«Cuando somos pequeños, se nos va educando, y educar consiste en que se nos vaya diciendo lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo y lo que no hay que hacer. El niño va aprendiendo eso que se le enseña; pero no sólo lo aprende, sino que lo acepta tal como se le da, es decir, como la verdad y el bien (…). O sea que el niño se identifica a sí mismo como valor en tanto que modelo y en tanto que modo particular de ser. El niño va aceptando esta idea que se le da de que él no vale como ser, sino que su único valor está en su modo de ser, de que él no es; él es o bueno o malo, o listo o tonto, pero el ser, él es, esto no existe, no tiene ningún valor. El ser (este foco de inteligencia, de energía y de afectividad) es algo central en el niño, en todo el mundo, es algo central que surge del fondo, del fondo de la mente, del fondo de la afectividad, del fondo de la energía.»
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