Creo que fue en segundo grado que me pescaron dibujando el busto de un desnudo de Miguel Ángel. Me mandaron directamente a ver a la directora y ella, una dulce monja, miró mi cuaderno con disgusto hojeó las páginas, vio los desnudos... ya saben, había estado viendo a mi madre dibujar desnudos y la imitaba... y la hermana me dio una bofetada diciendo: "Santo Jesús, este niño ya ha comenzado". Yo no tenía idea de qué estaba hablando pero fue tan convincente que no volví a dibujar otra vez hasta noveno grado gracias a una charla realmente aburrida. Empecé a caricaturizar a mis profesores. Y, ya saben, me hice muy popular. No hago deportes. Soy muy malo haciendo deportes. No tengo los aparatos de moda en casa. No soy el mejor de la clase. Por eso las caricaturas me dieron un sentido de identidad. Me volví popular pero temía que me atraparan de nuevo. Así que lo que hice fue rápidamente juntar todo en un collage de todos los profesores que había dibujado glorificando al director, poniéndolo bien en la cima y se lo regalé. Se rió mucho de los otros profesores y lo puso arriba en la cartelera. Esto es parte del collage. Me volví un héroe escolar. Los más grandes me conocían. Me sentía muy especial.
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