alcanzar un diámetro de veintiocho metros, con una temperatura cercana a los trescientos mil grados centígrados. En otras palabras: es IMPOSIBLE sobrevivir estando sólo a dos kilómetros de una explosión nuclear… Y sin embargo, Yamaguchi —como Indiana Jones tras la calavera de cristal— abrió los ojos y vio alzarse ante sí el hongo y una luz prismática y cambiante, como en un caleidoscopio.
    Fue ingresado con tan sólo quemaduras en la cara y en los brazos, y dos días más tarde estaba de regreso en casa, en Nagasaki, para ver a su hija recién nacida.
    Al día siguiente, el 9 de agosto, estaba explicando a sus colegas de las canteras navales de Mitsubishi lo que había sucedido en Hiroshima, cuando otro B-29 , el Bock’s Car , lanzó la segunda bomba atómica, sobre Nagasaki. Esta vez, nuestro hombre se encontraba a tres kilómetros del punto sobre el que explotó la Fat Man .
    De nuevo volvió a sobrevivir a miles de grados centígrados, a la onda expansiva, a la radiación, y se convirtió en lo que los japoneses denominan «doble hibakusha»; héroes, inmortales, endemoniados. Una hazaña, a todas luces, imposible de explicar científicamente. En una explosión nuclear muere todo ser vivo en un radio de quince kilómetros. De hecho, todos los edificios dentro de esa área quedaron completamente destruidos. Ciento cuarenta mil personas murieron en Hiroshima y otras setenta mil en Nagasaki. ¿Cómo es posible que Yamaguchi burlara a la muerte en ambas ocasiones? Científicamente —insisto— es inexplicable. Es, por así decirlo, un fallo del programa, como si Yamaguchi fuera un bug y cada vez que se dieran las mismas variables saltara el error.
    La «sincronía», además, facilitó que este ciudadano japonés dedicara el resto de su vida a luchar contra el armamento nuclear con el ejemplo de su peripecia y su doble exposición a la radiación. De hecho, en más de una ocasión se refirió a su experiencia como un «destino» y un «camino sembrado por Dios» para transmitir lo que pasó.
    ¿Pueden ser estas «coincidencias» una especie de bug ? ¿Coexisten en universos paralelos el Yamaguchi que sobrevive y el que muere?

 El día de HOY nunca volverá. Sé una bendición . Sé un amigo. Anima a alguien. Tómate tu tiempo para ayudar. Deja que tus palabras sean SANADORAS y no hirientes.



 En 1974 asistí a un seminario en la Universidad de Dayton, donde W. Clemente Stone habló sobre el tema de tener un sentimiento de urgencia. Stone era un magnate de los negocios que había amasado su fortuna en los seguros. Su sesión se titulaba: “Hágalo ahora”, y una de las cosas que nos dijo fue esta: “Antes de levantarse de la cama cada día, diga ‘hazlo ahora’ cincuenta veces. Al final del día, antes de acostarse, lo último que debería hacer es decir cincuenta veces ‘hazlo ahora’ ”. Calculo que habría unas ocho mil personas en el auditorio ese día, pero sentí como si me estuviera hablando personalmente a mí. Me fui a casa, y durante los siguientes seis meses seguí su consejo. Lo primero que hacía cada mañana antes de levantarme y lo último que hacía antes de dormir era repetir las palabras “hazlo ahora”. Me dio un tremendo sentimiento de urgencia. El mayor peligro al que se enfrenta en este momento es pensar que hará que el crecimiento personal sea una prioridad en su vida después. ¡No caiga en esa trampa! Recientemente leí un artículo de Jennifer Reed en SUCCESS [Éxito]. Ella escribió: ¿Puede existir una palabra más insidiosa? Después, como cuando decimos “Después lo haré”, o “Después tendré tiempo de escribir ese libro que ha estado en mi mente los últimos cinco años”. O: “Sé que tengo que organizar mi economía… pero lo haré después”. “Después” es uno de esos matadores de sueños, uno de los innumerables obstáculos que ponemos para desviar nuestras oportunidades de éxito. La dieta que comienza “mañana”, la búsqueda de trabajo que ocurre “con el tiempo”, la persecución del sueño de la vida que comienza “algún día” se junta con otros obstáculos autoimpuestos y nos ponen en modo de piloto automático. ¿Por qué nos hacemos esto? ¿Por qué no pasamos a la acción ahora? Seamos sinceros: lo conocido es fácil; el camino desconocido está lleno de incertidumbres



 Siempre quise saber lo que había detrás de la famosa frase de Facundo Cabral "No soy de aquí ni soy de allá...", y cuando lo supe, amé esta historia que ahora les cuento y que tanto tiene qué ver con un sentimiento tan noble como el amor: El perdón.


El padre de Facundo Cabral se fue de casa antes de que este naciera. Luego Sara, la madre de Cabral, fue echada junto a sus pequeños hijos, y Facundo no tuvo un techo donde nacer, de ahí lo de “No soy de aquí ni soy de allá”. Nació en una de las calles de La Plata, como presagio de lo que más adelante la vida le depararía: sinsabores, lucha y mucho aprendizaje, como preparando al gran apóstol musical para un camino que ni su absurda muerte detendría.

Una noche, tras terminar un concierto, Facundo con 46 años encima, se llevó una gran sorpresa, en el pasillo lo esperaba su padre. “Lo reconocí porque era igual a la foto que mi madre siempre había guardado, pero con el pelo cano. Lo reconocí en el acto porque siempre vi esa foto”, contaba Cabral. “Mi padre era muy apuesto. Todo lo contrario a mí, era muy elegante. Estaba allí y me quedé congelado”.

Este era el primer encuentro con su padre, ¿se imaginan la tormenta de emociones, pensamientos y nervios que azotaban dentro de aquel hombre que paseaba su música por el mundo pregonando la paz, el perdón y el amor? ¿Qué hacer? Un día Cabral dijo sobre su padre: “Mi padre agotó el odio que había acumulado en mí, lo odié profundamente, había dejado sola a mi madre con siete hijos. Murieron cuatro de hambre y frío. Tres sobrevivimos de milagro”. Y ahora estaba frente a él, con todo el derecho de decirle lo que su corazón guardaba. En ese momento, el recuerdo de las palabras de su madre retumbaron en su cabeza:

“Vos que caminás tanto, algún día te vas a encontrar con tu padre. ¡No cometas el error de juzgarlo! Recuerda el mandamiento: honrarás al padre y a la madre. Segundo, ese hombre que vas a tener enfrente es el hombre que más amó, más ama y más ha amado tu madre. Tercero, lo que corresponde es que le des un abrazo y las gracias porque por él estás gozando las maravillas de Dios en el mundo.”

El desenlace de este encuentro lo cuenta el mismo Facundo: “Por eso cuando vi a mi padre nos acercamos, nos abrazamos y fuimos grandes amigos hasta el final de sus días. Aquella vez me liberé, dije: ‘Mi Dios, qué maravilloso es vivir sin odio’. Me costó años perdonar y pude hacerlo en un segundo. Y me sentí tan bien”.

Facundo Cabral.

Alas y Raíces 
Zhineng Qi Gong 
(Chinen Chi kun)

 


 Gerardo fue a consultarme por problemas personales diversos, que incluían un profundo sentimiento de culpa por haber abandonado a su mujer y a su hijo al cabo de sólo algunos años de matrimonio, cuando el niño tenía dos años. Eso había sucedido quince años atrás, y aunque se había divorciado y vuelto a casar, Gerardo se sentía profundamente perturbado por el daño que había hecho, sobre todo a su hijo. "¿Cómo puedo perdonarme a mí mismo?", me preguntaba. "¿Cómo puedo rectificar lo que hice?" Lo conduje a través del proceso que acabo de describir, y él imaginó que aconsejaba a un amigo que había hecho lo mismo que él, y empezó a revivir el terror que había sentido años atrás, la sensación de estar abrumado por responsabilidades que estaban más allá de su capacidad, el saber que no amaba a su esposa y que se había dejado influir por las presiones de ella para casarse, urgido por una exagerada necesidad de que lo consideraran "un buen muchacho", etcétera. No renunciaba a la convicción de que en aquel momento podría haberse comportado de manera más honrada y responsable, pero comenzó a entrar en la conciencia de su yo más joven y a apreciar, al menos, que no había sido empujado por la crueldad ni por un capricho, y que en su universo de entonces, tal como él lo había percibido, no tenía las opciones que ahora le resultaban evidentes. Decidió buscar a su hijo y a su primera esposa; reconocer su error y comprender el dolor que les había causado; aceptar el derecho de ellos a haber acumulado cierta ira contra él; y descubrir si había algo que él pudiera hacer ahora para ayudarlos. Se perdonó a sí mismo y reconoció que ellos tenían derecho a no perdonarlo, si así lo preferían. Pudo ver el dolor de ellos con una claridad y una compasión que no le eran posibles mientras estaba ocupado en reprocharse su conducta; y, al verlo, pudo avanzar en la dirección correcta. Su ex esposa no se había vuelto a casar y él no pudo atravesar su muro de amargura; pero con su hijo pudo establecer una relación completamente satisfactoria para ambos, después de un largo y difícil período de sospechas, lágrimas y manifestaciones de ira por parte del hijo.  "La culpa y la compasión no se llevan bien", me confesó Gerardo. "Mientras pensaba en lo malo que era, otra parte de mi siempre se sentía a la defensiva, y se autoprotegía. Cuando me deshice de eso, por primera vez pude ver las cosas desde el punto de vista de ellos, en términos realistas. Ahora, sea lo que fuere lo que pueda hacer por ellos, estoy dispuesto a hacerlo, y eso me hace feliz. Y acepto que hay cosas que no puedo hacer, y me siento en paz."

jueves, 29 de abril de 2021



En 1995, al artista se le diagnosticó la enfermedad del Alzheimer. Los signos de su enfermedad son evidentes en el trabajo de las Piezas de conversación. Sin embargo, el brote más fuerte de Alzheimer que recibió William es aún más perceptible en sus últimos trabajos realizados entre 1995 y el año 2000. En este periodo se muestra con claridad la evolución y el paso de los años a través de una serie de autorretratos. El miedo, la ira y la resignación se expresan mientras el artista lucha para preservar su conciencia artística contra el progreso gradual de la demencia. Mientras tanto, Patricia Redmond es el ancla emocional más fuerte de William. Intenta en todo momento hablarle ya que el artista está perdiendo gradualmente su capacidad de comunicación verbal. El artista ingresó en el hospital nacional de neurología y neurocirugía en Queen Square. William Utermohlen hizo sus últimos dibujos a lápiz desde el 2000 hasta el 2002. Fue atendido por su esposa, amigos y cuidadores en el hogar hasta que su deterioro hizo necesaria su admisión a la residencia de ancianos Princess Louise en 2004. Finalmente, falleció en el hospital de Hammersmith en Londres el 21 de marzo de 2007.

https://historia-arte.com/artistas/william-utermohlen

 


«Aunque no vemos poder alguno en un vaso de agua, cuando se convierte en vapor, es capaz de mover los pistones de máquinas muy poderosas.»




 Aquel que desee convertirse en maestro del hombre, debe empezar por enseñarse así mismo antes de enseñar a los demás; y debe enseñar primero con el ejemplo antes de que lo haga verbalmente. Pues aquel que se enseña a sí mismo y rectifica sus propios procedimientos, merece más respeto y estimación que el que enseña y corrige a otros, eximiéndose a él mismo. 



 


[Carta de Cesare Pavese a Constante Dowling antes de su suicidio].


Turín, 17 de abril de 1950

No tengo más aliento para escribir poesía. Las poesías llegaron contigo y se fueron contigo. He escrito esta hace algunas tardes, durante largas horas mientras esperaba, vacilante, poder llamarte. Perdóname la tristeza, pero también contigo estaba triste. Observa que he comenzado con una poesía en inglés y la termino con otra cosa. En eso cabe toda la apertura que he experimentado en estos meses: el horror y la maravilla. Queridísima, no tomes a mal que siempre esté hablando de sentimientos que tú no puedes compartir. Por lo menos puedes comprenderlo. Quiero que sepas que te agradezco con toda el alma. Los pocos días de maravilla que he arrancado de tu vida eran casi demasiado para mí; bueno, ya pasaron, ahora comienza el horror, el horror desnudo y estoy preparado para afrontarlo. La puerta de la prisión ha vuelto a cerrarse con estrépito. Queridísima, no volverás nunca a mí, inclusive si regresas a Italia. Ambos tenemos determinadas cosas que hacer en la vida que tornan improbable que podamos encontrarnos de nuevo, excepto si nos casáramos, cosa que he anhelado desesperadamente. Pero la felicidad es algo que se llama Joe, Harry o Johnny; no Cesare. ¿Me creerás si te digo -ahora que no puedes tener sospechas de que estoy recitando para coaccionarte de alguna manera- que esta noche he llorado como una criatura pensando en mi suerte -y en la tuya- pobre mujer, fuerte, hábil, desesperada en la lucha por la vida? Si he dicho o hecho alguna vez cosas que no podías aprobarme, perdóname. Yo te perdono todo este dolor que me carcome el corazón, sí, te aseguro, le doy la bienvenida. Este dolor eres tú, la verdadera maravilla y el verdadero horror de ti. Rostro de primavera, adiós. Te deseo éxito en tus días y un matrimonio feliz, sí. Rostro de primavera, he amado todo de ti, no sólo tu belleza, lo cual sería demasiado fácil, sino tu fealdad, tus momentos desagradables, tu tache noir, tu rostro hermético. No te olvides de eso.

Cesare

¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé nunca me tomaron en serio, y que ignoro la mirada de reconocimiento que una mujer dirige a un hombre? ¿Y recordarte que, por culpa del trabajo que he hecho, siempre he tenido los nervios en tensión y la fantasía dispuesta y precisa, y el gusto por las confidencias ajenas? ¿Y que estoy en el mundo hace cuarenta y dos años? No se puede quemar la vela por los dos cabos –en mi caso la he quemado toda por un solo lado y las cenizas son los libros que he escrito.



 "La felicidad para mí consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertar sin angustia”. 

Françoise Sagan

 Vivimos sin prestar ninguna atención a lo que ocurre a nuestro alrededor. Sí, hemos llegado a ser muy eficientes en lo referente a hacer cosas. Lo que hacemos, lo hacemos ya tan eficientemente que no necesitamos ninguna conciencia para hacerlo. Se ha convertido en algo mecánico, automático. Funcionamos como robots. Todavía no somos hombres, somos máquinas. Eso era lo que George Gurdjieff decía una y otra vez, que el hombre, tal como existe, es una máquina. Ofendió a mucha gente, porque a nadie le gusta que le llamen máquina. A las máquinas les gusta que las llamen dioses; entonces se sienten muy felices, se hinchan de satisfacción. Gurdjieff decía que las personas eran máquinas y tenía razón. Si te contemplas a ti mismo" verás lo mecánico que es tu comportamiento. El psicólogo ruso Pavlov y el psicólogo norteamericano Skinner aciertan en un 99,9 por ciento cuando dicen que el hombre es una maravillosa máquina y nada más. No hay alma en él. He dicho que aciertan en un 99,9 por ciento; solo fallan por un pequeñísimo margen. En ese pequeño margen están los budas, los despiertos. Pero se les puede perdonar porque Pavlov nunca se encontró con un buda; sólo se encontró con millones de personas como tú. Skinner ha estudiado a los hombres y a las ratas y no ha encontrado diferencia. Las ratas son seres más simples, eso es todo; el hombre es un poco más complicado. El hombre es una máquina sumamente sofisticada, las ratas son máquinas simples. Es más fácil, estudiar a las ratas; por eso los psicólogos siguen estudiando a las ratas. Estudian a las ratas y llegan a conclusiones acerca de los hombres... y sus conclusiones son casi correctas. Digo «casi», fijaos bien, porque esa décima del uno por ciento es el fenómeno más importante que ha sucedido. Un Buda, un Jesús, un Mahoma... esas pocas personas despiertas son los auténticos hombres. Pero ¿dónde puede B. F. Skinner encontrar un buda? Desde luego, no en Estados Unidos. He oído contar que un hombre le preguntó a un rabino: -¿Por qué Jesús no decidió nacer en Estados Unidos y en el siglo xx? El rabino se encogió de hombros y respondió: -¿En Estados Unidos? Habría sido imposible. En primer lugar, ¿dónde ibas a encontrar una virgen? Y en segundo lugar, ¿dónde ibas a encontrar tres sabios?

  


En cualquier sociedad existe un consenso ciertamente misterioso, que cambia a lo largo de décadas y para el que no es pretencioso utilizar la palabra prestada del alemán Zeitgeist (el espíritu de los tiempos). He dicho que el sufragio femenino es ahora universal en todas las democracias del mundo, aunque su reforma es, de hecho, sorprendentemente reciente. Aquí hay algunas fechas en las que se permitió votar a las mujeres: Nueva Zelanda (1893), Australia (1902), Finlandia (1906), Noruega (1913), Estados Unidos (1920), Inglaterra (1928), Francia (1945), Bélgica (1946), Suiza (1971), Kuwait (2006).

    Esta extensión de fechas por el siglo XX es un indicador del cambiante Zeitgeist . Otro indicador es nuestra actitud frente a la raza. En la primera parte del siglo XX , casi todo el mundo en Inglaterra (y también en otros muchos países) sería juzgado por racista con los estándares de hoy día. La mayoría de las personas blancas creían que las personas negras (categoría en la que hubieran mezclado a los africanos junto con los muy diversos grupos no relacionados de la India, Australia y Melanesia) eran inferiores a los blancos en casi todos los aspectos, excepto —condescendientemente— en el sentido del ritmo. El equivalente de los años veinte de James Bond fue ese divertido y apuesto héroe de la niñez, Bulldog Drummond. En una novela, La Banda Negra, Drummond se refiere a «judíos, extranjeros y otras gentes sin lavar». En la escena culminante de La mujer de la especie, Drummond se disfraza inteligentemente de Pedro, sirviente negro del archivillano. En su dramática revelación de que «Pedro» es realmente el propio Drummond, podría haber dicho: «Tú piensas que soy Pedro. Deberías haber comprendido que yo soy tu archienemigo Drummond, pintado de negro». En vez de eso, eligió estas palabras: «No todas las barbas son postizas, aunque todos los negros huelen. Esta barba no es postiza, querido, y este negro no huele. Por lo que estoy pensando que en algún sitio hay algo que no cuadra». Yo lo leí en los años cincuenta, tres décadas después de que fuera escrito, y era posible para un niño percibir el drama y no percibir el racismo. En nuestros días hubiera sido inconcebible.
    Thomas Henry Huxley, según los estándares de su tiempo, fue un ilustrado y un progresista liberal. Pero sus tiempos no son los nuestros y en 1871 escribió lo siguiente:
     
    Ningún hombre racional, conocedor de los hechos, cree que el negro medio sea igual, y menos aún superior, al hombre blanco. Y si esto es cierto, simplemente es increíble que cuando se hayan eliminado todas las incapacidades y nuestro prognático familiar juegue en un terreno justo y sin favores, y no tenga opresor alguno, sea capaz de competir con éxito con su rival de mayor cerebro y menor mandíbula, en una contienda que deberá llevarse a cabo mediante los pensamientos y no mediante mordiscos. Los lugares más altos de la jerarquía de la civilización no estarán, seguramente, al alcance de nuestros oscurecidos primos (104) .
     
    Es algo común que los buenos historiadores no juzguen las frases de tiempos pasados con los estándares de los suyos propios. Abraham Lincoln, como Huxley, estaba adelantado a su tiempo, aunque sus puntos de vista en materia racial también suenan trasnochadamente racistas en los nuestros. Aquí le vemos en un debate, en 1858, con Stephen A. Douglas:
     
    Diré, entonces, que no estoy y nunca he estado a favor de ninguna forma de igualdad social y política entre las razas blanca y negra; que no estoy y nunca he estado a favor de votantes o jueces negros ni de cualificarlos para que ocupen cargos ni para que contraigan matrimonio con personas blancas; y diré, en adición a esto, que hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que creo prohibirá para siempre que esas dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política. Y hasta donde no pueden vivir de esa forma, mientras permanezcan juntos, debe existir la posición de superior e inferior, y como cualquier otro hombre estoy a favor de la posición superior asignada a la raza blanca (105) .
     
    Si Huxley y Lincoln hubieran nacido y hubieran sido educados en nuestro tiempo, habrían sido los primeros en morirse de vergüenza frente al resto de nosotros por sus propios sentimientos victorianos y por su tono empalagoso. Los cito solo para ilustrar cómo se mueve el Zeitgeist . Si hasta Huxley, una de las grandes mentes liberales, e incluso Lincoln, que liberó a los esclavos, podían decir tales cosas, pensemos simplemente en lo que la media de los victorianos debían pensar. Volviendo al siglo XVIII , es bien sabido, por supuesto, que Washington, Jefferson y otros hombres de la Ilustración tenían esclavos. El Zeitgeist se mueve tan inexorablemente que algunas veces se da por supuesto y se olvida que el cambio es un fenómeno real por derecho propio.
    Hay otros muchos ejemplos. Cuando los navegantes tomaron tierra por primera vez en Mauricio y vieron a los dulces dodos, no se les ocurrió hacer otra cosa que matarlos a palos. Ni siquiera querían comérselos (estaban descritos como incomestibles). Probablemente, golpear en la cabeza a esos pájaros indefensos, mansos y sin capacidad de volar, simplemente era algo que hacer. Hoy día tal comportamiento sería impensable, y la extinción de un equivalente moderno del dodo, incluso por accidente, a causa de una matanza humana deliberada, se consideraría una tragedia.
    Una tragedia similar, según los estándares del clima cultural actual, fue la extinción más reciente del Thylacinus, el demonio de Tasmania. Esas criaturas hoy día icónicamente lloradas han tenido precio por sus cabezas hasta tan recientemente como 1909. En las novelas victorianas sobre África, «elefante», «león» y «antílope» (nótese el revelador singular) son «juegos», y lo que hay que hacer para jugar, sin reflexiones, es dispararles. No para comer. No por defensa propia. Por «deporte». Pero ahora el Zeitgeist ha cambiado. Lo cierto es que los «deportistas» ricos y sedentarios pueden disparar a animales salvajes africanos desde la seguridad de un Land Rover y llevar sus cabezas disecadas de vuelta a casa. Pero tienen que pagar un dineral para hacerlo y se les desprecia profundamente por ello. La conservación de la vida salvaje y la conservación del medio ambiente se han convertido en valores aceptados con el mismo estatus moral que una vez se estableció para guardar el sabbath y para rechazar las imágenes esculpidas.
    Los cambiantes años sesenta son legendarios por su liberal modernidad. Pero al inicio de esa década un abogado de la acusación, para probar la obscenidad de El amante de lady Chatterley, podía todavía preguntar al jurado: «¿Aprobarían que sus jóvenes hijos, sus jóvenes hijas —porque las chicas pueden leer tan bien como los chicos [¿puede creerse que dijera eso?]— leyeran este libro? ¿Es este un libro que ustedes dejarían que rondara por sus casas? ¿Es un libro que ustedes desearían que leyeran su mujer o sus criados?». Esta última pregunta retórica es una ilustración particularmente indicativa de la velocidad con la que cambia el Zeitgeist.

 


 Los estudiantes no necesitan un maestro perfecto. Los estudiantes necesitan un maestro feliz, que los emocioné de venir a la escuela y desarrollar el amor por el aprendizaje. 



Jonas Salk

 


Jonas Salk fue un médico, investigador y virólogo estadounidense nacido en Nueva York en 1914 bajo el seno de una familia humilde provenientes de emigrantes ruso-judías. Se graduó de secundaria como un alumno súper dotado e ingresó en la facultad de medicina de la Universidad de Nueva York a los dieciséis años.

Tras graduarse en 1939 y obtener plaza de interno en el hospital Monte Sinaí, uno de los más prestigiosos del país, contrajo matrimonio con la psicóloga Donna Lindsey. Durante toda su carrera siempre fue un gran investigador amante de lo desconocido.

La poliomielitis se consideraba el problema de salud pública más peligroso en los Estados Unidos de posguerra. Las epidemias anuales eran cada vez más devastadoras; la de 1952 fue el peor brote de la historia de la nación, es por ello que los científicos se embarcaron en una carrera frenética para encontrar un tratamiento o una forma de prevenirla.

En 1947, siendo director del laboratorio para la investigación vírica de la Universidad de Pittsburgh, la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil le propuso unirse a los diferentes equipos que buscaban un remedio para la poliomielitis. En 1952 obtuvo un primer resultado en forma de vacuna trivalente, para la que empleó virus muertos por aplicación de formalina.

Más de 1.800.000 niños en edad escolar formaron parte del comité de prueba. El 12 de abril de 1955 se hizo público el éxito de la vacuna. Salk fue aclamado como un «trabajador milagroso» y el día «se convirtió casi en una fiesta nacional». Había llevado a cabo su tarea únicamente para desarrollar una vacuna segura y efectiva lo más rápido posible, sin interesarse en su beneficio personal.

Salk se convirtió de inmediato en un personaje célebre, hasta el punto de tener que dirigirse a la nación, a instancias del presidente Eisenhower, en un mensaje televisado.

Con el paso del tiempo, su vacuna acabó por ser sustituida en numerosos países por la más tradicional desarrollada por Albert Sabin, en la cual se empleaban virus vivos de actividad atenuada. En 1963 fundó el Instituto Salk en la localidad californiana de La Jolla, el cual poco después se convertiría en uno de los centros de investigación médica más importantes del mundo.

En 1975 renunció a la dirección del Instituto para proseguir su labor investigadora en el ámbito privado. Y en 1995 fallece. Fue un gran investigador y además permitió un importante avance en el mundo de la medicina y las enfermedades.

https://culturizando.com/la-interesante-historia-jonas-salk-descubrio-la-vacuna-la-polio/

miércoles, 28 de abril de 2021



 – Usted ha dado una buena cantidad de entrevistas en los últimos años. Confío en que podamos elevarnos por encima de la abstracción para poder abordar el fenómeno Slavoj Žižek.

–Ajá. Si usted lo quiere...

–Hace muy poco la revista Foreign Policy lo incluyó entre uno de sus Top 100 Global Thinkers of 2012.

–¡Sí, pero me pusieron al final de la lista!

–Correcto. En el puesto 92. ¿Se merece usted estar en esa lista?

–¡No! ¡No lograría usted arrancarme semejante declaración ni siquiera bajo tortura! Yo sé que lo educado es decir que no. ¿La primera en la lista no es acaso esa chica de Myanmar? Nunca consigo retener su nombre. ¿Cómo se llama?

–¿Se refiere usted a Aung San Suu Kyi?

–¡Sí! No tengo nada contra ella, pero ¿me puede usted explicar en qué sentido es ella una filósofa o una intelectual?

–Bueno, lo primero que es necesario aclarar es que se trata de una lista de “pensadores”, no de “filósofos”.

–De acuerdo. Pero ¿en qué sentido es ella una pensadora? Lo único que hace es intentar que llegue la democracia a Myanmar. OK, muy bien, pero no se trata de aceptar un ideal como tal. ¡Oh, la democracia! Como todo el mundo llega al orgasmo con ella, cuantos más sean mejor será. El pensamiento solo comienza cuando uno se plantea cuestiones realmente difíciles. Por ejemplo: ¿Qué es lo que en verdad se decide en un proceso democrático?

–Hace poco eché un vistazo a The International Journal of Žižek Studies, y…

–¡Jamás la he abierto! ¡Lo prometo! Ni siquiera he visitado la página web de esa revista.

–¿Qué le parece la idea?

–Tengo buenas relaciones con Paul Taylor, su editor. Somos amigos. Él pensaba que esta revista le ayudaría en su carrera académica pero, por una de esas ironías de la vida, solo le trae problemas. Como puede usted comprobar ahora –o en cualquiera de esas películas de porquería que hago– yo soy un tipo nervioso. Me resulta absolutamente insoportable verme en una pantalla; y cuando alguien escribe acerca de mí, nunca leo lo que escribe, salvo que se trate de un ataque brutal y que mis amigos piensen que debo contestarlo. En este terreno siento mucha vergüenza. Me da miedo verme a mí mismo.

–Usted ya se ha referido a esto. También ha observado que los periodistas suelen presentarlo como un payaso o un bufón. Pero me pregunto hasta qué punto usted no coquetea con esto...

–¿Sabe usted por qué lo hago? Porque temo que si las personas me viesen, para decirlo de una manera ingenua, tal cómo soy en realidad me encontrarían terriblemente aburrido. ¿Sabe usted? En mi vida privada soy un tipo muy depresivo. ¡Mire dónde estoy ahora! Mire, estoy en París.

[Žižek levanta su ordenador portátil y lo usa para enfocar lo que tiene alrededor: una sencilla habitación de hotel, con una cama y una sola ventana.]

