miércoles, 28 de abril de 2021

 Las cosas no suceden de un día para otro. Un pensamiento no es más que una gota de agua, no es gran cosa, pero una gota más otra gota más otra gota… acaban llenando un vaso. Al principio puede parecer poco, pero, con la perspectiva que da el tiempo, te darás cuenta de que es mucho lo que has avanzado. Un pensamiento no produce ningún cambio en tu vida, pero un pensamiento repetido una y otra vez acaba pasando a formar parte de ti.

    En mi experiencia, el mayor pecado que se comete en los procesos de desarrollo personal es querer ir demasiado rápido. La impaciencia está en el origen de muchas iniciativas que se truncan. La gente quiere resultados inmediatos, y, al no suceder así (porque sería ir contra natura), muchas personas se frustran y acaban por abandonar.
    Siempre me ha gustado el ejemplo del bambú chino como metáfora de los procesos de cambio y transformación personal. El bambú chino evoluciona de la siguiente manera. Después de plantada la semilla, pasan aproximadamente cinco años sin que se vea nada, salvo un brote diminuto. Todo su crecimiento es subterráneo; se está construyendo una compleja estructura de raíces que se extiende vertical y horizontalmente por la tierra. Entonces, al final del quinto año, el bambú chino crece velozmente hasta alcanzar una altura de veinticinco metros.
    Algo muy similar ocurre con los procesos de desarrollo personal. Uno decide un buen día ir en busca de su «leyenda personal»: seguir su vocación, su pasión, sus sueños. Entonces, siembra y trabaja, pero no obtiene resultados. Y así un día tras otro, una temporada tras otra, pero parece que todo sigue igual, que nada ocurre. Entonces, aparecen las dudas, los bajones, los momentos de debilidad emocional que invitan a abandonar, a tirar la toalla.
    Algunos, ante la incertidumbre del futuro, abandonan y prefieren plegar velas para navegar a puerto seguro; otros continúan, pero, poco tiempo después, también desisten; y así ocurre con otros más cada cierto tiempo. Sin embargo, hay un pequeño grupo minoritario que decide seguir adelante y se mantiene firme, rumbo a destino, a pesar de los fuertes vientos que puedan azotar el barco. Y de repente, un día todo se precipita; algo empieza a germinar y se da un crecimiento exponencial. Es como si la noche anterior hubiera sido otra de esas jornadas en que uno piensa abandonar, y de pronto, al día siguiente, aparece la luz. Como apunta la sabiduría popular, «la hora más oscura de la noche es justo la que precede al alba».
    Y una cosa más. Con bastante frecuencia también, otro de los grandes enemigos en los procesos de desarrollo personal se encuentra en la gente que tienes alrededor. Huye de los pesimistas, de los negativos, de la gente gris y tóxica que ante la falta de valentía para ir en busca de sus sueños intenta que otros tampoco lo hagan porque eso sería dejar al descubierto sus carencias y mediocridades.
    Sí, tú también puedes. No tengas dudas. Los límites nunca están en las personas, están en los entornos. A lo mejor te ves muy «poquita cosa». Pero tú no eres eso; eso son tus creencias. Tus límites son los límites de tus creencias. Si tú crees algo, ese algo
es , tanto para bien como para mal. Somos adictos a nuestras creencias.
    Todos tenemos límites, pero esos límites no son nuestros, no son algo que venga de fábrica, sino el resultado de nuestro entorno. Los límites son una especie de
software
que se ha instalado en nuestro cerebro durante los seis primeros años de nuestra vida a través de lo que hemos visto (modelo visual) y lo que hemos oído (modelo verbal).
    Tus creencias (limitantes o posibilitadoras) reflejan tu autoestima. Si te ves como alguien capaz de lograr grandes cosas, eso sucederá; y si te ves insignificante como para alcanzar metas altas, no las alcanzarás. Vivir con una baja autoestima es como ir por el mundo atado de pies y manos. Las posibilidades de avanzar son muy reducidas.
    Tu autoestima no es otra cosa que la reputación que tienes de ti mismo, cómo te ves como producto. Y si no te gustas, lo que estás manifestando es que no te comprarías a ti mismo. Y tampoco lo harán los demás. El cómo te tratan otras personas es un reflejo de cómo te tratas a ti mismo.
    Tu vida es un reflejo de tu inconsciente, una manifestación de tus creencias; por eso, el primer reto de la voluntad debería ser cultivar hábitos mentales sanos. Si tus creencias son limitantes, da igual lo duro que trabajes, porque tus resultados serán pobres.
    Tu mente dirige tu vida. El 90 % de nuestra vida está gobernada por el inconsciente. Por eso, si controlas tu mente, controlas tu vida. Nunca olvides las palabras de Don Ward: «Si vas a dudar de algo, duda de tus límites». La incredulidad nos frena y es aliada de la mediocridad.
Termino con un par de apuntes:

    1. Pon la responsabilidad en ti. No te centres en «qué va a pasar», sino en «qué voy a hacer». Hay dos tipos de personas: las que creen que las cosas suceden y las que hacen que las cosas ocurran. Abundan las del primer tipo. El ser humano es especialista en justificar por qué su vida no lleva el rumbo que le gustaría, y lo hace usando diversas excusas: los políticos, la crisis, la educación o cualquier otro factor. Abundan los expertos en «culpa-habilidad». Cuando uno decide asumir la responsabilidad de su vida, todo cambia a mejor porque entonces es posible emprender acciones. Hay cosas que no se pueden cambiar, por ejemplo, el clima, pero lo que uno sí puede hacer es coger el paraguas si llueve, abrigarse bien si hace frío o poner el aire acondicionado cuando hace calor. El clima no puede ser un inconveniente para quedarse en casa esperando a que salga el sol. No hay nada peor que no hacer nada.
La gente con mentalidad ganadora no pierde el tiempo con quejas inútiles, sino que busca alternativas para bordear o superar los obstáculos y llegar allí donde previamente se había propuesto.
    2. No te rindas jamás. Lo peor que te puede pasar en la lucha por tus metas es que te vengas abajo y desistas, que te des por vencido. Hay un momento en la vida en que se cambia para mal: cuando uno se resigna. Nunca, nunca, nunca pierdas la FE (con mayúsculas). A lo largo del camino hay muchos momentos de desesperación, de dudas, de bajones emocionales. Asúmelo como parte del proceso. No te detengas y sigue. Tus probabilidades de éxito aumentan cada vez que insistes. El trabajo más duro es no rendirse..

No hay comentarios:

Publicar un comentario