Durante una campaña pacífica hay un ingrediente esencial: el autocontrol. En la cárcel, Mandela aprendió mejor que nadie a mantener la cabeza fría. Decidió estudiar bien a su enemigo. Leyó infinidad de libros sobre la cultura y la historia de los afrikáners. Vio partidos de rugby. Aprendió el idioma. «Si le hablas a alguien en un idioma que entiende», dijo luego, «el mensaje va a su cabeza. Pero si le hablas en su lengua materna, el mensaje va a su corazón.»
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