¿Lo ve? Estoy en una pequeña habitación de hotel. Me escapé de casa por una semana; lo necesitaba. Me quedo aquí y salgo una o dos veces al día para comer. Excepto con usted y con un amigo, a través de Skype, no he hablado con ningún ser vivo durante toda una semana. ¡Y me encanta! Mucho me temo que, si me comportara tal como soy en realidad, la gente se daría cuenta de que no hay mucho para ver. Por lo tanto, tengo que mantenerme activo todo el tiempo, para cubrirme. Por cierto, esta es la razón por la que encuentro tan aburridos los reality-shows de la televisión. Los que aparecen en esos programas no son realmente ellos sino que actúan una imagen de ellos mismos, lo cual es tedioso y estúpido. No entiendo qué es lo que tienen de atractivo los reality-shows. Deberían prohibirlos. Pienso además que Facebook y Twitter deberían estar prohibidos. ¿No le parece? ¿Sabe usted? Las únicas fotos que tengo de mí mismo son las de los documentos oficiales, como mi pasaporte, por ejemplo. Pero ¡espere! Esto no significa que me vea despreciable. No. Me gusta mi obra impresa. Yo vivo para publicar; en realidad, vivo para hacer teoría y no me da vergüenza admitirlo. Odio la postura humanitaria de izquierdas que afirma que, con tanta gente como hay que se muere de hambre, los niños de África, etc. ¿quién necesita la teoría? ¡No! En mi opinión, hoy más que nunca es necesario que dispongamos de teorías inútiles.

–Me dice usted que no ha visto el documental ¡Zizek! de 2005. Yo hace poco lo vi. Hay en él una escena que me chocó. Cuando usted hace pasar a la directora, Astra Taylor, a la cocina de su casa para mostrarle que usted guarda allí los calcetines.

–¡Sí, lo hice para impresionarla! Ocurrió algo muy ingenuo. Yo le había mencionado que guardaba mis calcetines en la cocina y ella no me creyó. Pensó “Seguro que esta es de sus típicas extravagancias posmodernas”. Pero lo que yo quería era que se enterase: “No, jódete; ¡de veras están allí! Hay unos idiotas que hicieron otro clip con una escena de la película... ¿Se acuerda? Ese pasaje en que aparezco desnudo (de la cintura para arriba, por supuesto), echado sobre la cama, mientras respondo a una entrevista. No faltó el tonto que preguntó si en esa toma había cierto mensaje... Qué cosa tan vulgar... La directora se pasaba el día jodiéndome, quiero decir, fastidiándome; y yo estaba muerto de cansancio. Ella quería que respondiese a unas pocas preguntas más pero le dije: “Mira, me voy a la cama; así que te doy cinco minutos más”. Así fue todo. Y ahora hay quien mira la escena y se pregunta si verme medio desnudo esconde algún mensaje. No hay tal mensaje. El único mensaje es que yo me sentía jodidamente cansado.

–¿Pero no es eso mismo lo que usted hace en mucho de lo que escribe? ¿Fijarse en un hombre medio desnudo en la pantalla y atribuirle significado a esa semidesnudez?

–¡Es verdad!

–Volvamos a los calcetines en la cocina. Seguramente usted pensó que, si se los mostraba a la directora, eso la ayudaría a retratarlo como el típico filósofo desordenado que es incapaz de desempeñarse en la vida normal.

–No, no. Los que me conocen saben que soy un individuo bien organizado. Soy extremadamente organizado. Todo lo que hago, al minuto, está planificado. Por eso consigo hacer tantas cosas, cuantitativamente. No me refiero a la cualidad de lo que hago. Estoy muy bien entrenado. Puedo trabajar en cualquier parte; lo aprendí en el ejército. Puedo parecer un individuo medio abandonado, es verdad, porque me parece muy obsceno comprarme cosas: pantalones, chaquetas, etc. Todas mis camisetas son regalos de diferentes simposios y los calcetines que llevo proceden de los vuelos en Business. En esto soy muy descuidado. Pero mi apartamento tiene que estar muy limpio; soy un maniático del control. Por eso el servicio militar me resultó una experiencia tan desagradable, no porque fuera un filósofo atolondrado incapaz de soportar la disciplina. Lo que me chocó fue que el viejo ejército yugoslavo, por debajo de un orden y disciplina superficiales mostraba una sociedad caótica donde nada funcionaba bien. Mi experiencia en el caos del ejército fue muy desagradable. Mi ideal sería poder vivir en un monasterio.

–Dejemos eso. Usted ha dicho que es un filósofo, no un profeta; y no obstante sus seguidores son notoriamente piadosos. Muchos de ellos sienten adoración por usted, como si usted fuese un profeta. ¿Por qué?

–Bueno, soy un tanto ambiguo en esto. Por una parte, me remito al marxismo más clásico y me digo: “¡Esto no puede seguir así! ¡Es una locura! Algún día se darán cuenta, bla, bla.” Por otra parte, realmente detesto toda esta camama políticamente correcta de los estudios culturales. En cuanto oigo hablar de “poscolonialismo” digo, “¡Que los jodan!” El poscolonialismo es un invento de unos tipos ricos de India que vieron que así harían carrera en las universidades occidentales más importantes, jugando con el sentimiento de culpa de los blancos progresistas.

–¿O sea que usted apoya a los veinteañeros que quieren escapar del legado del posmodernismo: la corrección política, los estudios de género, etc.?

–¡Sí, sí! ¡Eso está bien! Pero también aquí incurro en cierta megalomanía, me comporto casi como una figura crística. ¡OK! ¡Que me maten! No me importa sacrificarme porque mi causa seguirá su curso, etc. Sin embargo, paradójicamente, desprecio las comparecencias públicas. Por eso casi he dejado de dar clase. Lo peor para mí es el contacto con los estudiantes. Me gustan las universidades sin estudiantes. Y odio en especial a los estudiantes norteamericanos: piensan que tú les debes algo; te vienen a ver... ¡siempre en las horas de despacho!

–Vaya, qué europeo.

–Pues sí, en esto estoy totalmente del lado de Europa y de la tradición autoritaria alemana. Inglaterra ya se ha corrompido. En Inglaterra los estudiantes piensan que pueden interrumpirte y hacerte una pregunta. Encuentro repugnante esta costumbre. Ahora bien, admiro a los Estados Unidos y Canadá. En cierto modo, están mejor que Europa en estos momentos. Francia y Alemania atraviesan actualmente por un periodo de muy bajo nivel intelectual, especialmente los alemanes. Allí no sucede nada de interés. Sin embargo, me sorprende la vitalidad intelectual de los Estados unidos y Canadá. Por ejemplo: los estudios hegelianos. Cuando un europeo quiere aprender Hegel, va a Toronto, a Chicago o a Pittsburgh.

