martes, 13 de junio de 2023

John N Gray

  En 1932, Freud se carteó con Einstein, quien le preguntó si alguna vez terminarían las guerras. En este contexto, Freud escribió: «Lo ideal sería, desde luego, una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida instintiva a la dictadura de la razón. Ninguna otra cosa sería capaz de producir una unión más perfecta y resistente entre los hombres, aun renunciando a vínculos afectivos entre ellos, pero es muy probable que sea una esperanza utópica». Para Freud la vida humana era un proceso de construcción del ego, no una búsqueda de un yo interior ficticio. Si uno se empeña en buscar su yo verdadero, nunca dejará de sentirse decepcionado. Si uno no tiene un potencial especial, el coste de intentar conseguir que su naturaleza interior dé frutos será una existencia dolorosamente malgastada. Si uno tiene un  talento inusual, este talento sólo le proporcionará la plenitud buscada si los demás también lo encuentran valioso. Hay pocos seres humanos tan infelices como aquéllos que tienen un don especial por el que nadie se interesa. En cualquier caso, ¿quién quiere pasarse la vida sin hacer nada más que esperar a ser reconocido? Gomo escribió John Ashbery: Un talento para la propia realización no te llevará más que hasta el espacio que queda libre junto al depósito de madera, donde se pasa lista. El ideal romántico invita a la gente a buscar su auténtico yo. No existe un tal «yo», pero eso no significa que podamos ser cualquier cosa que queramos. El talento es un don de la fortuna, no algo que podamos elegir. Si uno cree tener un talento que resulta no tener, se convierte en una versión de Salieri, el compositor cuya vida se envenenó con la aparición de Mozart. No es que Salieri no tuviera talento. Durante gran parte de su vida tuvo una carrera exitosa. Pero si hemos de creer el retrato que Pushkiny otros nos han dejado de él, su vida estuvo consumida por la sospecha de que no era más que un impostor. Una sociedad en la que a la gente le han enseñado a ser ella misma tiene que estar forzosamente llena de impostores. La idea de la propia realización es una de las ficciones modernas más destructivas. Sugiere que uno sólo puede florecer en un tipo de vida o en un pequeño número de vidas similares, cuando lo cierto es que todo el mundo puede desarrollarse en una gran variedad de formas. Pensamos que una vida feliz es aquélla que termina en plenitud. Desde Aristóteles, los filósofos nos han animado a pensar de esta manera: mirando hacia atrás. Pero eso significa mirar nuestra vida como si ya hubiera terminado, y nadie sabe cómo acabará su vida. Pasarse los días escribiendo la esquela de la persona que uno habría podido ser parece un extraño modo de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario