La adolescencia de Irène no fue fácil. Cuando tenía doce años, Marie la matriculó en una escuela alternativa en la que los jueves enseñaba matemáticas y ciencias. La decena de alumnos estudiaban también escultura y chino y practicaban diversos deportes. (Marie no era solamente una intelectual, sino que también creía firmemente en la educación física: los Curie nadaban, daban caminatas y tenían un trapecio en el patio trasero). La escuela parecía idílica, una alternativa libre al anquilosado sistema educativo francés, pero Marie impuso a su hija normas estrictas. En una ocasión descubrió a Irène soñando despierta en lugar de tratar de resolver un problema matemático, y cuando Irène reconoció que no sabía la respuesta, Marie le gritó: «¿Cómo puedes ser tan tonta?» y lanzó la libreta de la chica por la ventana. Irène tuvo que bajar dos tramos de escaleras para recuperarla, y mientras tanto resolvió mentalmente el problema.
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