–¿Qué pensaría Hegel de la popularidad que tiene usted?

–No tendría problemas en admitirla. Incluso escribió –creo que al final de la Fenomenología– que si como filósofo consigues articular el espíritu del tiempo, el resto es popularidad... aunque la gente no te entienda. Te sienten, de algún modo. Una bella cuestión de la dialéctica: ¿Cómo hace la gente para sentirlo?

–Usted es un devoto lacaniano. ¿No le resultaría incómodo convivir con Lacan?

–¡Por supuesto! Porque Lacan era un tremendo oportunista. Con toda seguridad no aprobaría la dirección que yo he tomado. Desde un punto de vista teórico, Lacan era un antihegeliano completo, pero yo he intentado mostrar que, sin darse cuenta, era en realidad hegeliano.

–Cuando usted escribe esos libros tan populares que, según afirma, no le gustan, ¿cómo imagina a su lector?

–¡Prohibido! Nunca me planteo esa pregunta. No me importa. Otra prohibición que me impongo es nunca analizarme a mí mismo. Me desagrada la idea de hacer psicoanálisis conmigo mismo. En esto me comporto como un católico conservador y pesimista. Creo que si buceamos profundamente dentro de nosotros mismos encontraremos un montón de mierda, así que mejor no saberlo. En Zizek! tuve mucho cuidado en que todas las claves acerca de mi personalidad fueran equivocadas.

–¿Por qué? ¿Para divertirse?

–¡Porque son idiotas! ¡Odio a los periodistas y a los cineastas! Hay algo obsceno en ellos. Ya sé, seguro que me pilla de nuevo, porque: si es verdad que me resultan indiferentes, ¿para qué mentirles? Pues sí, he aquí un problema... ¿Sabe usted?, cuando me casé en la Argentina la gente pensó que había filtrado las fotos de mi boda. ¡Pues no es verdad!

–He visto esas fotos. Para venir de alguien que describe el amor como algo violento e innecesario usted parece haber sacado gran partido del asunto. Su esposa [la modelo argentina Analía Hounie] vestía un vestido largo y blanco y lucía una diadema de flores.¡Qué cosa más tradicional!

–Sí, pero ¿se fijó en algo? Si mira las fotos verá que yo no estoy feliz. Tengo los ojos cerrados. Es una escapatoria psicótica. Esto no está ocurriendo. Yo no estoy realmente allí. Durante mi boda me entretuve en deslizar algunas bromas. Por ejemplo: los organizadores me pidieron que seleccionara la música. Así pues, en el momento de la ceremonia en que me acerqué hasta donde estaba mi esposa, tocaron el segundo movimiento de la décima sinfonía de Shostakovich, comúnmente conocida como “retrato de Stalin”; y cuando nos besamos, la música que sonó fue “La muerte y la Doncella” de Schubert. ¡Disfruté como un niño con todo eso! Pero el matrimonio fue una pesadilla, etc.

–¿O sea que usted hizo esa gran boda solo para satisfacer a su esposa?

–Sí, ella soñaba con eso. Hay un libro en relación con este tema que no me gusta nada: Against Love de Laura Kipnis. Su idea es que la última defensa del orden burgués es “¡Nada de sexo sin amor!” Rollo al estilo de Judith Butler: reconstrucción, identidad, bla, bla, bla. Sostengo exactamente lo opuesto. Hoy en día el compromiso apasionado es considerado casi como una patología. Yo creo que hay algo subversivo cuando se dice: “Este es el hombre (o la mujer) con el (la) que quiero compartirlo todo”. Por eso nunca yo he podido darme un revolcón de una noche. Para mí tiene la cosa ha de tener, al menos en perspectiva, una eternidad.

–Por lo que parece, Judith Butler es para usted una especie de antítesis. La ha mencionado varias veces. ¡Es su mujer de paja!

–Sí, pero tengo con ella una muy buena relación personal. Judith me dijo una vez: “Slavoj, debes pensar que soy una mala mujer.” Y yo le contesté: “No, si te gusta Hegel como te gusta a ti, ¡es imposible que seas una idiota total!

–¿Se siente usted relacionado con alguna figura histórica?

–Con Robespierre. Y quizá un poco con Lenin.

–¿De veras? ¿Y Trotsky no?

–En 1918-19, Trotsky era mucho más brutal que Stalin. Y eso es algo que me gusta en él, pero nunca le perdonaré que lo haya jodido todo a mediados de los años veinte. Era un individuo tan estúpido y arrogante. ¿Sabe lo que hacía? Iba a las reuniones del Partido cargado con los clásicos franceses, Flaubert, Stendhal, para marcar la diferencia con los demás: “¡Que os jodan, yo soy un tipo civilizado!”

–Usted ha escrito que necesitamos pensar más y actuar menos, pero a fin de cuentas usted se identifica con Lenin, que era un conspicuo hombre de acción.

–Sí, pero ¡un minuto! Lenin dio en el clavo. Cuando todo se estropeó en 1914 ¿qué hizo? Se fue a Suiza y se puso a leer a Hegel.

http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/14/nubesyclaros/textos/zizek.html

  "Quien sea conocedor de todo, pero falle en (lo tocante a) sí mismo, falla en todo".

    Evangelio perdido de Santo Tomás

 Las cosas no suceden de un día para otro. Un pensamiento no es más que una gota de agua, no es gran cosa, pero una gota más otra gota más otra gota… acaban llenando un vaso. Al principio puede parecer poco, pero, con la perspectiva que da el tiempo, te darás cuenta de que es mucho lo que has avanzado. Un pensamiento no produce ningún cambio en tu vida, pero un pensamiento repetido una y otra vez acaba pasando a formar parte de ti.

