martes, 31 de octubre de 2023

Jeffrey Sachs

 


 El consumo ostentoso es, por tanto, similar a una carrera armamentística entre dos rivales. La mayor parte de las inversiones acaba despilfarrada en armas (o cuernos o yates) inútiles. La carrera armamentística económica acaba siendo como si girásemos en un carrusel en una proverbial «carrera sin fin», en la que todo el mundo trabaja hasta llegar a la extenuación simplemente para seguir el ritmo de los demás. Aquí hay al menos una razón de por qué el buen Señor ordenó que todo el mundo descansara el domingo. Si tuviéramos que hacerlo por nosotros mismos, tendríamos que preocuparnos de que nuestro vecino - competidor también haya hecho lo mismo. Muy probablemente, ambos acabaríamos trabajando el fin de semana. Es una razón similar a la de por qué muchos gobiernos europeos (pero todavía no el de Estados Unidos) impiden este tipo de «autoexplotación» obligando a un mínimo de cuatro semanas de vacaciones pagadas al año para todos los trabajadores.

 Un tipo de «consumo social», relacionado, pero distinto, del anterior, se produce cuando los bienes de consumo específicos son necesarios para que un individuo forme parte de un grupo social deseado. Un ejemplo podría ser la compra de una Harley - Davidson para montar con una pandilla de moteros, un Smartphone para ser parte de una red social, o una casa en un barrio residencial de las afueras para tener vecinos ricos y colegios públicos locales de excelencia. El último tipo de consumo, sin embargo, no es simplemente por el sentimiento identitario o el estatus; tener vecinos ricos facilita otros objetivos importantes, como enviar a los niños a una buena escuela.

 En Estados Unidos, el tipo de consumo social más importante es, de lejos, el de la vivienda. La elección de una residencia puede que tenga poco que ver con la casa en sí misma, pero bastante con los vecinos y el vecindario que acompañan a la casa. Los barrios de Estados Unidos, como hemos apuntado, están muy divididos por renta, raza y etnia. Dado que las escuelas públicas del país, a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, se financian en gran medida con los impuestos locales sobre la propiedad, vivir en un barrio acomodado es vital para formar parte de un buen sistema escolar. Las familias están dispuestas a hacer un gasto extraordinario en una determinada calidad de terreno y de la casa para comprarlas en un barrio caro y poder enviar a los niños a un buen colegio. El ciclo se auto - rrefuerza: los pudientes se mudan a un barrio, elevando los precios; esto induce a otras familias acomodadas a mudarse, y excluye a los pobres, que quedan abandonados a su propia suerte en barrios pobres, con pobres escuelas y pobres interconexiones con el mercado laboral.

 El resultado final de todo este consumo es una sociedad que corre frenéticamente para quedarse en el mismo sitio. El trabajo excesivo de cada miembro de la sociedad supone un lastre (una externalidad negativa) para los otros, que también deben correr como locos para seguir el ritmo. Los consumidores también corren porque los otros corren y finalmente todo el mundo se ve inmerso en una carrera que nadie quiere correr.


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