    En mi experiencia, el mayor pecado que se comete en los procesos de desarrollo personal es querer ir demasiado rápido. La impaciencia está en el origen de muchas iniciativas que se truncan. La gente quiere resultados inmediatos, y, al no suceder así (porque sería ir contra natura), muchas personas se frustran y acaban por abandonar.
    Siempre me ha gustado el ejemplo del bambú chino como metáfora de los procesos de cambio y transformación personal. El bambú chino evoluciona de la siguiente manera. Después de plantada la semilla, pasan aproximadamente cinco años sin que se vea nada, salvo un brote diminuto. Todo su crecimiento es subterráneo; se está construyendo una compleja estructura de raíces que se extiende vertical y horizontalmente por la tierra. Entonces, al final del quinto año, el bambú chino crece velozmente hasta alcanzar una altura de veinticinco metros.
    Algo muy similar ocurre con los procesos de desarrollo personal. Uno decide un buen día ir en busca de su «leyenda personal»: seguir su vocación, su pasión, sus sueños. Entonces, siembra y trabaja, pero no obtiene resultados. Y así un día tras otro, una temporada tras otra, pero parece que todo sigue igual, que nada ocurre. Entonces, aparecen las dudas, los bajones, los momentos de debilidad emocional que invitan a abandonar, a tirar la toalla.
    Algunos, ante la incertidumbre del futuro, abandonan y prefieren plegar velas para navegar a puerto seguro; otros continúan, pero, poco tiempo después, también desisten; y así ocurre con otros más cada cierto tiempo. Sin embargo, hay un pequeño grupo minoritario que decide seguir adelante y se mantiene firme, rumbo a destino, a pesar de los fuertes vientos que puedan azotar el barco. Y de repente, un día todo se precipita; algo empieza a germinar y se da un crecimiento exponencial. Es como si la noche anterior hubiera sido otra de esas jornadas en que uno piensa abandonar, y de pronto, al día siguiente, aparece la luz. Como apunta la sabiduría popular, «la hora más oscura de la noche es justo la que precede al alba».
    Y una cosa más. Con bastante frecuencia también, otro de los grandes enemigos en los procesos de desarrollo personal se encuentra en la gente que tienes alrededor. Huye de los pesimistas, de los negativos, de la gente gris y tóxica que ante la falta de valentía para ir en busca de sus sueños intenta que otros tampoco lo hagan porque eso sería dejar al descubierto sus carencias y mediocridades.
    Sí, tú también puedes. No tengas dudas. Los límites nunca están en las personas, están en los entornos. A lo mejor te ves muy «poquita cosa». Pero tú no eres eso; eso son tus creencias. Tus límites son los límites de tus creencias. Si tú crees algo, ese algo
es , tanto para bien como para mal. Somos adictos a nuestras creencias.
    Todos tenemos límites, pero esos límites no son nuestros, no son algo que venga de fábrica, sino el resultado de nuestro entorno. Los límites son una especie de
software
que se ha instalado en nuestro cerebro durante los seis primeros años de nuestra vida a través de lo que hemos visto (modelo visual) y lo que hemos oído (modelo verbal).
    Tus creencias (limitantes o posibilitadoras) reflejan tu autoestima. Si te ves como alguien capaz de lograr grandes cosas, eso sucederá; y si te ves insignificante como para alcanzar metas altas, no las alcanzarás. Vivir con una baja autoestima es como ir por el mundo atado de pies y manos. Las posibilidades de avanzar son muy reducidas.
    Tu autoestima no es otra cosa que la reputación que tienes de ti mismo, cómo te ves como producto. Y si no te gustas, lo que estás manifestando es que no te comprarías a ti mismo. Y tampoco lo harán los demás. El cómo te tratan otras personas es un reflejo de cómo te tratas a ti mismo.
    Tu vida es un reflejo de tu inconsciente, una manifestación de tus creencias; por eso, el primer reto de la voluntad debería ser cultivar hábitos mentales sanos. Si tus creencias son limitantes, da igual lo duro que trabajes, porque tus resultados serán pobres.
    Tu mente dirige tu vida. El 90 % de nuestra vida está gobernada por el inconsciente. Por eso, si controlas tu mente, controlas tu vida. Nunca olvides las palabras de Don Ward: «Si vas a dudar de algo, duda de tus límites». La incredulidad nos frena y es aliada de la mediocridad.
Termino con un par de apuntes:

    1. Pon la responsabilidad en ti. No te centres en «qué va a pasar», sino en «qué voy a hacer». Hay dos tipos de personas: las que creen que las cosas suceden y las que hacen que las cosas ocurran. Abundan las del primer tipo. El ser humano es especialista en justificar por qué su vida no lleva el rumbo que le gustaría, y lo hace usando diversas excusas: los políticos, la crisis, la educación o cualquier otro factor. Abundan los expertos en «culpa-habilidad». Cuando uno decide asumir la responsabilidad de su vida, todo cambia a mejor porque entonces es posible emprender acciones. Hay cosas que no se pueden cambiar, por ejemplo, el clima, pero lo que uno sí puede hacer es coger el paraguas si llueve, abrigarse bien si hace frío o poner el aire acondicionado cuando hace calor. El clima no puede ser un inconveniente para quedarse en casa esperando a que salga el sol. No hay nada peor que no hacer nada.
La gente con mentalidad ganadora no pierde el tiempo con quejas inútiles, sino que busca alternativas para bordear o superar los obstáculos y llegar allí donde previamente se había propuesto.
    2. No te rindas jamás. Lo peor que te puede pasar en la lucha por tus metas es que te vengas abajo y desistas, que te des por vencido. Hay un momento en la vida en que se cambia para mal: cuando uno se resigna. Nunca, nunca, nunca pierdas la FE (con mayúsculas). A lo largo del camino hay muchos momentos de desesperación, de dudas, de bajones emocionales. Asúmelo como parte del proceso. No te detengas y sigue. Tus probabilidades de éxito aumentan cada vez que insistes. El trabajo más duro es no rendirse..